A pesar de esta argumentación, acaban de saltar las contradicciones de la teoría
económica en relación a la evolución de los precios nada más saberse que tenemos una
tasa de inflación negativa en términos interanuales, es decir “deflación”.
Recordar que este argumento venía en relación a nuestra imposibilidad de manipular los
tipos de cambio, receta clásica durante la segunda mitad del siglo pasado, y ante la
imposibilidad de conseguir altas tasas de incremento de la productividad al menos a corto
o medio plazo.
En este sentido, me gustaría indicar que desde que estos argumentos fueron hechos
públicos por Krugman, no han sobrado personas que defendían una contención de los
gastos salariales como medio para salir de la crisis, dejándo de lado la cuestión de los
precios de los bienes y servicios en la economía.
Si bien es cierto que el componente de costes laborales puede ser importante en el
cómputo del coste total de cualquier bien o servicio, no es menos cierto que una
minoración de las rentas de las economías domésticas supone una reducción directa del
consumo interno. Si a esto sumamos una mayor presión fiscal por parte de todas las
administraciones públicas, tenemos como resultado una tasa de consumo que es
equiparable al nivel que teníamos a mediados de los años 80. Todo ello, como se ve, muy
negativo para nuestra economía.
Para los no expertos en esta materia, recordarles que la inflación en la economía significa
directamente que los ahorros de las personas cada día tienen menos valor (entre ellos los
ahorros que los pensionistas han podido reunir en toda su vida laboral, no lo olvidemos), y
es un revulsivo para que las personas destinen ese dinero al consumo. Por tanto, es un
arma en contra de los ahorradores y un aliciente para los “manirrotos”. Todo un
despliegue de buenas intenciones, como se ve.
Por otro lado, que una economía tenga una inflación, digamos, más o menos importante,
significa que se produce una mejora en la relación deuda/PIB que tanto preocupa al
gobierno. Una deuda que cada vez “vale” menos, junto a unos impuestos crecientes, es
justo la receta que justifica el despilfarro y la ineficacia permanente.
¿Por qué tanto temor a la deflación?
Desde siempre se argumenta que una economía con tasas de decrecimiento de los
precios conlleva necesariamente una reducción del consumo per se, ya que el
consumidor entiende que esperando el tiempo necesario conseguirá esos bienes o
servicios a un menor precio. Esa reducción de consumo conlleva una minoración de la
producción y ésta a su vez un incremento de la tasa de desempleo.