El primer tweet del magnate de las finanzas Carl Icahn fue “Twitter is great. I like it almost as much as like Dell.” (Twitter es grande. Me gusta casi tanto como Dell). Desde entonces no se ha callado. En cada nueva cruzada de este defensor del accionista, Twitter es su campo de batalla preferido. Le ha servido para cambiar las normas estratégicas de Apple, defender a Herbalifeo reclamar la separación de PayPal del negocio de eBay.
Como en una película, cada vez que Icahn escribe en menos de 140 caracteres, los pequeños especuladores abren el terminal y revisan el ticker de la acción que ha comentado. Si conviene, compran. El dinero inteligente señala el camino, el smart money habla e indica la buena dirección. ¿Por qué hay que esperar a las cartas anuales de Warren Buffett, en una página que no se renovó desde la invención de Internet, si en las redes sociales y la Web 2.0 hay los conocimientos de los expertos que nos harán millonarios?
Creer en el smart money significa abandonar la Hipótesis del Mercado Eficiente. Esta considera que en el mercado de capitales la información está repartida uniformemente, entre todos los participantes. Gestores de fondos de inversión, bancos o pequeños especuladores; todos tienen las mismas armas que les llevan a comprar o vender. Al estar en paridad de condiciones, los precios de las acciones incorporan inmediatamente toda la información financiera de la compañía. La bolsa debería ser un mercado tranquilo sin ganadores consistentes.
La entrada en escena del dinero inteligente es una bofetada a la cara de los defensores de la Hipótesis. Las inversiones más pícaras del mercado provienen de varias fuentes y son las aventajadas de su clase. Para seleccionar un valor hay un trabajo de campo previo en manos de muchas personas y se basa en una cantidad de datos que raya la información privilegiada. Estas características dejan el concepto de "uniformidad de la información” en un chiste.
El Director Financiero de Coca-Cola, podría ser un ejemplo: además de encontrarse en la categoría de insider dispone también de un abanico de instrumentos que le guían a la hora de invertir en compañías de bebidas refrescantes, con más éxito que un simple aficionado. Pero entre todos los actores etiquetados como smart money los más venerados y temidos son los hedge funds, descritos con precisión en el libro de Maneet Ahuja: “The Alpha Masters: Unlocking the Genius of the World’s Top Hedge Funds”.
Los hedge funds en la Web 2.0
John Hempton, gestor de Bronte Capital, tiene un blog. Los documentos on line de Christopher Begg, en la página de East Coast Asset Management, son una mezcla entre filosofía e historia. Y Jim Chanos tiene una silla asignada en las tertulias de la cadena de información económica CNBC. Pero, a pesar de la presencia habitual de estos gestores de hedge funds en los medios, de sus operaciones no sabemos ni la mitad.
Hay una falsa sensación de disponibilidad del smart money que ha aumentado en los últimos años. La celebración de congresos de inversiones también ha propiciado este sentimiento. El Value Investing Congress, la Robin Hood Conference contra la pobreza o la Ira Sohn contra el cáncer infantil son el speed dating de las finanzas, dónde los especialistas cuentan sus ideas y los oyentes toman apuntes, escriben en el Twitter y, si también se enamoran de la explicación, invierten.
Estos congresos podría percibirse como una muestra de vanidad de los gestores de los hedge funds y no como una lección magistral a los aficionados de las finanzas. Después de años de operaciones opacas, escondidas detrás de portales web de diseño obsoleto e informes legales publicados con meses de retraso, necesitan una manera de contar al mundo sus genialidades.
El ejemplo ideal de ese perfil es George Soros; aunque el hungaro apunta más alto. Él no va a conferencias con finalidades benéficas, él cuenta sus soluciones macroeconómicas en Davos. No le gusta que le conozcan por ser "el especulador de la libra esterlina", pero fue, y es, la excusa perfecta para continuar publicando libros aleccionadores, con carácter "científico", sobre el sistema financiero, como el complicado “The Alchemy of Finance: Reading the Mind of the Market”.
Seguir las operaciones de Soros es más complicado que entender las de David Einhorn, aunque él también tiene su propia publicación, basada en una inversión real contra una empresa financiera acusada de ser una farsa: “Fooling Some of the People All of the Time”. El gestor de Greenlight Capital sintió la necesidad de contar una larga historia de decepciones y éxitos pero, en cambio, no le gustó que lo hicieran otros. Y mucho menos por anticipado. Hace unos meses su entidad se escandalizó, y casi llegó a los tribunales, porque un blogger rebeló la posición de su hedge fund en Micron.
Cuando Carl Icahn habla, necesita que le escuchen. Atraer inversores a su causa aumenta los beneficios de su cartera. Lo mismo pasa cuando otros financieros abren la boca en público. La creencia en el valor del smart money es un pez que se muerde la cola: el nivel de impacto de un mensaje electrónico eleva también el éxito de su emisor. Si hay una buena multitud de inocentes, que creen en los milagros de la web 2.0, las redes sociales irán cargadas de tweets con muy "buenas intenciones".