Para los ahorradores asiáticos, la política monetaria superexpansiva europea es una pésima noticia. Un efecto inmediato de estas medidas, por ejemplo, está siendo la depreciación del Euro ("Under Water", según apuntaba Reuters hoy en sus crónicas). El Yuan chino, sin ir más lejos, ha experimentado esta mañana una apreciación superior al 1,5%. Esto es extraordinariamente excepcional en una economía con un tipo de cambio quasi fijo como la china. Y significa, también, que quien haya cambiado yuanes en julio para comprar bonos europeos, y quiera cambiar esos euros de vuelta, acumula ya una pérdidas bastante notables.
La devaluación del Euro, además, perjudica las exportaciones de países como China. Aunque, por otra parte, abarata las inversiones que el gigante asiático tiene previsto acometer en suelo europeo. Por España, sin ir más lejos, el interés del inversor chino es ahora mismo máximo. Pero sigue habiendo cierto proteccionismo y desconfianza hacia las inversiones chinas. China, por su parte, desconfía desde hace tiempo de los bonos y quiere localizar su ahorro en economía real. Empezó desconfiando del Dólar, y compró euros, pero Mario Draghi ha terminado de destrozar su confianza en cualquier cosa que se parezca a un banco central.
En cualquier caso, y volviendo al ahorro, lo del Banco Central Europeo es una monetización de las deudas. Europa se endeuda, y el BCE imprime dinero para pagar esos pasivos, ya sean del sector público o privado. Y quien más perjudicados salen de todo esto, como hemos dicho antes, son ahorradores como los asiáticos. Salvo Japón que, como todo el mundo sabe, también mantiene una superexpansión monetaria récord. El Yen se deprecia "competitivamente" frente al Dólar hasta mínimos de los últimos cinco años. Y ha hecho la proeza, también, de depreciarse hoy viernes contra el Euro. La guerra comercial de divisas es una segunda derivada que conviene seguir teniendo presente como hemos podido escuchar en algunas reuniones del G-20.