Gracias a una sentencia del Tribunal Constitucional al recurso de Cataluña, se ha anulado la ley del 2013 de Unidad de Mercado. Volvemos a tener 17 territorios con sus propias normas arbitrarias y desconexas. Gracia a la ley, cualquier empresa residente en un territorio no estaba obligada más que a las normas de ese territorio.
No es que fuera una ley para tirar cohetes. No restablecía La supremacía del parlamento nacional, lo que obligaba a ganar terreno centralizado a basa se guerrillas. En todo caso, el TC ha echado esto por tierra dando la razón a Cataluña, que presentó recurso de inconstitucionalidad, lo que le fue concedido. Aleluya. Ya estamos otra vez decididamente fragmentados, lo que invita a las empresas a expandirse por el mundo civilizado, antes que someterse a la tortura de tener 17 legislaciones distintas para el mismo producto. Es fenomenal en un país en el que la inversión no despega, la productividad avanza rampando, y las empresa pequeñas encuentran cientos de dificultades para crecer. 17 legislaciones fiscales y demás regulaciones sobre su actividad, 17 leyes ecológicas, etc, en fin, no es para animarse. Luego dicen que en España no hay espíritu empresarial. No será porque no le echamos el lazo al cuello con entusiasmo.
España es un extraño país federal, pero sin gobierno federal que coordine todo. ¿O es un país confederal, pero sin haberse puesto de acuerdo qué poderes son de la confederación? En fin, una cosa sin pies ni cabeza, que sigue expandiéndose de manera deforme como el Cosmos, sin freno, pero sin pausa. Según Stephen Hawkins, a este mundo le quedan como mucho cien años de vigencia, dadas las leyes por él descubiertas. Pero a España me temo que le quedan menos.