Los dos tipos de margen de seguridad
La incertidumbre acerca del futuro económico y
financiero de las empresas y las limitaciones en cuanto a lo que podemos
conocer y prever hacen aconsejable para el inversor medio que no dispone de
mucho tiempo ni recursos la utilización de un margen de seguridad a la hora de
realizar sus adquisiciones. Este concepto fundamental, teorizado por B. Graham,
tiene para nosotros dos facetas diferentes y al mismo tiempo relacionadas.
Ambas caminan siempre juntas y no pueden ignorarse mutuamente.
- Margen
de seguridad en relación al precio: la diferencia que cada inversor estima
que le proporciona la divergencia entre precio de cotización de una acción
y su valor atendiendo a las características fundamentales de la empresa y la
actividad económica subyacente de la misma.
- Margen
de seguridad en relación a la calidad de la empresa: las características
económicas y financieras que pueden rastrearse en los datos contables de
una compañía cotizada o a través de cualquier otro medio y que contribuyen
a aminorar la incertidumbre que rodea el devenir económico siempre
dinámico de la misma.
Es a este último tipo de margen al que hemos hecho
referencia básicamente en los artículos anteriores. Buscamos ante todo aquellos
rasgos que contribuyen a identificar a una empresa excelente o de alta calidad
en función de lo que ha hecho en el pasado y de lo que acaba de hacer
últimamente. Cuanto más constantes y estables sean esos rasgos mayor seguridad
y menor incertidumbre acerca de la calidad intrínseca de la empresa. Ahora
bien, es algo que sólo hemos hecho en relación a la deuda. Hay otras muchas
maneras de llegar a conclusiones constructivas acerca de la calidad de la
empresa.
La contabilidad es el lenguaje de los negocios. A
través de ella el inversor adquiere el hábito, siempre saludable, de
cuantificar. Los estados contables nos ocultan muchos aspectos de una empresa
que sólo pueden descubrirse a través de una cuidadosa investigación pero
simultáneamente nos desvelan parte del alma y gran parte del cuerpo de la
compañía analizada. Cierto es que tienen muchas limitaciones. Los directivos de
la empresa quizá no sean honestos. Las auditoras puede que no cumplan
debidamente con su cometido. Los organismos reguladores y depositarios de los
estados contables de una empresa cotizada fallan algunas veces al realizar su
labor fiscalizadora… Todo son problemas e inconvenientes. De ahí la
conveniencia de adoptar una actitud protectiva para afrontar todos estos
escollos en el camino hacia la prosperidad financiera.
Si bien es cierto que los números no nos desvelan la
verdad no es menos cierto que sí nos pueden ayudar a evitar los errores. Como
es más fácil mentir una vez que hacerlo nueve veces cuando tanta gente te está
observando aquí creemos que es conveniente no prestar demasiada atención a la
contabilidad de un solo ejercicio y en cambio sí tener en cuenta la de varios y
compararla con la última disponible. La estabilidad, la constancia, la
regularidad aminoran la incertidumbre y nos colocan en una posición más cómoda
en el sentido de que podemos desarrollar una metodología que nos evite
complicaciones y riesgos innecesarios. La contabilidad quizá no nos ayude a descubrir
quién va ser la próxima Inditex, algo que es muy difícil. Sin embargo, nos puede
ayudar a evitar a la mayoría de antagonistas de Inditex, algo que es más fácil.
La contabilidad, los números, incrementan nuestras probabilidades de acertar en
nuestras elecciones, pero sobre todo nos ofrecen la ventaja de evitar errores,
nos ayudan a descartar. Ejercen de filtro. Si la primera norma de la inversión,
según W. Buffett, es no perder y la segunda norma es no olvidar la primera, el
análisis de los estados contables de una empresa se torna indispensable afín de
lograr tan encomiable objetivo. Jugar a no perder, evitando errores, está mucho
más al alcance del pequeño y sufrido inversor que descubrir a la próxima Apple.
La inversión se configura así como un arte de carácter negativo en el cual no
equivocarse comienza a ser el principio de acertar.
La caja.
La experiencia demuestra, la mayor parte de las veces,
que un flujo de efectivo procedente de las actividades de explotación que cubre
con holgura el flujo de efectivo empleado en las actividades de inversión y
financiación redunda en la buena salud financiera de una empresa. Si no se
genera caja no se puede atender a las obligaciones crediticias contraídas en el
pasado para realizar inversiones ni repartir dividendos. El beneficio contable
puede decir lo que quiera y aumentar de ejercicio en ejercicio a tasas de
crecimiento compuesto de doble dígito. Los Ceos de la compañía pueden realizar
cientos de presentaciones corporativas y anunciar en la carta anual a los
accionistas la inminente llegada del maná. Pero sin caja real y efectiva lo más
probable es que todo termine siendo una entelequia. Sin caja lo normal es la
huída hacia delante a base de endeudamiento y un eterno “hoy no pero mañana sí”
por parte de la empresa.
La cuenta de resultados
Después de los ingresos y hasta que el fisco no
recaude su parte del botín casi todo son gastos. Aprovisionamientos o costes de
ventas y gastos de explotación. Gastos financieros. Amortizaciones. Impuestos.
Lo que quede es para el accionista. O bien debiera serlo. La guillotina más
dañina para los beneficios son los gastos financieros. Si éstos devoran sin
piedad el beneficio de explotación de una empresa y además lo hacen ejercicio
tras ejercicio y sin visos de cambiar a mejor la primera víctima es siempre el
accionista. Unos gastos financieros elevados en relación al EBIT y que no sean
transitorios sino recurrentes y repetitivos durante muchos ejercicios indican casi
siempre un endeudamiento crónico de la empresa y una rentabilidad no suficiente
(bien por hallarse en un sector muy competitivo o bien a causa de decisiones
poco acertadas por parte de los directivos) como para permitirle abandonar el
círculo vicioso de la deuda. Los ingresos por ventas además varían. Si no crecen
en la proporción adecuada o, peor aún, decrecen por una mala situación
económica general o un mal comportamiento del sector al que se dedique la
compañía o por una mala suerte peor que la media o el advenimiento de
circunstancias excepcionales los problemas llamarán a la puerta. Si las ventas
de mañana no llegan los gastos financieros derivados de la deuda de ayer sí lo
harán. Unos gastos financieros bajos, sistemática y recurrentemente reducidos,
son indicativos de un correlativo nivel de deuda también reducido fruto de una
caja saludable.
El balance de situación
Con deuda o, mejor dicho, niveles de deuda demasiado
elevados en relación a la rentabilidad de la empresa no hay paraíso. Tarde o
temprano hay que devolver mañana aquello que se ha pedido prestado ayer. Una
compañía que no quiera verse asociada con el término siniestro de
“reestructuración” evita los niveles elevados de apalancamiento y prefiere la
inversión mediante el exceso de efectivo que genera su caja dando lugar a
patrimonios netos elevados y deudas con coste reducidas. La elevada deuda es,
sin duda, el cáncer de nuestro mercado continuo. Hacia ella el inversor padece
muchas veces el síndrome de la predisposición a la supervivencia y encumbra
rápidamente al que obtiene el éxito después de un audaz apalancamiento que
luego se resuelve en final feliz pero ignora sistemáticamente a todos aquellos
que se han quedado o se van quedando por el camino debido a tan arriesgadas
estrategias. Olvida que por cada Grifols o cada Ferrovial hay varias FCC o
Abengoa.
El precio.
La pregunta más difícil porque al final del camino el
precio lo es todo. Merece esta cuestión un tratamiento aparte dado que si bien
es cierto que invertir en una empresa excelente que reúna unos criterios de
calidad elevados que se puedan identificar en sus estados financieros es
altamente recomendable no es menos cierto también que hacerlo a un precio
excesivo puede ser una inversión menos rentable (o incluso desastrosa) que
hacerlo en una empresa no tan buena pero sí mucho más barata. Trataremos de
ello en próximos artículos aunque previamente ofreceremos al lector de Inbestia
un modesto presente en forma de filtro de seguridad.
Muy buena aportacion, felicidades.
Con 4 conceptos muy muy claros , grabados a fuego y mucha paciencia se puede construir un imperio.........para tus herederos claro ( pq el interes compuesto tarda uno años en hacer efecto )
Con esta web es muy facil saber que criterios definen una buena empresa pero... Ah! los precios de entrada! ¡eso si que nos quita el sueño a todos......!
Ya decia, Warrent Buffet,, que sólo hay que invertir en empresas con poca deuda, y buenos gestores. En el caso de Pescanova, no tenia ni buenos gestores, ni poca deuda. De ahí,que los que no vendieran antes de la suspensión de pagos de la empresa, hayan perdido mucho dinero. Si quieres invertir bien, conoce la empresa antes de invertir. De ahí que la gente que invierte en empresas que no conoce puede ganar dinero, si tiene suerte, y con la suerte es muy dificil ganar. Hay que comprar valor, no suerte. Y valor hay poco, ya que la mayor parte de las empresas estan mal gestionadas y muy endeudadas.
Hola David!
Muchas gracias por estos increibles artículos, da gusto leerte en Inbestia!
Me he dado cuenta que es muy rentable apostar a corto por empresas que les ocurre lo contrario, tienen balances muy malos y solo hacen que perder dinero (flujos de caja negativo). Asi que, antes de cerrar esta serie de artículos podrías hacer uno que sea addendum: las peores empresas ? :D
Gracias, espero que te guste la idea, un saludo!