Obsequiemos a nuestros hijos con algo para un futuro cada vez más incierto y con una educación financiera que les valga para toda la vida.
Por FERNANDO Sánchez de Bernardo.
Durante las Navidades, mis hijos de 6 y 8 años tienen la inmensa suerte de contar con un Papá Noel y con unos Reyes Magos normalmente muy generosos. Tanto en nuestra casa como en la de sus abuelos, disfrutan de unos días increíbles. Al final, se juntan con un presupuesto “razonable” para hacer cumplir sus sueños o parte de ellos. Mi mujer y yo, como muchos otros padres, aprovechamos también para regalarles, por ejemplo, equipación para las actividades extraescolares. Aunque, he de decir que el mejor regalo que recibieron las Navidades pasadas, en su opinión, fueron unos sobrecitos con unos “muñecajos” espantosos con nombres horribles que rondaron los dos euros cada uno. Hasta aquí somos una familia más o menos normal.
Lo que nos hace algo diferentes del resto de los padres, es que todos los años destinamos una pequeña cantidad de nuestro presupuesto a hacer una aportación a alguno de los fondos de inversión que les abrimos al poco de nacer. Y aunque la cantidad no es muy elevada, es, a nuestro juicio, el mejor regalo que les podemos hacer.
Por un lado, les estamos dotando de un fondo para que cuando sean más mayores y conscientes puedan destinarlo a cumplir alguno de sus sueños, como hacer un gran viaje, estudiar un curso en alguna universidad lejana o, en el mejor de los casos, que lo mantengan invertido para poder tener una jubilación de mejor calidad. Seguramente, dependerá de ellos.
A primera vista puede parecer que el importe de estas aportaciones no va a contribuir a conseguir significativamente unos fines tan ambiciosos, pero nos sorprendería ver que sí, siempre que seamos capaces de hacerlo todos los años de forma recurrente, a largo plazo y en renta variable diversificada.
Mi hijo mayor, Nicolás, nació hace 8 años, en 2011. Si en sus primeras navidades, hubiésemos invertido tan solo 100 euros en el S&P 500, hoy tendría 236 euros aproximadamente. Es decir, que hubiésemos multiplicado por 2,3 veces este regalo en los 8 años. El S&P 500 es un índice que se basa en la capitalización bursátil de 500 grandes empresas con ventas globales y que cotizan en las bolsas de Estados Unidos. Captura aproximadamente el 80% de toda la capitalización de su mercado bursátil y nos asegura una suficiente diversificación. Podemos invertir en él a través de fondos de inversión o ETF.
Pero el lector observador se habrá dado cuenta al menos de dos cosas: la primera, que no tenemos en cuenta la inflación y, la segunda, que no hemos considerado un periodo lo bastante largo, que además ha sido fundamentalmente alcista.
Pero si, aparte del largo plazo y de la diversificación, somos constantes y todos los años invertimos parte del presupuesto para regalos, el patrimonio que le iremos dejando a nuestros hijos aumentará notablemente. Si cada Navidad, durante cada uno de estos 8 años, hubiésemos invertido en este mismo índice 100 euros, ahora mi hijo mayor dispondría de 1.300 euros.
A medida que nuestros hijos se vayan haciendo mayores se irán dando cuenta de cómo crece su patrimonio. Por un lado, consecuencia de que consumiendo de forma responsable serán capaces de generar ahorro y, por otro, de que el interés compuesto “trabajará” a su favor en el largo plazo y lo multiplicará.
Tengo la gran suerte de formar parte del equipo de Value School y poder ofrecer a los padres y colegios que lo deseen nuestros programas de educación financiera Value Kids conforme a estos principios. Además, hemos desarrollado y tenemos en venta unos juegos de mesa que nos van a ayudar a trabajar con ellos los buenos hábitos y conductas:
Podéis conocer mejor toda nuestra actividad divulgativa y educativa en www.valueschool.es y en www.valuekids.es
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