Suele resultar casi siempre concluyente e ilustrativo echar la vista hacia atrás, si bien no para incurrir en los mismos errores y vericuetos de antaño, sí como ejercicio intelectivo y de aprehensión de efemérides pasadas. De donde venimos, hacia donde vamos.
No es un enigma para nadie la exorbitada importancia que tienen las materias primas y las fuentes de producción energéticas en un paisaje económico que hace suyos los principios rectores de globalización y cosmopolitismo, aunque desafortunadamente menos de lo que quisiéramos.
Recordemos las dos últimas crisis en torno al crudo. La primera tuvo fecha en 1973, debido a la decisión de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (que agrupaba a los países árabes miembros de la OPEP más Egipto, Siria y Túnez) con miembros del Golfo Pérsico de la OPEP (lo que incluía a Irán) de interrumpir el suministro a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra del Yom Kippur que enfrentaba a Israel con Siria y Egipto. Esta medida incluía a Estados Unidos y a sus aliados de occidente: Reino Unido y Francia.
La segunda crisis sobrevino en 1979. No obstante, reviste gran trascendencia el conocido como “Viernes negro” de Teherán, 8 de septiembre de 1978. Se producen innumerables revueltas contra el Sha, obligado a huir del país y habiendo decretado ex ante la ley marcial, detentando de facto el poder el Ejército Nacional de Irán. Infaustos episodios feudalmente reprimidos que provocaron la huelga de unos 37.000 trabajadores de la industria petrolera y un encarecimiento de casi un 200% del oro negro.
Ambages históricos y geopolíticos aparte, el elemento medular que hoy nos ocupa es el conocido como “fracking” o fracturación hidráulica. La técnica consiste en la perforación en horizontal del subsuelo para inyectar a alta presión agua mezclada con arena y provocar la fractura hidráulica de las rocas de baja permeabilidad o incluso de la roca madre. El propósito es que la potencia del chorro de agua abra una grieta en la roca para que la arena la mantenga abierta y el petróleo o “Shale Gas” (gas pizarra o gas esquisto) allí atrapado escape por los canales del pozo hacia la superficie para ser capturado.
Como es natural, las críticas a semajante práctica abyecta y demoníaca han sido cuantiosísimas. Obviando las interpelaciones que pueden hacerse en cuanto a la tasa de retorno (promedio de los rendimientos futuros esperados de dicha inversión) de la actividad per se, a la competitividad de los agentes del sector o a cuanto deberá ascender el barril de crudo para machear los costes de investigación e infraestructuras; argumentos todos ellos loables e incluso acertados en algunos casos. Si son desde luego, dificilmente sostenibles los razonamientos imputados a las empresas de fracking por los gremios ecolojetas en torno a la falta de sostenibilidad y a lo gravosos que resultan estos procedimientos para el medio ambiente.
Y sostengo que son cuestionablemente ciertos porque entidades como la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés), laAcademia Nacional de Ciencias e Ingeniería de Alemania (Acatech), así como otras asociaciones del más reputado y conspicuo ámbito científico tal como la Royal Society de Londres o El Consejo Científico Consultivo de las Academias Europeas avalan estos métodos de fraturación hidráulica calificándolos como inocuos para el medio ambiente y hacen especial hincapié en los rigurosos protocolos y sistemas de seguridad que llevan aparejados.
Cincelemos algunos datos reveladores:
-Desde que la revolución del fracking, el precio del gas en EEUU ha caído más de un 44%, mientras en Europa subía un 23% de media. Esto no es una cuestión baladí, ergo el coste de la energía supone casi el 30% de los costes totales de las industrias en Europa.
- -En Europa, la electricidad (para cuya producción se emplean en gran medida el gas y el petróleo como combustible fósiles) es un 50% más cara que en EEUU y el gas industrial, casi un 75% superior. Estados Unidos se convertirá el año que viene en el primer productor y exportador mundial de petróleo, desbancando a Arabia Saudí y poniendo tierra de por medio con Rusia.
- -En EEUU ha generado 76.000 millones adicionales en el PIB y 600.000 puestos de trabajo. En Europa se estiman reservas suficientes para cubrir 90 años de demanda. En España, casi 40 años. Por supuesto, esa cifra aumenta con las mejoras de productividad, como hemos visto en EEUU. Inversiones de decenas de miles de millones que no necesitan de primas, subvenciones ni efigies políticas pasando el cepillo.
- -En España tenemos importantes reservas de gas pizarra, concentradas en regiones afectadas por un paro superior al 30%, como el caso de Andalucía. Estas existencias se concentran en la Cuenca Vasco-Cantábrica, aunque también en otras zonas como la cuenca del Guadalquivir, la Cordillera Subbética y zonas de Cataluña como las comarcas de Osona y la Segrarra. Regiones que, como el conjunto de España necesitan captar inversión directa tanto extranjera como autóctona. Asimismo, no perdamos de vista que la industria del petróleo crea empleo altamente cualificado.
El mensaje es cristalino: ¿queremos seguir sujetos a las pautas que Manu Militari dictan las carroñeras “élites” de Bruselas?, ¿De verdad nos gusta el hiper regulado, ineficiente, clientelar, sobredimensionado y carísimo mercado energético europeo?
Las estatalizadas e inoperantes democracias de la Europa continental deberían mirar a los chicos listos de la clase, los que se sientan en primera fila. Sí, esos a los que vituperamos desde el final del aula con la aparente soberbia del necio. Ellos no hacen las cosas como el profesor dice o como decreta el mediocre subconsciente colectivo; las hacen como mejor saben: mejor, más rápido y más barato.
“El precio de las cosas debería depender de su mérito, jamás de su epíteto” (William Shakespeare).