“With your feet on the air and your head on the ground | Try this trick and spin it, yeah | Your head will collapse | But there’s nothing in it |And you’ll ask yourself | Where is my mind?” – extracto de la canción “Where is my mind?” de Pixies.
Vamos a hacernos un favor: vamos a hablar claro. De otra manera, si seguimos así, acabaremos haciéndonos daño. Ya es hora que alguno dé el paso porque de Falciani y falsarios está el mundo lleno. Y nosotros, por nuestra relación, nos debemos, como mínimo, sinceridad.
En algún lado hemos dejado olvidada la moralidad y la libertad y la hemos revestido de esa demagogia que hoy nos abriga y que tanto aplaudimos sin pararnos a pensar en las consecuencias que implica. Quizá no lo pensemos por miedo a ser señalados o rechazados. No obstante, es preciso que nos detengamos a valorar, siquiera por un segundo, si nuestro proceder es el correcto y si queremos que estos “valores” sean legado para nuestros hijos.
La persecución del delito es obligada. En eso, estamos de acuerdo. Ahora bien, publicar nombres y cifras de propios y extraños sin saber quien ha delinquido y quien no eso no es investigación, eso es morbo. Morbo que se enfrenta con derechos tan sagrados como la libertad y la privacidad. A ver si no podemos tener nuestro dinero declarado en la parte del mundo que más nos apetezca. A ver si no vamos a ser libres de decidir, por nosotros mismos, donde vivir si queremos lograr con ello una mejor eficiencia fiscal.
¿Queremos que la mayoría de impuestos de cuantos españoles hay por el mundo tributen en nuestro territorio? A priori muy sencillo: competencia fiscal. Con más dinero en los bolsillos de particulares y empresas habría, seguro, más consumo, inversión y empleo (tan necesario) y un deseo unánime por contribuir a la causa. Ahora bien con prácticas fiscales próximas a las practicadas por el villano Rey Juan de Robin Hood resulta obvio buscar sistemas en los que más del 50% de tus ingresos no sean confiscados. Y no por ello estás delinquiendo.
Airear lo que uno tiene en su cuenta corriente no creo que sea del agrado de nadie. Y puede que lo sucedido invite a la reflexión.
Mientras nos perdemos en divagaciones y debates descalificatorios la realidad reclama nuestra atención para que enfoquemos y aportemos soluciones. Así, Natixis Global Assset Management publicó los resultados de la actualización de su Índice Mundial de Jubilación en que, como no podría ser de otro modo, España cae hasta el puesto 55.
Fuente: http://ngam.natixis.com/docs/802/482/CC46-0115%20G...
Pero el ruido no es sólo de un lado. Como todo en la vida, la responsabilidad sobre el futuro la tienen las partes que actúan en el presente. De este modo, ayer la prensa publicaba la siguiente noticia: “Bancos amenazan con bloquear cuentas si no se informa de la actividad profesional“. Y añade al titular: Apoyados en la ley antiblanqueo de 5 de mayo de 2014, algunas entidades financieras amenazan a sus clientes con bloquear el acceso a sus cuentas corrientes si no se les informa (vía nómina, certificado de empresa o vida laboral de la Seguridad Social) de su actividad profesional. Una exigencia que no viene del Banco de España y que la ley solo establece para clientes “sospechosos”.
A la luz de lo comentado al principio, sospechosos somos todos. Así que entre unos que, a lo mejor por temor, buscarán ahora mejor refugio que la banca para sus ingresos y, los otros que, por celo administrativo, prefieren vetar titularidades puede que estemos ante el principio del fin de la banca como la conocíamos hasta ahora. Sin duda, el cambio de paradigma también debe imponerse en este sector.
Como ya he señalado en otras ocasiones, la entrada de agentes no financieros en el sector bancario está ganando aceptación entre los clientes de banca. Teoría que viene reforzada por el gráfico que sigue:
Fuente: http://www.finextra.com/finextra-downloads/Surveys...
Vamos a hacernos un favor, huyamos de los titulares cargados de demagogia y centrémonos en nosotros. Hagamos aquello que es tan debido como incómodo (¿puede ser de otra manera acaso?): tomemos las riendas, demos el paso y planifiquemos independientemente del entorno. Principalmente porque es inestable y en nuestro país caduca a los 4 años o a los 3 o antes y a nadie les preocupa, aunque llenen periódicos aparentando lo contrario, ni como estamos hoy ni como estaremos en los próximos años.