Estamos en una sociedad más preocupada por el gasto que por el ahorro, muy experta en consumismo pero bastante verde en planificación económica. No queremos entrar en los motivos sociales que llevan a ello, pero sí queremos avisar que hay muchos factores que nos invitan a pensar que debemos reflexionar acerca de estas costumbres… y cambiarlas.
Sin duda, uno de los principales factores económicos que más amenaza nuestro futuro y que nos obliga a reconducir esta situación es, sin duda, la incertidumbre acerca de nuestra jubilación: ¿cobraremos pensión pública?
La respuesta a dicha pregunta genera mucho debate y se ha escrito mucho sobre ello pero sin una respuesta categórica. La mayoría de nosotros, y muchos expertos en economía, respondemos a dicha pregunta que sí. Sin dudarlo. Rotundamente sí. Aunque más que sin dudarlo… yo diría que sin querer pensarlo.
Si lo pensamos detenidamente, si lo analizamos la situación seriamente, vemos que el actual sistema de reparto es sostenible a largo plazo debido al envejecimiento de la población y el empeoramiento del ratio población activa/inactiva, entre otros factores... si lo pensamos, la respuesta sería que con el sistema actual, no tendremos pensiones públicas en el futuro, con rotundidad, con total seguridad, es imposible. Pero mejor no lo pensemos, ¿no?
La realidad es que el gobierno, al igual que deberemos hacer nosotros, deberá cambiar su actual sistema de reparto, su visión “cortoplacista” de este tema, por una visión más de ahorro a largo plazo (un sistema de acumulación) y solventar el problema. Por tanto, más que quedarnos sin pensiones, deberá cambiar el sistema y nosotros deberíamos cubrir nuestra posición de futuro con un plan de ahorro paralelo, por mayor seguridad.
Warren Buffett, uno de los inversores más prestigiosos y reconocidos del mundo, advierte que el hábito del ahorro y el tiempo son, para él, las claves para lograr acumular un patrimonio significativo a lo largo de tu vida. Según Buffet, la mayoría de nosotros podemos ser “ricos” en nuestra jubilación, pero para ello debemos adquirir cuanto antes el hábito del ahorro.
La capacidad de ahorro
Si tienes un plan de ahorro o vas a crear uno, el primer paso sería cuestionarte tu capacidad de ahorro mensual, definirlo y tener la disciplina de efectuar las aportaciones sistemáticamente todos los meses. Un porcentaje que se estima como adecuado es una aportación del 10% del ingreso mensual, suficiente en la mayoría de casos para acabar acumulando un patrimonio significativo si se dispone del tiempo suficiente.
Alguien que toma el hábito de ahorro a los 40 años, por ejemplo, aportando 250€ al mes durante su vida laboral, acumulará un patrimonio de cerca de 150.000€ si su plan de ahorro ha rentado un 5% anualmente de forma consistente. Habría aportado 75.000€ en cuotas de 250€ al mes para acabar duplicando su valor al cabo de 25 años.
Cuanto más se retrasa el hábito del ahorro, más difícil es adquirirlo y además, más tarda entrar en juego el segundo de los factores comentados por Buffet: el tiempo.
El tiempo
En un plan de ahorro, donde la reinversión y el interés compuesto es clave, el tiempo juega un factor determinante. En el ejemplo que hemos puesto, se habría multiplicado por 2 la inversión aportada durante 25 años. Pero es que en caso de haber estado ahorrando 10 años más, se habría multiplicado la inversión casi por 3, acumulando así más de 300.000€.
Es por ello que el gurú Warren Buffett insiste en el hábito de ahorrar y empezar cuanto antes. Pero debería añadirse dos factores más a tener muy en cuenta en la creación de un plan de ahorro: la rentabilidad media y la fiabilidad de los resultados.
La rentabilidad, otro factor clave
Para entender su importancia, en el ejemplo citado al 5%, donde se acumulaban 150.000€, dicho capital ahorrado descendería a cerca de 100.000€ en caso de obtener un 2,5% de rentabilidad media anual. Es cierto que sin hábito no hay ahorro, pero que una ayuda en forma de rentabilidad nunca viene mal.
Ha habido épocas (que tal vez nunca vuelvan) donde obtener un 5% era sencillo, porque los depósitos bancarios aportaban dicho interés sin complicarse la vida. Actualmente, los depósitos no ofrecen prácticamente rentabilidad (raramente se acercan al 1%), la deuda pública ha llegado a cotizar en negativo y se mantiene en niveles muy bajos y la renta fija corporativa, a parte de las dudas que plantea por su riesgo de cotización, arroja intereses muy lejanos a ese objetivo del 5%.
La importancia de la regularidad y consistencia
Muchos ahorradores acaban buscando en la renta variable, vía acciones directas o vía fondos de inversión, rentabilidad a largo plazo. Los cantos de sirena dicen que los índices suben de media un 10% anual y, de hecho, muchos expertos sostienen que a largo plazo, los índices bursátiles siempre se revalorizan (a excepción del índice Japonés donde es indefendible dicha afirmación). Pero la realidad es que cuando inviertes en bolsa el momento de entrada es clave (comprar bien) y el momento de salida más (vender bien). Si canalizas tu plan de ahorro vía este tipo de inversión, debes ser consciente que el momento de rescate no lo marcará sólo tu fecha de jubilación o fecha deseada, sino también vendrá muy determinada por la situación del mercado.
Hay muchos caminos para construir una cartera de ahorro a largo plazo. Hay quien opta por comprar parkings y alquilarlos apostando por la seguridad de la inversión; hay quien construye una cartera de fondos de inversión por su facilidad y su eficiencia fiscal, si bien debe tenerse en cuenta que es clave en qué tipología de fondos va a invertirse; hay quien simplemente busca ahorros garantizados a largo plazo, donde el problema actualmente es la baja rentabilidad que arrojan; hay quien, equivocadamente en mi opinión, construye una cartera de planes de pensiones por el teórico ahorro fiscal (ya hablaremos otro día de este tema porque es muy largo); y cada vez hay más ahorradores que usan la inversión directa en pymes, por su rentabilidad consistente del 4%-6% anual sea cual sea el comportamiento de los mercados, aún sin ser una inversión fiscalmente eficiente.
Sea cual sea tu vehículo, hagamos caso de nuestros abuelos y volvamos, al menos un poco, a nuestras raíces: menos consumismo desmesurado, más ahorro.