El mes pasado ya comenté el drama que estaba viviendo el comercio minorista en España en el post “Drama minorista”: 32 meses consecutivos de caídas de las ventas en tasa interanual (comparando un mes con el mismo del año anterior) y 55 meses destruyendo son datos de emergencia nacional como no puede ser de otra manera.
Ahora llegan los datos de marzo y más de lo mismo. Se suma un mes más a la dramática estadística anterior: 33 meses consecutivos de caídas de las ventas en tasa interanual y 56 meses de destrucción de puestos de trabajo.
El índice general de las ventas cae un 10,9%. Si se eliminan los efectos estacionales y de calendario, la tasa anual registra una variación del –8,9%, un punto y dos décimas inferior a la de febrero. Las que peor parte se llevan son las empresas más débiles, las más pequeñas. Las ventas de las empresas unilocalizadas caen un 14,1%. La caída de estas empresas eliminando los efectos estacionales es del 10,9%. Luego tenemos la caída de las pequeñas empresas que es del 12,7% (9,2% índice desestacionalizado).
Lo dicho, un drama en el que creo que se reflejan casi todo nuestros malos a nivel económico.
Sin consumo, sin crédito, sin creación de empleo, con el aumento de desempleados y con la continua caída del número de puestos de trabajo, nuestra situación es como he comentado al principio de emergencia nacional. Dar la vuelta a esta tendencia es básico y fundamental para empezar a tener algo de esperanza en la recuperación económica del país. Además, la ayuda a los más pequeños se hace indispensable para empezar a revertir la dramática situación de nuestro comercio minorista. Yo lo vivo muy de cerca y es frustrante cómo todos los meses las ventas del negocio familiar caen y las “ayudas” brillan por su ausencia (no se pide nada del otro mundo, se pide algo de crédito el cual se devolverá con intereses).
Lo todavía más dramático en esta situación no es que la caída de ingresos suponga reducir los beneficios al mínimos de las pymes (las más indefensas en este terreno del comercio minorista). Lo peor de esta situación es que desde hace mucho meses, se está trabajando para perder dinero. No se llega ni siquiera con el nivel de ventas a pagar los gatos fijos que tienen muchas pequeñas empresas lo cual es sangrante. Las deudas con proveedores aumentan sin apenas esperanza para poder pagarlas a no ser que exista una especie de milagro económico. El colmo por tanto está en trabajar para perder dinero. Esta situación es todavía peor que trabajar gratis.
Está claro que todos debemos espabilar y adaptarnos a la nueva realidad económica que vivimos. Pero con la caída de las ventas durante 33 meses consecutivos y con la destrucción de puestos de trabajo durante 56 meses ininterrumpidos, ¿quién lo puede aguantar?