La informática es una ciencia que cuenta tan solo con unas décadas de experiencia. Si la comparamos con la arquitectura o la metalurgia podríamos decir que está en su más tierna infancia y por eso sufrimos más errores y gazapos de los que nos gustaría en las aplicaciones que utilizamos habitualmente, ¿quién no ha tenido que reiniciar o instalar una versión nueva para solucionar un problema en su ordenador?
Pero afortunadamente toda ciencia evoluciona y la informática no es ninguna excepción. Entre todas las técnicas y estrategias que se han desarrollado para minimizar los errores, en este artículo voy a hablar de la que posiblemente sea la más general de todas y que además tiene mucho que ver con la libertad: el software libre y el código abierto, que, para ser preciso, se trata más bien de una filosofía que de una técnica o estrategia.
Uno de los primeros precedentes de esta filosofía lo sentó la industria del automóvil estadounidense a principios del siglo pasado cuando la mayoría de los fabricantes de automóviles, liderados por Henry Ford, acordaron compartir abiertamente sus patentes y sin intercambio monetario alguno entre ellos. De forma similar, durante los años 50 y 60 del siglo XX la práctica habitual entre los investigadores y académicos era la distribución más o menos libre del código fuente junto con el software para que los usuarios pudieran corregir errores o añadir sus propias funcionalidades. Fue a finales de los años 70 y principios de los 80 cuando la industria comenzó a restringir el acceso al código fuente y, además, a cobrar por licencias de uso.
Esta filosofía cerrada era la predominante cuando se produjo la explosión en el uso de ordenadores y en el desarrollo de infinidad de aplicaciones de software durante los años 80 y 90. Microsoft fue uno de los que explotó esta filosofía cerrada con mayor éxito, no sin una buena dosis de calculada hipocresía.
Posiblemente esa época nos marcó a casi todos de manera que aun hoy día nos parece que lo normal es no tener acceso al código fuente, y eso del código abierto nos parece algo hippie y poco capitalista. Pero como he explicado, los inicios del software no tuvieron ese carácter cerrado y, además, me aventuro a afirmar que esta filosofía cerrada será una breve excepción en la historia del desarrollo del software.
¿Por qué? Porque el código abierto tiende a ser de mayor calidad, puesto que permite que un número mucho de mayor de programadores intervenga en el desarrollo y pueda contribuir a mejorarlo y a detectar errores. Además, el carácter abierto y público es de vital importancia en todo lo relativo a la seguridad, por eso tanto los sistemas de cifrado que utilizan desde las agencias gubernamentales de espionaje como los que utilizamos a diario para comunicarnos de forma segura por internet son todos de código abierto. Está sobradamente demostrado que la seguridad por oscuridad u ocultación es mucho más débil que la seguridad de los sistemas abiertos.
La filosofía de código abierto también es especialmente idónea para el desarrollo de sistemas básicos y de propósito general, como pueden ser los protocolos de comunicaciones o los sistemas operativos. Ejemplos aplastantes del dominio de esta filosofía son el protocolo TCP/IP para las comunicaciones y el dominio del sistema operativo Linux en el ámbito de servidores y smartphones (Android está basado en Linux).
La financiación del desarrollo dentro de esta filosofía no se basa en comerciar con los derechos de propiedad intelectual, sino sobre todo en los servicios que se pueden comercializar relacionados con estos sistemas. Por ejemplo, a Cisco le interesa contribuir al desarrollo de TCP/IP para vender sus equipos de hardware. A Red Hat Linux le interesa contribuir en el desarrollo de Linux para vender servicios de consultoría, soporte técnico y distribución.
Bitcoin está absolutamente enraizada en la filosofía de código abierto, como no podía ser de otra manera, ya que se trata de un sistema básico de transmisión de valor (protocolo) y como tal la seguridad es obviamente importantísima. Esta filosofía abierta nos lleva al concepto de antifrágil, que en palabras de Nassim Nicholas Taleb consiste en lo siguiente:
Algunas cosas se benefician de los sobresaltos, prosperan y crecen cuando se exponen a la volatilidad, la aleatoriedad, el desorden y los factores estresantes y aman la aventura, el riesgo y la incertidumbre. Sin embargo, a pesar de la ubicuidad del fenómeno, no hay palabras para lo opuesto a lo frágil, llamémoslo antifrágil. La antifragilidad está más allá de la resiliencia o la solidez. El resiliente resiste los choques y permanece igual, lo antifrágil mejora.
¿Por qué Bitcoin es antifrágil? Bitcoin es posiblemente la mayor piñata de la historia de la humanidad. Más de 100.000 millones de dólares totalmente expuestos al entorno más hostil posible. Bitcoin es la cucaracha que se hace resistente a todo tipo de infección o veneno, es el berserker hecho software. Está totalmente abierta y continuamente expuesta al escrutinio y a todo tipo de ataques, por lo tanto, cada día que pasa sin fracasar se hace más fuerte. Cada error detectado que no sea fatal es corregido de forma inmediata por aquellos que tienen un interés económico (skin in the game) en Bitcoin. Incluso un error fatal, posiblemente retrasaría su adopción, pero no impediría que resurgiera aún más fuerte si el mercado la sigue demandando. Bitcoin es un concepto que podrá estar mejor o peor materializado en un programa informático, pero como concepto no es distinto a la contabilidad por partida doble o al teorema de Pitágoras, que una vez está ampliamente distribuido no se puede “desaprender”.
En 1984 el gran Friedrich Hayek anticipó lo siguiente acerca del dinero:
No creo que volvamos a tener un buen dinero hasta que se lo quitemos al gobierno de las manos, es decir, no podemos quitárselo violentamente, todo lo que podemos hacer es introducirlo astutamente de tal forma que no lo puedan parar.
Una predicción asombrosamente precisa de Bitcoin, aplicable no solo al dinero sino a otros bienes con utilidad parecida. Quisiera terminar dando un tirón de orejas a los liberales por no prestar demasiada atención a esta filosofía tecnológica totalmente basada en la Libertad y la cooperación voluntaria que, tal y como anticipó Hayek, avanza con paso firme sin que el Leviatán pueda hacer mucho al respecto.
* Este artículo fue publicado origianlmente en juandemariana.org