En el FT, Yuval Noah Harari tiene un artículo inquietante. Harari es el autor de libro que no hago más que recomendar, "Sapiens".
El artículo es inquietante porque anuncia la próxima desaparición de nuestro yo más íntimo, de nuestra creencia, terminal ya, en que somos cada uno alguien único e irreproducible.
El motivo: hasta ahora hemos poseído una caja interior secreta que nadie podía gobernar salvo nosotros, y abrirla a los demás a nuestra voluntad, lo cual se producía escasamente, porque, la verdad, somos descaradamente aficionados a mentir sobre nosotros, a fabular. Es inevitable. Fabulamos en cuanto abrimos la boca para hablar de nosotros. A mí cuando alguien me da el turre con que él o ella es así o asá me desvanezco, me evado, no me creo ni la primera. Que lo demuestre con los hechos.
En todo caso, esa cajita nuestra propia, es, o era hasta ahora, nuestro yo, lo abriéramos o no.
Esa cajita va a dejar de existir porque se va a diluir poco a poco en el nuevo dios, "Bigdata", o lo que saben los demás de nosotros querámoslo o no.
¿Cómo consiguen saber más y más de nosotros y quién es ese "Big data"? A través de la estadísticas y los algoritmos que las combinan de nuestros gustos, preferencias, lenguaje, y demás partículas nuestras que vamos manifestando en las mal llamadas redes sociales. Cada vez que compramos algo en internet, manifestamos un dato, que se va añadiendo a otros, que poco a poco van formando una cadena o red de detalles nuestros que ni nosotros conocemos.
Porque esto es lo grandioso de Bigdata: nos conoce mejor que nosotros, porque nosotros fabulamoss, mientras que él no fábula. Simplemente va añadiendo datos personales, y más datos, y va construyendo perfiles, cada vez más completos, sobra cada faceta tuya que les interesa. ¿Qué compras libros en Amazon? pues al poco te encuentras con que te ofrecen otros que su algoritmo ha sacado de combinar información sobre todos los lectores que han leído ese libro. Y te dicen, otros lectores que leyeron este libro también compraron estos, ¿le interesan? Eso no es más que el principio.
Sería ridícula protestar diciendo que tú no eres así, porque lo que tú digas de ti mismo solo les interesa como dato estadístico, y en todo caso te dirían, todos los que se definen así les ha gustado esto y esto, ¿le interesa?
Esto es ingenuo en comparación a dónde pueden llegar los miles de millones de datos combinados en un chip que tú te niegas a reconocer.
¿Cómo defenderse de eso? ¿La democracia? Déjenme que me ría, Jajajajajajaja. La democracia se adaptará perfectamente a eso, será una democracia tiránica (de hecho empieza a serlo), porque no tendremos nigun sitio donde ocultarnos. La democracia se funda en la creencia del individuo como un ser creado por Dios irreproducible, único. La Democracia es el tinglado que defiende la libertad individual. Una vez que no se cree en eso, ¿dónde va la democracia?
Ríanse de las leyes protectoras (o protectrices) del derecho a la intimidad, porque esta simplemente un derecho a la nada; olvídate de que tú no usas internet. El supermercado es un colector de datos tan bueno o más que Amazon.
La única posibilidad es que no le intereses a nadie más que como cliente, y poco más. Además, el Sapiens ha demostrado en esta época una ansiedad enorme -que contrasta con lo que piensa y dice de sí mismo- por salir de anonimato: quiere sus diez minutos de Gloria (que le prometía Mclughan -que sabio era, como pevió todo esto) o, a ser posible, 100 veces más. Ansiamos acercarnos a la fama aunque sea de rodillas, o a rastras, para hacerse un selfie ridículo con una celebridad; por cierto, ese selfie entrará en el algoritmo. Todos nuestros actos, entrarán.
Pertenecíamos a las estrellas, a los dioses, a nosotros mismos con el humanismo ilustrado. Ahora, dentro de muy poco, ya, perteneceremos a una red infinita de estadísticas que no dejará de crecer, desde que nacemos hasta que muramos, y que sabrá todo de nuestro genoma y de nuestra alma, o eso que antes llamaban alma.
Repito, olvídense de buscar el anonimato porque nadie quiere ser anónimo. El que decidiese irse a la otra punta del mundo a perderse, primero lo anunciará a bombo y platillo, además así , de paso, pilla una subvención. ¿O es que la madre Teresa de Calcuta no era famosa? era humana en todo caso, se quejaría de la servidumbre de la fama, pero al verdad, la necesitaba. A lo mejor íntimamente.
Los que hacen el camino de Santiago están secretamente deseando que aparezca un cámara de Tv. Ja!
No somos inocentes en esta historia. Antes había creencias que llevaban a reverenciar cosas como la democracia a unos, la Yidha a otros. Esas creencias, que premiaban la humildad, o la honradez íntimamente, reforzaban la convivencia o la cohesión social. Veremos qué tiene más fuerza: si nuestra necesidad de creernos únicos -que Harira recomienda - o la disolución en el nuevo dios todopoderoso Bigdata.
Por cierto, ¿alguna alusión a Big Brother de "1984" de George Orwell?