Como economista no me queda otro remedio que estar atento a lo que ocurre en el mundo dentro de mi ámbito y uno de esos aspectos es la evolución de la economía de los llamados “mercados emergentes”.
Desde hace aproximadamente dos años Kike Vázquez, mi colega que escribe para Cotizalia, sigue de cerca el declive de estas economías, muy especialmente la de China. Al principio fueron simples sospechas de que algo no iba bien, hasta desconfiar (con razón) de la veracidad de la información proporcionada por las autoridades económicas de ese país,… y concluir con las múltiples evidencias de que su economía está profundamente “subvencionada”, con una burbuja inmobiliaria que se sostiene con dinero público, con probablemente millones de viviendas sin poder ser absorbidas por el mercado.
Le agradezco a Kike Vázquez que fueran precisamente sus artículos los que me descubrieran que la economía de China no iba bien, y por extensión de otros países dentro de la denominación “economías o mercados emergentes”, pero muy especialmente el directo “China descarrila” de Octubre de 2011, aunque también otros más recientes como “China quiere dejar atrás el modelo “low cost”, o “¿Se está gestando un “Minsky moment” en China?”
Otros autores hablan de la misma cuestión aunque utilizando diferentes argumentos, como por ejemplo Daniel Lacalle. Conocido broker de la City escribe semanalmente para El Confidencial. Auto-declarado liberal en lo económico, es raro el artículo que escribe que se me pasa sin leer. Argumenta en “La parada en seco. El riesgo en mercados emergentes” que el problema de las economías emergentes está en conexión directa con la política financiera de los Estados Unidos. Concretamente indica que “ante la posibilidad de que los estímulos innecesarios de la Reserva Federal se reduzcan, hemos visto una oleada de retirada de fondos sin precedentes”, produciendo:
Pérdida ya de 81.000 millones de dólares de las reservas de sus bancos centrales mientras que aumentan las necesidades de financiación, dando como resultado que los déficits por cuenta corriente emitan señales de alarma.
La inflación excesiva y el desplome de las monedas locales han disparado los déficits por cuenta corriente en los países latinoamericanos, y otras zonas.
Los sucesivos “Quantitative Easing” norteamericanos ha inundado de crédito barato a esos países dotándolos de liquidez excesiva, a razón de 10.000 millones de dólares mensuales.
Con el anuncio de la retirada (parcial o no) de los estímulos a la economía norteamericana, los dólares en manos de estos países retornan a EE.UU. y otros países occidentales en busca de nuevas y mayores oportunidades de inversión, además de conseguir una reducción de los riesgos.
En realidad, la visión de crecimiento exponencial de esas economías emergentes que teníamos los economistas europeos y norteamericanos estaba completamente tergiversada, tal como indica Ricardo Hausman, profesor en la Universidad de Harvard, ex-economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo y ex-ministro de Planificación de Venezuela. Para este experto en “El fin de la fiesta de los mercados emergentes”, entre 2003 y 2011 el PIB en dólares a precios corrientes (es decir sin descontar la inflación) aumentó en un 35% acumulativo en EE.UU., un 32% en Reino Unido, un 36% en Japón y un 49% en Alemania, frente al 348% de Brasil, 346% de China, 331% de Rusia y 203% de India, los cuatro países BRIC.
Obviamente, estos incrementos del PIB no son reales. Estima que para el caso de Brasil sólo el 11% en ese período de años se debió efectivamente a la producción real (a precios constantes), mientras que el 89% restante fue consecuencia de un aumento del 222% de los precios en dólares, ya que los precios en la moneda local aumentaron mucho más rápidamente que los de EE.UU. y la tasa de cambio se apreció de forma importante. Para el resto de países BRIC se puede argumentar el mismo problema aunque con porcentajes dispares.
Eliminando el efecto inflación y el de los tipos de cambio, de media estas economías crecieron en términos reales del 2003 al 2011 en un 20%, repito, acumulativo.
Como bien indica este autor, los tres fenómenos que impulsaron el PIB nominal expresados en dólares (aumentos de la producción real, pero sobre todo el aumento en el precio relativo de las exportaciones y la apreciación del tipo de cambio real) no son factores inconexos. De hecho, “los países que crecen más rápidamente suelen experimentar una apreciación del tipo de cambio real, fenómeno conocido como el efecto Balassa-Samuelson”.
Al lector no se le puede escapar que si unimos ambos problemas (un crecimiento del PIB real en términos constantes y la salida de enormes cantidades de fondos como consecuencia de la retirada de la política monetaria expansiva de EE.UU.), podemos llegar a una conclusión muy preocupante: Estamos ante el fin de las llamadas economías emergentes.
No se trata de que estas economías desaparezcan de la faz de la Tierra, ni mucho menos, sino que perderán el papel que la economías más desarrolladas les habíamos atribuido como motores de la economía global, generadora de un incremento de la demanda mundial, etc., etc.
Hay un aspecto positivo para los países de la UE y EE.UU., como indica Daniel Lacalle, ya que los fondos de los BRIC irán a refugiarse a economías con menores riesgos y mayor rentabilidad. Se trata de un beneficio a corto plazo hasta que se revaloricen las monedas respectivas.
Sin embargo, el efecto es temporal y la contracción de la demanda de los mercados emergentes hace que todo el sistema se encamine hacia la desaceleración.
Por supuesto, se trata de un problema de gran calado en sí mismo, sin minusvalorar los potenciales graves efectos sociales que este parón en las economías de los países emergentes va a ocasionar, gran problema que ya tenemos encima.