Una de las formas más sencillas de ser un inversor mejor es simplemente tener un comportamiento mejor que el resto; por ejemplo, tener un carácter más calmado, una conducta más racional, o ser más paciente que la mayoría.
Este mejor comportamiento puede incrementar significativamente tus resultados a largo plazo y la calidad de tus decisiones. Sin embargo, no es algo fácil, pues muchas veces tendrás que eliminar actitudes muy arraigadas en tí o incluso luchar contra tu propia naturaleza.
Todo esto se engloba en la llamada “Behavioral Finance” o Economía Conductual, campo en el que se ha investigado mucho los últimos 15 años. Para mí, el termino “Economía Conductual” es redundante, pues la economía nace de las decisiones de personas reales, de sus valoraciones subjetivas y sus interacciones unas con otras, así que la economía es un reflejo de la conducta humana, de la acción humana. Sin embargo, esto choca con la imagen clásica que los economistas matemáticos tienen de la gente y que necesitan para cuadrar sus modelos, es decir, un ser siempre racional y lógico que sopesa toda la información, maximiza utilidad y fríamente calcula la rentabilidad frente al riesgo en cada decisión financiera.
Pero los seres humanos no funcionamos así. Pensemos en la lotería: si pudiéramos comprar todos los números para un sorteo y gastarnos, por ejemplo, 100 millones de euros, recibiríamos unos 70 millones en premios, el resto sería para el estado, los vendedores de lotería, los gastos, etc. Es decir, que por cada euro que gastamos recibimos 70 céntimos de probabilidad, nadie en su sano juicio dejaría su futuro financiero en manos de un trato así. Podríamos argumentar que la emoción del juego cuesta 30 céntimos, pero lo cierto es que mucha gente no juega sólo por jugar, sino que pone su esperanza en la lotería y sufre sesgos psicológicos irracionales como la llamada “enviada anticipada”, es decir, “a ver si le va a tocar al vecino”.
Otro ejemplo clásico es la aversión a las pérdidas. Ganar 100 Euros nos aporta cierta satisfacción, pero perder 100 Euros nos genera un daño psicológico el doble de intenso que la satisfacción de ganarlos, provocando muchos errores de inversión. de igual forma, al comprar un coche no nos importa gastar 200 Eur más en extras, y sin embargo si una máquina de bebidas se traga 50 céntimos nuestros nos duele, y mucho.
Todos estos sesgos son algo natural, pero muy peligrosos para un inversor sensato. El más difícil de eliminar es el “Sesgo de Confirmación”, que nos hace querer ver o leer cosas que confirman lo que nosotros ya creemos, pues nos es más fácil y placentero de procesar. Nos cae mejor la gente que piensa como nosotros y no nos gusta leer cosas que intentan demostrar lo contrario de lo que pensamos y amenazan nuestras creencias. Por eso mucha gente se vuelve cada vez más radical, y nunca cambia de opinión, en especial en política y religión. Pero en el mundo de la inversión no nos podemos permitir el lujo de tener ese sesgo, no nos podemos enamorar de acciones, teorías u opiniones y tenemos que buscar activamente opiniones que no nos gustan de gente que trata de desmontar lo que tú piensas para llegar a conclusiones cada vez más robustas. Confía en tus propias opiniones, pero VERIFÍCALAS, pon a prueba tus creencias para poder decir: “sigo teniendo razón” o cambiar de opinión y decir “estaba equivocado”.
Hoy quiero explicaros 3 sesgos a evitar para ser mejor inversor:
1.- Anclaje: la gente suele tener un anclaje o dar demasiada importancia a datos irrelevantes. Cuántas veces has dicho acerca de una acción con la que estás perdiendo dinero: “bueno, si llega al precio al que la compré, entonces la vendo”. ¿POR QUÉ?, el mercado no sabe a qué precio compraste la acción, ni le importa, es un dato totalmente irrelevante en la decisión de vender, excepto que para tí, por encima de ese precio ganas y por debajo pierdes, pero ese dato no influye en nada en el VALOR del negocio en ese momento, así que elimínalo de tu cabeza. Lo importante es cuánto vale la empresa y si ha perdido o ganado valor, y eso tiene que ver al 100% con el FUTURO de la empresa, así que es irrelevante el precio al que la compraste o todo lo que haya pasado en el pasado. Si el futuro ha cambiado y el negocio vale menos de lo que pensaste, actúa en consecuencia. Si tu tesis sigue siendo sólida, no importa hacia dónde esté yendo el precio ni el precio al que compraste, no te ancles a ello.
2.- Sesgo Reciente: tendemos a dar más importancia a la información más reciente, a lo nuevo y más actual en vez de incorporarlo a todo lo que ya sabemos e intentar ver la visión completa o “big picture” y darle una importancia más moderada. Podemos ver este efecto en las estimaciones de ganancias de los analistas: cuando la economía mejora sus estimaciones mejoran y piensan que los buenos tiempos durarán para siempre, y tras la recesión sus estimaciones empeoran más y más y piensan que la situación durará para siempre. Están dando más importancia a la información más reciente, y si algo sabemos en el mundo de la inversión es que nada dura para siempre, así que no deis demasiada importancia a los titulares, noticias recientes, eventos recientes o el estado actual de la economía.
3.- Sesgo de Disponibilidad: por último, este sesgo hace que las personas den más importancia o credibilidad a la información que es más fácilmente accesible y está disponible, no porque sea más importante para su decisión de inversión, sino porquees fácil de conseguir. Por ejemplo: Mucha gente le asigna una gran importancia a los titulares de las noticias o de los periódicos económicos como el Expansión, sean correctos, erróneos, sesgados o irrelevantes; ¿por qué?, porque están disponibles, porque los ves. Sin embargo, se le da poca importancia a una pequeña joya de información en una nota al margen del informe anual de la empresa, pues es más difícil de conseguir, requiere trabajo e investigación, pero esa nota en la página 10 del informe de la empresa puede que sea mucho más importante y relevante que lo que en ese día estén gritando los titulares de los periódicos económicos.
Este efecto también hace que la mayoría de la gente invierta sólo en su propio país, pues la información es conocida y fácilmente accesible. Para muchos españoles invertir en bolsa es comprar el Banco Santander, Telefónica y Repsol, sólo porque las conocen, o creen que las conocen, aunque sean empresas desastrosas. Que sean de tu país o coticen en tu país no significa correr menos riesgo. Lo familiar nos da tranquilidad e invertir fuera de Europa o incluso de España nos da miedo.
Conociendo y evitando estos sesgos podemos mejorar nuestro comportamiento con respecto al inversor medio del mercado, incluso frente al gestor de fondos medio y mejorar nuestras decisiones y rentabilidades.