Las bolsas, o en su caso, los índices de referencia de cada país, se van moviendo en función de la nueva información que los inversores van adquiriendo. Una vez que esta información está en poder de los inversores, estos transmiten dicha información en el mercado a través de decisiones de compra o de venta consiguiendo, en conjunto, que la bolsa suba o baje. Por su parte, para las acciones de las compañías que componen dichos índices, se podría aplicar semejante lógica; así, si una empresa sale en los titulares de prensa por temas relacionados con la corrupción —recientemente OHL o Indra—, lo normal es que su precio de cotización, al menos en el corto plazo, descienda. De hecho, tan importante es la información que el mercado va digiriendo, que hay quien piensa que si pone una bomba en el autobús de los jugadores del Borussia Dortmund, es de esperar que la cotización de las acciones de dicho equipo baje —que bajó en un primer momento— y conseguir de esta forma plusvalías.
Seguido de lo anterior, el mercado no siempre traduce la nueva información de la forma que esperan los inversores. Dentro de pocos días, concretamente el 8 de mayo, Donald Trump cumple su primer semestre como presidente electo de Estados Unidos. No obstante, antes de conseguir el billete que le mandaba derecho al Despacho Oval, era habitual leer este tipo de noticias en la prensa económica —y la no económica—:
Según advierte la
entidad británica Barclays en
un informe enviado ayer (31 de octubre de 2016) a los inversores, un triunfo de
Trump podría llevar a una caída de entre el 11% y el 13% en el S&P 500,
principal índice de la Bolsa americana y referencia para el resto de mercados
en el mundo.
Antes de que se produjera el Brexit, también se podían leer comentarios de este tipo:
Las acciones europeas
podrían perder casi un 25% de forma inmediata si el Reino Unido opta por abandonar
la Unión Europea.
Pero el mercado no ha
reaccionado, ni mucho menos, de la forma esperada. Es cierto que el programa de
Donald Trump no se está ejecutando como en un principio cabría esperar, o que
el Brexit todavía no está cerrado de manera definitiva —se inician negociaciones de hasta dos años de duración—, pero también es cierto
que los inversores manejan hoy una
información totalmente opuesta a la que manejaban días antes al 8 de noviembre
—elecciones en EEUU— o al 23 de junio
—referéndum sobre el Brexit—. El presente año tenemos muchos acontecimientos
políticos que pueden generar información influyente en los movimientos de los mercados. El 15 de marzo tuvieron lugar las elecciones en Holanda, con victoria
del europeísta Mark Rutte —no consiguió suficientes escaños para formar
gobierno, pero sí parece estar disipado el temor hacia el racista y
antieuropeísta Geert Wilders—; hace tres días, el 23 de abril, la primera
vuelta de las elecciones francesas con victoria del centrista Enmauel Macron;
en Alemania se elegirán los miembros del Parlamento Federal el 24 de septiembre
y en Inglaterra, por su parte, tendrán lugar las elecciones anticipadas el 8 de
junio. El riesgo geopolítico, pues, parece que estará presente durante algún
tiempo entre los inversores.
Con todo, es importante tener en
cuenta que los índices están compuestos por empresas, no por políticos. En
otras palabras, puede que determinadas decisiones políticas puedan influir en
el éxito o fracaso de alguna empresa en concreto, pero no en todas las empresas.
De hecho, el mapa que dibujan los principales índices de referencia desde las
elecciones estadounidenses es el siguiente (Ibex línea roja, S&P 500 línea
morada, CAC Francés línea verde y DAX Alemán línea azul):
Asimismo, el comportamiento del
Ibex-35 (rojo), S&P 500 (morado) y FTSE 100 (azúl) desde la votación del
Brexit se muestra en el siguiente gráfico:
Como se puede apreciar, los
principales índices de referencia han seguido una tendencia alcista a pesar de
los resultados de las elecciones en EEUU, o a pesar de que los británicos
decidieran abandonar la Unión Europea. Esto se explica, entre otras cosas, al
buen fondo del mercado en el que nos encontramos en la actualidad, con buenos
resultados empresariales y buenos datos macroeconómicos, empujando a los
inversores a olvidar rápidamente los acontecimientos políticos y ayudándoles a centrarse en lo que de verdad importa, los
modelos de negocio de las compañías. En consecuencia, lo correcto a la hora
de tomar las decisiones de inversión, no es tanto en focalizar el ojo del
huracán en si una determinada compañía puede sacar tajada de prebendas
políticas, sino de si es capaz, a través de los bienes y servicios que ofrece,
de generar valor para los demás. Es por ello por lo que, en general, la bolsa
sube cuando la economía va bien, y baja cuando entra en recesión. No se puede
olvidar, no obstante, los lazos con el poder político con los que sí cuentan
muchas empresas del Ibex-35 —por ejemplo, el sector de la construcción—, pero
la localización de activos (asset
allocation), o lo que es lo mismo, cómo debe de distribuir sus inversiones
un inversor, no debe centrarse en el contexto político, sino en el contexto
económico.