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En el año 2012 se desencadenó en España una crisis sin precedentes. El origen fue una burbuja inmobiliaria y de crédito que se agravó con decisiones políticas erróneas y un entorno internacional convulso. Las tres crisis, financiera, fiscal y económica, se desataron al mismo tiempo. Nunca antes la economía española había quedado tan aprisionada ni había sufrido una recesión tan larga y profunda. En ese clima de desconfianza ―nadie prestaba a nadie, nadie se fiaba de nadie― todo empujaba a que España pidiera el rescate a los socios europeos.