Solemos ser implacables al juzgar nuestras propias acciones con el paso del tiempo, sin vacilación nos atribuimos lo que consideramos errores que cometimos en el pasado. Y es que solemos pasar por alto factores fundamentales a considerar: el tiempo y los cambios que producen otros casi infinitos actuantes.
En nuestra ecuación de comportamiento:
Circunstancias -->Información --> Decisión --> Acción
Pasa el tiempo y nos decimos que nos hemos equivocado comprando aquella casa, casándonos, divorciándonos, teniendo hijos, invirtiendo en tal o cual asunto, estudiando tal carrera, decantándonos por tal oficio… Nuestra falta de generosidad y piedad con nosotros mismos es abrumadora, porque tenemos la mala costumbre de comparar lo hecho en el pasado con sus resultados futuros como si los saberes y circunstancias futuras las hubiéramos podidos tener en el pasado.
Esto es fruto de nuestra fatal arrogancia, de imponernos a nosotros mismos el deber de controlar todos los aspectos futuros de lo que hemos decidido, sin tener en cuenta otras circunstancias sobrevenidas, un mundo de elasticidad e incertidumbres que nos sitúan como pequeñas piezas que actúan pero que no son dioses omniscientes que controlan todo.
Cometemos menos errores de los que nos atribuimos, operamos con la información que tenemos y sufrimos los avatares de aquello que esta vivo cambiando con el tiempo.
De tal manera que efectivamente podemos cometer un error por no haber analizado suficientemente la información disponible o habiéndonos dejado llevar por una intuición de nuestro cerebro rápido y al final, y a pesar de nuestros errores, resulta ser… ¡un éxito! porque han surgido con el tiempo nuevos factores que han enderezado nuestro mal trazado camino hacia la meta correcta. Eso es la suerte.
También hubiéramos podido nacer en una aldea de Mali en una familia cuya única propiedad fueran dos cabras. O nacer cojos. O en la Edad Media. O en el año 2500. ¿Es esto mala o buena suerte?. No, es nuestra vida, la única que tenemos, son las cartas con las que tenemos que jugar esta partida. Y haremos lo que tratan de hacer los humanos: Mejorar su situación de inicio. Se trata de esta vida o nada, no de esta u otra ideal que solo existe en ensoñaciones imaginarias. “Si yo hubiera nacido faraón” no es un planteamiento alternativo.
Sin autorreproches, sin lamentos, mirando al horizonte que van dibujar nuestros pasos con los tropezones que se vayan presentando.
Construir un entramado ideológico basado en el resentimiento y la envidia por la suerte de otros es desperdiciar lo que tenemos igual ricos y pobres, altos y bajos, melenudos y calvos…: el tiempo, nuestra vida, cada uno la suya.
Conocer el pasado y controlar el presente no nos garantiza el futuro pero nos prepara para soportar los palos y suaviza los ruidos de la euforia.
— Todo esto es lo que me dijo el psicólogo cuando lo soltaron. No parece que estuviera tan loco.
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