El gobierno chino ha comunicado que su crecimiento será menor de lo previsto, entre un 6,5 y un 7% cuando en los últimos años venía creciendo una media en torno al 10%, recortando más de 5 millones de puestos de trabajo públicos. Y es que, desde el desplome de la bolsa china a principios de año, se está haciendo más notorio que nunca que el autocontrol que el gobierno chino, y los países socialistas en general, ejercen sobre la producción nacional es cada vez más ineficiente. Si el Estado tiene un grado de control autoritario sobre el mercado interior, de manera que establece lo que se oferta y en qué cantidad se oferta (independientemente de la demanda), sólo en función del reporte del valor agregado que dicho producto reportará a la economía nacional, no permitirá que aquellos sectores sobredimensionados o simplemente no rentables en términos oferta-demanda se reestructuren y ajusten a la realidad económica del país, y sí, nos referimos sobre todo al sector de la construcción.
El sector de la construcción en China ha crecido exponencialmente en los últimos años, así como ya sucedió en Occidente. Sin embargo, la burbuja inmobiliaria aún no ha estallado en el país chino y lo más preocupante es que, tras la caída de la bolsa, muchos inversores se están refugiando en los precios de la vivienda para especular y obtener así rentabilidades. Pero dada la evolución desmesurada del sector, es necesario que se haga un ajuste urgente que devuelva los precios a una imagen realista.
Analizando los datos, desde la llegada del nuevo milenio las áreas de suelo en construcción han aumentado casi en ocho veces, con un aumento anual medio de más de un 15%.
Gracias a lo cual, el número de empresas del sector creció de menos de 50.000 a más 80.000 entre 2003 y 2014 y el número de empleados en el sector se acerca al doble en apenas 10 años.
Esto ha permitido al imperio del sol aumentar su PIB en más de un 46% en sólo 5 años, de hecho el sector de la construcción chino generó en 2014 (último año de referencia provista por la oficina nacional de estadística china) más de 2.500 miles de millones de euros (unos 17.500 miles de millones de yuanes chinos), cuando apenas 15 años antes la cifra apenas sobrepasaba los 150 mil millones de euros (15 veces menos).
Con estos datos, ¿qué gobierno en el mundo se atrevería a echar mano del alfiler y pinchar la burbuja?, Sin embargo, en algún momento, como ya se vio en la economías occidentales gracias a la propia acción de los mercados, China, y en concreto el Estado chino que es el que controla el mercado nacional, deberá tomar medidas para afrontar la situación real del país. Medidas, que tras el anuncio de la semana pasada (y el fin de la política del hijo único, que permitirá según las estimaciones elevar el número de la población en 45 millones en 2020) podrían hacernos pensar que se buscan ajustar la producción inmobiliaria y la demanda agregada, pero ante la tendencia actual, donde el mercado crece más de un 20% cada año, el ajuste se queda más que corto. Por esta razón, y ante la exagerada evolución del sector de la construcción chino, sería necesario que el Estado chino dejase de intervenir en la producción nacional, para que ésta pudiese regularse por sí misma restringiéndose hasta valores óptimos y coherentes, y que este proceso pueda hacerse de la manera más moderada posible para suavizar el impacto que sin duda tendrá en los mercados globales, y haga retornar así la economía china a una imagen fidedigna, sin maquillajes y que permita corregir las ineficiencias existentes.