Hace algunos años y con inusitada presteza antes de dejar la Casa Blanca, Bill Clinton indultó al multimillonario Marc Rich, perseguido por las instituciones de EEUU por tráfico de armas cuyos destinatarios principales eran países islámicos enemigos de los USA. Barack Hussein Obama, heraldo de la progresía mundial, a punto de dejar el 1600 de la Avenida Pensilvania, ha indultando políticamente al hombre más rico de Cuba, Raúl Castro, único heredero de la cuenta corriente del Comandante, o sea, Fidel en Suiza, en Panamá o Luxembuergo: mil millones de dólares hace 30 años. Si los indultos de la última semana de Bill fueron, según opinión generalizada en Washington el origen financiero de la carrera presidencial de Hillary, los de Obama para Michelle serán infinitamente más fructíferos, algo así como la diferencia entre la picaresca y la artería.
Bill indultó personas, pero Barack Hussein ha indultado regímenes totalitarios y sicariatos. Mucho peor, de hecho se ha asegurado que los países favorecidos por él se agrupen en el nuevo tríptico del mal: el islamismo nuclear de Irán, el comunismo de Cuba y Venezuela y el narcotráfico de Santos, Timochenko y las FARC.