Desde al menos principios del siglo XX, cuando Norman Angells publicó su best-seller “La gran Ilusión”, se empezó a pensar que el comercio libre haría a las guerras menos atractivas, pues las ganancias de la conquista serían cada vez menos atractivas comparadas con la riqueza creada con el comercio. La cruenta Gran Guerra de 1914-19 demostró que esa tesis era ilusoria. Dicha guerra supuso el aniquilamiento de gran parte de Europa, y sus nefastos efectos propiciaron, 20 años más tarde, la Segunda Guerra Mundial - como pronosticó Keynes en su “Consecuencias económicas de La Paz”.
EEUU, el gran vencedor de la IIWW, diseñó una estrategia, feraz, de propulsar el comercio y la prosperidad entre los países, mientras se ocupaba de la Seguridad en los focos más enemistosos. Creo con sus aliados Instituciones internacionales, como el FMI o el Banco Mundial, bajo cuya paraguas se dio lugar a un estado de libre comercio ente la mayoría de los participantes, a la vez que la geoestrategia fue dominada la “Guerra fría” entre el poder Soviético de la URSS y EEUU, que señal repartieron sus ares de influencia.
De nuevo se llegó a creer que el libre comercio enriquecía a las naciones y les alejaba de la tentación de la Guerra.
Error, dice Krugman, a quien cedo la palabra:
Desafortunadamente, el autoritarismo ha estado aumentando en muchos países del mundo durante bastante tiempo. Eso se debe en parte a que algunas democracias frágiles se han derrumbado, en parte a que algunas autocracias, especialmente China, se han abierto económicamente, aunque no políticamente, y en parte a que algunas de estas autocracias (nuevamente, especialmente China) han experimentado un rápido crecimiento económico.
¿Qué pasa con la idea de que la creciente integración con la economía mundial sería en sí misma una fuerza para la democratización? Esa idea fue un pilar clave de la diplomacia económica en algunas naciones occidentales, en particular Alemania, que apostó fuertemente por la doctrina de Wandel durch Handel: la transformación a través del comercio.
Pero incluso una mirada a la Rusia de Vladimir Putin o la China de Xi Jinping muestra que esta doctrina ha fallado: China comenzó a abrirse al comercio internacional hace más de 40 años, Rusia hace 30 años, pero ninguno muestra signos de convertirse en una democracia o incluso en una nación. con un fuerte estado de derecho.
De hecho, la interdependencia internacional puede haber hecho más probable la guerra en curso en Ucrania. Obviamente, no es tonto sugerir que Putin esperaba que Europa aceptara la conquista de Kyiv debido a su dependencia del Gas Natural ruso.
Nuevamente, no estoy sugiriendo que la idea de paz a través del comercio sea completamente incorrecta. La guerra en el corazón de Europa se ha vuelto difícil de imaginar gracias a la integración económica; las guerras para asegurar el acceso a las materias primas parecen mucho menos probables de lo que alguna vez fueron.
Pero el sueño de una “paz comercial”, el sueño dibujado por Angell hace un siglo, definitivamente ha perdido mucha fuerza.
Hoy en día el mundo es mucho más inseguro que hace dos décadas. Mientras China crecía y prosperaba - gracias a la creencia de EEUU en la pacificación por el comercio -, no dejó de crear una fuerza militar superior a la de EEUU. Lo mismo hizo Rusia, tras perder la Guerra Fría y pasar dos décadas de postración. Ahora hay cuatro potencias nucleares (Rusia, China, Irán y Corea del Norte) capaces de aniquilar a su enemigo declarado (más o menos) EEUU, aunque éste respondiera con sus misiles nucleares. Es decir, la vida en el mundo podría desaparecer en un largo invierno nuclear sin vencedores ni vencidos.
Desde principios del XXI, el comercio como arma pacifista ha perdido vigor a la vez que la geoestrategia ha ganado y se ha impuesto. Los mercados hoy mismo están más o menos intervenidos, y algunos, como Putin, o Xi, intentan manipularlos para desestabilizar a Occidente, como el mismo Putin dice.
Por eso es tan difícil hacer predicciones fiables de los próximos años.
Esa paz ya no depende sólo de EEUU... como en la I Guerra Mundial, todos proclaman que no quieren desencadenar un invierno nuclear, pero todos tienen el dedo en el gatillo...
* del prefacio de La Gran Ilusión:
¿Cuáles son los motivos fundamentales que explican la actual rivalidad armamentística en Europa, en particular la anglo-alemana? Cada nación alega la necesidad de la defensa; pero esto implica que es probable que alguien ataque y, por lo tanto, tiene un presunto interés en hacerlo. ¿Cuáles son los motivos a los que cada Estado teme que sus vecinos puedan obedecer?
Se basan en el supuesto universal de que una nación, para encontrar salidas a la expansión de la población y al aumento de la industria, o simplemente para asegurar las mejores condiciones posibles para su pueblo, se ve necesariamente empujada a la expansión territorial y al ejercicio de la fuerza política contra otros ( Se supone que la competencia naval alemana es la expresión de la creciente necesidad de una población en expansión por un lugar más grande en el mundo, una necesidad que encontrará una realización en la conquista de las colonias inglesas o el comercio, a menos que estos sean defendidos); se supone, por lo tanto, que la prosperidad relativa de una nación está determinada en términos generales por su poder político; que las naciones siendo unidades competidoras, la ventaja, en última instancia, va al poseedor de la fuerza militar preponderante, yendo al muro el más débil, como en las otras formas de la lucha por la vida.
El autor desafía toda esta doctrina. Él [Pg x] intenta mostrar que pertenece a una etapa de desarrollo de la que hemos pasado; que el comercio y la industria de un pueblo ya no dependen de la expansión de sus fronteras políticas; que las fronteras políticas y económicas de una nación ya no coinciden necesariamente; que el poder militar es social y económicamente inútil, y no puede tener relación con la prosperidad del pueblo que lo ejerce; que es imposible que una nación se apodere por la fuerza de la riqueza o el comercio de otra, que se enriquezca subyugando o imponiendo su voluntad por la fuerza a otra; que, en suma, la guerra, aun cuando resulte victoriosa, ya no puede alcanzar los fines por los que se esfuerzan los pueblos.