El Banco de España empieza una batalla interna que puede ser muy perjudicial para la institución. Además está batalla interna será observada minuciosamente por los tribunales y las comisiones parlamentarias que se avecinan, pese a que el juez Andreu ha intentado dejar fuera del caso a los máximos responsables del caso Bankia y otras Cajas in vigilando. (Ver blog anterior "Me temo que empieza el caso Banco de España"). La batalla es entre las partes que quieren salir limpias de las responsabilidades del gran error de la gestión de rescate de las Cajas de Ahorros. Un día, estas entidades quedaron a merced de los políticos, y desde ese día ya no tenían solución. Esa politización impactó de lleno en el BdE cuando hasta entonces éste había intentado con más o menos acierto quedarse al margen de los partidos. La delicada imparcialidad se rompió cuando llegó Miguel Ángel Fernández Ordóñez a gobernador de la mano del nefasto Zapatero.
Ahora los inspectores, como cuerpo bien organizado jurídicamente, quieren dejar bien claro que lo que sucedió con las Cajas ya lo habían avisado en reiteradas cartas a la cúpula de Banco de España y a la opinión publica. Que esta no sea una forma muy ortodoxa de disciplina de un cuerpo que se debe a la disciplina interna, no es más que una manera muy española de silenciar y sofocar la crítica que, por ejemplo en Suecia, está permitida: cualquier funcionario puede ir a los tribunales con información de que sus superiores están actuando delictivamente,
Gracias al comportamiento heterodoxo, pero legal, de los inspectores (para eso se constituyeron en asociación con capacidad jurídica), sabemos ahora mucho más que si sólo estuviéramos en posesiones de los informes oficiales.
La mejor manera de perjudicar lo menos posible a la institución sería deslindar claramente las responsabilidades personales de las colectivas, como por ejemplo, ¿quien decidió la aberración de fusionar Cajas de Ahorros en quiebra para solventar la crisis? esa decisión, de la que presumían Fernández Ordóñez & Zapatero como una idea clarividente que iba a dejar indemne al sistema, sin poner un euro público, frente a otros "pobres" países, que se habían endeudado hasta las trancas, multiplicó luego por dos las necesidades financieras del rescate. Que pagamos todos, por supuesto. Eso fue un ligereza general en la que se enmarca el caso Bankia, que no es un intento con agravantes de los mismo: endilgar una entidad quebrada a inversores privados con engaño sobre la verdadera situación de la entidad. Durante sos años jugaron a juntar legalmente agujeros financieros enormes, como si éstos fueran a disolverse mediante la apelación a capital privado... que estaba quebrado. Al final, el dinero tuvo que llegar de Europa, encantada de no tener que rescatar al país entero.