Un acto, una ley, una política, tienen un conjunto de consecuencias. Toda la diferencia entre un mal y un buen economista es que el malo considera solo las consecuencias visibles, y el bueno tiene en cuenta también los efectos que no se ven a primera vista. - Fréderic Bastiat
(versión del clásico de Bastiat de la falacia del cristal roto)
Juan Pérez es el dueño de una panadería de barrio. Con esfuerzo ha ampliado poco a poco su negocio comprando un horno propio en el que ahora prepara muchas variedades de pan, bollos, y todo tipo de delicias. Hace poco cambió el escaparate antiguo de su panadería por un hermoso cristal diáfano que le permitía enseñar a los viandantes las maravillas que horneaba en su obrador.
Una noche unos gamberros rompieron el cristal. Cuando Juan llegó de madrugada para comenzar a hornear quedó desolado. Con la ayuda del resto de empleados de la panadería que iban llegando recogió los destrozos y con unas maderas que tenía en el almacén cubrió el cristal para evitar más daños y poder abrir la panadería.
Durante el día los clientes habituales de la panadería mostraban a Juan su pesar e indignación por lo ocurrido. Juan agradecía los comentarios afectuosos de sus clientes, y deseaba que la policía encontrase a los gamberros culpables de aquello. Y en tono algo más relajado, exclamaba que ojalá los cristales no se rompieran nunca.
Uno de sus clientes, D. Mal Economista, intentó también consolar a Juan explicándole que en realidad lo que había ocurrido era bueno para la economía. Un cristalero repondría el cristal, y de esa forma podría ganarse la vida él también. Al fin y al cabo, si los cristales no se rompieran nunca, ¿qué sería de los cristaleros? ¿Cómo se ganarían la vida?
– Todos esos cristales rotos significan en realidad trabajo para muchos cristaleros, que al igual que tú tienen familias – continuó D. Mal Economista–. Y con ese dinero que ganan compran ropa, pagan los colegios… y también compran pan en las panaderías. Como ves, en realidad, que los cristales se rompan es bueno.
Aunque Juan agradeció la intención de D. Mal Economista, no acababa de ver claro aquello. Algo no encajaba del todo.
Y lo que no encajaba es que la argumentación de D. Mal Economista, bien intencionada para consolar a Juan, es un sofisma que solo tiene en cuenta lo que se ve: que los cristales se rompan permite a los cristaleros ganarse la vida y ser un eslabón más de la economía.
Pero el buen economista se esfuerza en ver más allá y fijarse en las consecuencias que no son inmediatas. El cristal le va a costar a Juan 3.000€. Si los cristales no se rompieran, si el suyo no lo hubieran roto los gamberros, podría invertir los 3.000€ en otras cosas. De hecho Juan estaba pensando en comprar un segundo horno para ampliar el negocio. Ahora no podrá hacerlo. Esto es una parte de lo que no se ve.
El buen economista también se fija en que la rotura del cristal ha hecho desaparecer el valor de ese cristal. Hagamos la cuentas:
Antes de romperse el cristal, Juan tenía un cristal y 3.000€ ahorrados. Como el cristal se rompió, ahora tiene un nuevo cristal, sí, pero ya no tiene horno. Esto es la segunda parte delo que no se ve.
Si aún no le he convencido, déjeme poner el argumento cambiando el personaje principal. El protagonista es ahora usted en su casa. Su hijo, jugando al fútbol en el salón, rompe sin querer una ventana de un balonazo. La reparación le va a costar 300€. Si no se hubiera roto el cristal, usted pensaba comprar un libro, unos pantalones, una chaqueta, un jersey para el niño y salir a cenar. Ahora no podrá hacer nada de eso.
Por último, si los cristales no se rompieran, ¿qué pasaría con los cristaleros? Seguro que a estas alturas ya le parece claro que tendrían que cambiar de trabajo. Porque la gente en lugar de gastar su dinero en arreglar cristales se lo gastará en cualquier otra cosa que libremente deseen. Pero fíjese, es importante, en que no tienen por qué quedarse en el paro sin trabajo. Tendrán otras oportunidades de trabajo, porque todo ese dinero ahorrado en no arreglar cristales está disponible ahora para comprar hornos, libros, pantalones, chaquetas, o ir a cenar…