"Soy un liberal, pero no en el mismo sentido como se conoce ahora" sorprendía Christian Felber, ante un público entregado y absorto ante su exposición llena de citas y diversos autores que sostenían sus ideas. Agradeció el interés de los asistentes y lamentó no poder hacer llegar su teoría de “La Economía del Bien Común” a los oyentes que habían quedado fuera.
Felber es la imagen visible de un fenómeno que empezó con la publicación de su libro, que lleva el mismo nombre de la conferencia, hace más de tres años. Desde entonces, el nuevo paradigma económico incubado en Austria se ha extendido por todo el planeta. En España los "campos de energía", como llaman a los grupos locales, se han desplegado desde Cantabria hasta Cataluña a través de voluntarios individuales y las primeras empresas que trabajan según su concepto.
El pasado martes 11 de diciembre el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) aprovechó la obtención del certificado de Responsabilidad Social para invitar al autor de la "Economía del Bien Común" a hacer una reflexión sobre el cambio que él promueve. La sala de conferencias del IDEC-Universitat Pompeu Fabra reunió una multitud de asistentes interesados en este nuevo orden social.
Christian Felber comenzó su discurso con la denuncia del uso que tienen el dinero en la actualidad. Hacer beneficios y acumular capital son las respuestas de los estudiantes a la pregunta "¿Cuál es el objetivo de la economía?". Esta es la demostración práctica de que se ha confundido un instrumento financiero con un objetivo vital, una denuncia que también hacía el filósofo Aristóteles, hace más de dos mil años. "Una economía que sólo aspira al beneficio es antinatural" ya decía el pensador griego mediante su tratado de Política.
Con Adam Smith, autor de la "Riqueza de las Naciones", empezó todo. Puso las bases del capitalismo y es el modelo que se ha seguido hasta la actualidad. Las grandes multinacionales, como Philip Morris decía Felber, defienden el capitalismo. No obstante, estas grandes corporaciones no se parecen a los artesanos que definía el escocés con sus teorías de 1776. Las empresas ya no son pequeños talleres que producen clavos, sino que son gigantes propiedad de accionistas individuales efímeros, que tienen como objetivo acumular más y más riqueza.
La economía debe servir al bien común. Esta es la máxima que alcanza Felber, a través de diversos tratados, empezando por lo que postula la Constitución de Baviera sobre el uso de la economía. El mercado capitalista, como lo conocemos, se sustituirá por un mercado de valores donde prevalezcan las relaciones humanas, más que el afán de lucro y la constante competencia; las reglas que guían el mundo de los negocios actuales. Para conseguir una sociedad feliz las empresas deben comportarse correctamente. Cumplir un Balance Ético, decía el conferenciante. Las compañías solidarias, que muestren un respeto para las personas, así como por el medio ambiente, deben ser compensadas por los estados con excepciones fiscales y ser bien vistas por los consumidores.
Esta es su idea de liberalismo: Aplicar una economía suficientemente humana como para lograr que todos los individuos tengan las mismas oportunidades, derechos y libertades. Una sociedad que no distinga a las personas según sus riquezas. Esto descarta la existencia de millonarios que compren equipos de fútbol o cadenas de televisión. O peor aún: "Aquí tenemos reyes!", exclamó un asistente. En cambio, nadie osó mencionar el uso exclusivo de espacios públicos, como el mismo museo patrocinador del acto, para celebrar bodas al más estilo de Bollywood.