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Un mal pensado creería que el autor de “El cisne negro” aplica todas sus malas artes para que el lector deje de leer. El libro, una explicación basta y profunda de una teoría sobre los fenómenos altamente improbables, es también un best seller que podríamos ordenar al estante de ejemplares con aires de grandeza.
Americano de adopción, Nassim Nicholas Taleb es un matemático libanés que empezó a ejercer como operador de derivados financieros, en la bolsa de Nueva York. De la experiencia de estos conocimientos extrajo la publicación de un libro técnico sobre el cálculo matemático de las opciones financieras, titulado “Dynamic hedging – Managing vanilla and exotic options”. El título honorífico de escritor de éxitos no lo obtuvo hasta el año 2001. Ese año, Taleb nos mostró la influencia del azar en la vida cotidiana a través del escrito “Fooled by randomness”.
En “El cisne negro” el autor explota sus cualidades ensayísticas, próximas a la filosofía, para explicar el fuerte impacto que tienen los fenómenos imposibles de predecir y que han provocado la convulsión de periodos específicos de la historia. Por este motivo usa la figura ilustrativa de un cisne negro, el ave que huy del plumaje blanco tradicional y que provocó un efecto inesperado a los descubridores australianos.
Diferentes eventos, anteriores y posteriores a la edición, han avalado a la práctica la teoría del matemático. Fenómenos financieros como el crac bursátil del año 1987, como también la crisis bancaria del año 2008 son algunas de las pruebas que tiene la obra para ganarse el estatus de teoría empírica. También hace referencia al ataque terrorista contra las torres gemelas y la guerra civil del Líbano, que vivió en primera persona, para constatar que los sucesos aleatorios sin explicación pueden cambiar nuestra vida.
A pesar de que la idea raya la genialidad, los instrumentos que usa Taleb para reforzarla caen en la vulgaridad. Como sus palabras no tienen cabida en la teoría de la probabilidad clásica, representada sobretodo por la campana de Gauss, el autor menosprecia cualquier fórmula que de esta se derive, como también a todos los profesionales que la aplican. De toda la carnicería de víctimas que deja por el camino, los más mal parados son los economistas financieros.
En esta línea, el autor libanés se empeña en perder amigos y lectores página tras página. Desde su autodenominado estatus de genio, y reforzado por citas del filósofo Bertrand Russell, el economista austríaco Friederich Hayek y el padre de la geometría fractal, a quien dedica el libro, Benoît Mandelbrot, pone en duda el papel de los expertos, los economistas laureados por el premio Nobel y los pensadores que no forman parte de su camarilla. Para más inri, al principio de algunos capítulos introduce notas a pie de página donde indica si el lector es apto o no para adentrarse en el contenido de sus textos.
La ambición del proyecto hace naufragar capítulos enteros. En algunos el lector se puede sentir insultado y rebajado a un simple espectador de la retórica del escritor libanés. En otros, puede ver como el mismo Taleb se pierde entre relatos de cuentos de campamento que sostienen las aplicaciones de su teoría.
A pesar de todas las debilidades estilísticas y estructurales, “El cisne negro” tiene en la idea central su punto fuerte, ya que se ha extendido ampliamente, sobre todo entre la cultura financiera. No son los intelectuales sino las víctimas del sermón del autor que mantienen viva su tesis. Aunque, según él, seguro que no lo han entendido ni lo han leído.
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