Un declaración de República Independiente este viernes, intención de algunos miembros del Govern, sería algo difícil de gestionar por el Gobierno. Por otra parte dejaría bien claro a los buenistas de Madrid - encabezados por Soraya - que no cabe otra que la dureza en este conflicto. Éstos querían meter en el cajón el 155 a la menor muestra de blandeza de Puigdemont, lo que ha tenido que desmentir el mismo Rajoy a través de la Secretaria de Comunicación.
Blandeza, de todos modos, no hay ninguna; les importa una higa haberse cargado en un par de semanas, el 30% del capital formado en dos generaciones. Sólo la locura es su consejera. Hace mucho que volaron los puentes, por obra exclusiva de ellos. Es más, si siguen adelante, los efectos se contagiarán al resto de España, como ya se está notando. Como he repetido una y otra vez, España se juega el ser o no ser. Por muy duro que pueda ser aplicar la ley del 155, cualquier otra opción es peor, mucho peor, pues empezaría por la desintegración del Estado. Por eso es deprimente ver al gobierno, y a éste del PSOE, dividido sobre cómo actuar.
Permítanme citar un párrafo de Jesus Cacho, en el artículo citado antes:
A esto se enfrenta España. Una especie de invasión interior que en forma de tenaza -la nacionalista de JxSí y la izquierda revolucionaria de CUP y Podemos- pretende hacer añicos cinco siglos de historia compartida, arramblando con las mejores cuatro últimas décadas de paz y prosperidad que ha conocido España. Y ante reto semejante solo caben dos soluciones, tanto por parte del Gobierno de la nación, que va de suyo, como de los ciudadanos conscientes de la importancia del envite: aceptar la humillación y asumir los costes de una rendición sin lucha, o plantarle cara al verdugo, hacer frente al desafío y derrotarlo con la ley en la mano, con la sola Ley, con todo el peso de la Ley, y trabajar duro para hacer de Cataluña y del resto de España un país en el que merezca la pena vivir y del que uno se pueda sentir razonablemente satisfecho. Recuperar Cataluña para la democracia liberal que hace posible esa “igualdad en la que todos pueden ser diferentes sin temor, bajo una misma ley compartida” (Odo Marquard).
¿Pero es España un país democrático que vale la pena defender? En Hugo Ferrer tenemos un articulo esclarecedor que nos dice que los expertos más destacados del mundo en Democracia y Libertad ponen a España en los puestos más altos de la clasificación mundial. Solemos ser muy críticos con nuestra democracia, yo el primero, pero es la que tenemos. Para reformarla hay que partir de ésta. Además, la principal debilidad la representa Cataluña, y no es más que la tendencia centrífuga. Necesitamos reformar el título VIII en el sentido opuesto al que las CCAA se han tomado por su mano. Si no es así, España será ingobernable, como ya lo es en Cataluña.
Que el Gobierno ganara esta batalla allí nos daría esperanza de que en el resto sería posible.