En las dos anteriores entradas de esta serie apocalíptica, aprendimos que el sector público es el que más se beneficia de cómo funciona el actual sistema económico. Vimos, también, que su principal herramienta para obtener este beneficio, es la masiva expansión crediticia de un sistema bancario que opera con reserva fraccionaria.
Hoy conoceremos la otra cara de la moneda: ¿quién demanda todo este crédito? Nuestro "Jinete del Hambre" es, por tanto, el sector privado
(ciudadanos y empresas).
"Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: "Ven". Miré, y vi un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano." Apocalipsis 6.5
En el post que dedicamos a explicar la importancia del ahorro como motor de un crecimiento económico sostenible, también comentamos que la creación de crédito sin respaldo real de ahorro, termina generando burbujas. Veamos entonces, si la expansión crediticia de los últimos años estaba o no, respaldada por ahorro.
Empecemos por los ciudadanos. El siguiente gráfico muestra el porcentaje que representa la deuda de las familias en relación a sus ingresos (año 2000 vs. año 2008).
http://dfc-economiahistoria.blogspot.com/2010/06/analisis-del-desastre-evolucion-de-los.html
Como podemos observar, en este periodo de 8 años, las familias han tendido (con la notable excepción de Alemania y Japón) a endeudarse de manera importante. Por lo que no podemos hablar de un respaldo de ahorro a la expansión de crédito.
El destino de este endeudamiento es por todos conocidos: el sector inmobiliario. A continuación podemos ver laevolución del precio real de las viviendas en los últimos años en varias economías.
http://housingstory.net/2010/07/28/the-aftermath-of-the-global-housing-bubble-chokes-the-world-banking-system/
Llama poderosamente la atención, que las dos únicas economías que no han sufrido una burbuja inmobiliaria estos últimos años, sean precisamente las que no incrementaron su deuda en el periodo.
Puede que alguno de ustedes se esté preguntando por qué es un problema que se concentre todo el crédito nuevo en un único sector de la economía. La respuesta es simple: porque termina afectando a TODOS los sectores.
Vamos a explicarlo, tomando prestado un sencillo ejemplo que siempre utiliza el economista austriaco Juan Ramón Rallo. Imagine que inician la construcción de una urbanización cerca de su vivienda. Su espíritu emprendedor puede llevarle a abrir un bar/restaurante donde los obreros puedan ir a comer. O puede que ya tuviera ese bar montado y ahora disfrute de esta nueva clientela. En cualquiera de los casos, verá aumentar sus ingresos. Este aumento de ingresos implicará, generalmente, un mayor consumo. Podrá comprar, por ejemplo, más libros en su librería favorita. Con lo que el librero también se beneficia de la obra al ver aumentar sus ventas. Éste podrá comprar más camisas en las tiendas que frecuente. Y así, sucesivamente. Es fácil ver, por tanto, que la expansión crediticia, aunque esté destinada a un sector principalmente, termina filtrándose por toda la economía.
Veamos ahora qué sucede con la otra pata del sector privado: las empresas. Como hemos explicado en otras ocasiones, el auge crediticio tiende a concentrarse en los sectores más alejados del consumo presente, especialmente en inmuebles. De ahí, que las empresas inmobiliarias fueran las "niñas bonitas" de las bolsas durante la época del boom.
Sirva de ejemplo el siguiente gráfico, en el que aparece la evolución de Metrovacesa, Colonial y Urbas en los últimos años de burbuja. ¡¡Rentabilidades superiores al 1.000% en menos de 5 años!!
Los "Años Dorados" de nuestras inmobiliarias
Sin embargo, acabamos de ver que la expansión crediticia termina afectando al resto de sectores de la economía. Y es que, todas las empresas ven crecer sus beneficios. Los empresarios, alentados por estos mayores beneficios, inician procesos de expansión que les obliga a competir por los recursos con el resto de empresarios. Esto hace que suban los salarios y el precio de las materias primas. Los mayores salarios y la subida del precio de la vivienda, animan a los ciudadanos a aumentar el consumo. Con lo que los empresarios se reafirman en sus planes de inversión y solicitan préstamos para llevarlos a cabo. La secuencia de mayores beneficios, salarios, consumo, inflación y deuda se repite año tras año.
Además, esta subida de beneficios (y, normalmente, de dividendos) convierte en más atractiva la inversión en bolsa. Los ciudadanos se animan a invertir. Los analistas se apresuran a recomendar comprar. Los planes de pensiones y los fondos de inversión aumentan su ponderación en renta variable. Los agentes de las sucursales bancarias sólo recomiendan productos relacionados con la bolsa. Y las bolsas suben y suben...
El siguiente gráfico muestra la evolución del Índice General de la Bolsa de Madrid (blanco), el Índice General de la Bolsa de Irlanda (naranja) y el Índice General de la Bolsa de Atenas (amarillo), en los años previos a la crisis.
Se adueña de la sociedad una sensación de riqueza y euforia permanente. Los ciudadanos se auto-convencen de que el precio de las casas nunca baja. O de que la bolsa siempre sube. En España, nuestros políticos reclaman la entrada de nuestro país en el G-8 porque, supuestamente, somos también una gran potencia. Semanarios económicos de prestigio, como The Economist, hablan de los "milagros" de España e irlanda. Todo va como la seda.
Pero, de repente, las economías no pueden absorber más crédito. Cualquier noticia o rumor hace tambalear el castillo de naipes. Se empieza a hablar de las hipotecas subprime. De algún hedge fund en problemas. Los bancos comienzan a perder confianza entre ellos y se colapsa el crédito. Las viviendas inician su corrección. El sector inmobiliario sufre una espectacular caída de beneficios y, la mayoría, terminan quebrando por su elevado endeudamiento. Nuestras "niñas bonitas" ya no lo son tanto y se desploma el precio de sus acciones.
Se derrumbó el castillo de naipes
Pero el proceso no termina ahí, porque ya hemos visto que el crédito se filtró al resto de sectores. Los beneficios de todas las empresas caen. Éstas sufren porque también se endeudaron en la época de euforia.
Abandonan proyectos de inversión porque no son rentables, debido a la "nueva" realidad económica. En realidad, el crédito camuflaba la no viabilidad de estas inversiones. Tienen que vender activos "no estratégicos" (eufemismo donde los haya) y despedir trabajadores para poder subsistir. Ya no hay competencia por los recursos. Caen los salarios y el precio de las materias primas. En las noticias se habla de recesión y deflación. Los ciudadanos comienzan a vender sus acciones y sus participaciones en fondos de inversión. Los analistas, de repente, lo ven todo muy negativo. La gente de las sucursales nos habla de productos alternativos a la renta variable. Y las bolsas se desploman...
Índice General de Madrid, Irlanda y Atenas
Se comienza a hablar de depresión. El sector privado se encuentra completamente ahogado por el endeudamiento. La receta de la mayoría de economistas (y políticos) para solventar el problema, es aumentar el crédito sea como sea (deber ser que no estamos suficientemente endeudados) y/o que el sector público "tome el relevo". Como lo primero no funciona (los bancos están saneando sus balances), se toma la segunda vía. Y ya hemos comentado qué consecuencias tiene: más deuda, más impuestos, más ineficiencia, más crisis...
¿Y los bancos? ¿Por qué sufren tanto cuando llega la crisis? ¿Tiene razón de ser que los tengamos que rescatar cada vez que hay problemas? Todo esto lo veremos la próximos semana, cuando estudiemos al cuarto y último de los jinetes: "El Jinete de la Muerte".
Hasta pronto!
PD: Estimado lector, no se preocupe si le resulta complicado hilar unos "jinetes" con otros. En dos semanas, dedicaré un post a resumir la formación de los ciclos económicos, recordando el papel que juega cada uno de nuestros jinetes.