Esta semana hemos visto como la normativa europea bancaria
se ha relajado con el objetivo de, las entidades financieras, puedan
cumplir sus necesidades de liquidez. Esta supuesta relajación no es otra
versión del clásico hacerse trampas al solitario, Basilea no es más que un regalo
de los burócratas de la UE a la banca. Para no generar confusión entre la
ciudadanía europea – en caso de creer en un demos europeo- han optado por denominarlo al más puro estilo Loca
Academia de Policia: Basilea I, Basilea II, Basilea III.
Bruselas está especializándose en sagas interminables de
regulación. Muestra de ello es que los mercados de capitales no se han escapado
de la pulsión freudiana de nuestros
comisarios. Dejemos a un lado a Basilea
– en
este articulo J.R. Rallo profundiza sobre el asunto – y hagamos una breve
cronología de la ordenación de la UE
centrándonos exclusivamente el ámbito de los mercados.
La MiFID (Markets in Financial Instruments Directive) es a
la bolsa lo que Basilea a los bancos. La normativa europea (MiFID) entra en
vigor en España al publicarse el 20 de diciembre de 2007 en el BOE. Sin embargo,
el proceso legislativo había comenzado tiempo atrás, concretamente el 28 de
Octubre de 1998. Prácticamente una década de burocracia para pasar desde que
los parlamentarios europeos comenzaron con el borrador del Plan de Acción de
Servicios Financieros - Financial Services Action Plan – hasta que entró en
vigor en nuestro país. Aclaración, la MiFID está englobada dentro del FSAP, la
Directiva dentro del Plan.
Durante más de nueve años tuvieron margen para legislar
sobre diversas áreas, me centraré en dos de ellas. El más noble propósito de la
MiFID era acabar con los monopolios de concentración en Europa. En España
Bolsas y Mercados Holding es un ejemplo de ello, su cuota de mercado es
superior al 95%. A nuestro pesar,
deberemos esperar hasta el 2017 para terminar de derribar las trabas a la
competencia en este sector. Ahora este objetivo forma parte del proyecto TARGET
2 Securities. Vean
el planning del proyecto (2007 -2017), estamos ante la excepción de la
regla: los políticos tienen una preferencia temporal baja
El segundo propósito, y no menos noble que el anterior, estribaba
en proteger al pequeño inversor. ¿Cómo? Pues regulando más a las agencias de
valores, aseguradoras y relacionados. Por un lado, acuñaron la frase de best
execution. Bajo el paraguas de la MiFID el pequeño inversor siempre
obtendría el mejor precio en la compraventa de valores. Este verano, el BCE
confirmó que en los últimos años la fragmentación de los mercados estaba
imposibilitando alcanzar el mejor precio. Por otro lado, también fracasaron al
regular a las entidades financieras y no protegieron al pequeño inversor. La
polémica acerca de las acciones preferentes de las Cajas de Ahorros podría
servir de ejemplo.
La MiFID aguantó unos meses hasta que el colapso provocado
por la quiebra de importantes entidades . Ante el fiasco de la MiFID, comenzó
un nuevo proceso normativo. Las enmiendas a la Directiva anterior se conocerán
como MiFID II y se espera que entre en vigor entre 2014 – 2015. La nueva
regulación se conocerá como MiFIR (Markets in Financial Instruments
Regulation). El nuevo paraguas estará bajo la European Securities and Markets
Authority’s (ESMA) quien a su vez fue regulado por el Parlamento Europeo a
través de la European Markets and Infrastructure Regulation (EMIR).
Los parecidos entre las sagas Basilea y MiFID se reducen a
sus éxitos (ninguno). Quizás habría que atender a un posible trastorno obsesivo-compulsivo por parte de los
burócratas de la Unión Europea y los Estados miembros, desgraciadamente, no hay
espacio para semejante análisis en este artículo.
Ante el fracaso palpable de la regulación sobre los mercados
dos posiciones se enfrentan. En el rincón rojo, los que piden más regulación
para cuando dejen de moverse - en
palabras de Reagan- ya podamos empezar a subvencionar a las Sociedades de
Valores. Queramos o no, ya hemos
empezado a verlo pero en el vocabulario del S. XXI ya no se utiliza la palabra
subvención, ahora todo son rescates o inglés, siempre más profesional, bail
outs. El cambio nominal tiene su porqué, hay que ser un malvado capitalista
especulador para ponerse en contra de un rescate. Cualquiera
que haya estado de visita por la costa gallega jamás se opondrá a un rescate,
tan solo dudará al escuchar el apellido de financiero. En el rincón azul, los
que suplican que el marco normativo sea estable y no se esté modificando cada
trimestre. Y, si fuese posible, reducir el número de páginas por Directiva.
El daño colateral más objetivo y por lo tanto medible es el
relacionado con el gasto de la regulación (pública). Podría estimarse con mayor
o menor precisión el montante de las partidas en el mantenimiento de los
organismos europeos, el gasto de las
entidades financieras para implementar y
ajustarse a las demandas de los reguladores, el sobrecoste para los inversores,
el gasto en papel, toner y recursos informáticos, los salarios del personal
externo… y al final obtendríamos una cifra orientativa. Siguiendo la Teoría de
la Elección Pública, podríamos estudiar si ese dinero está eficientemente invertido por la UE, o bien debería destinarse
a otras políticas donde revertiera con mayor eficiencia en los ciudadanos, que
no son otros que aquellos que sufragan las políticas con sus impuestos. Sin embargo, hay otros daños colaterales que
se explican mejor desde la óptica de Rothbard y Szasz que de la de Becker y
Buchanan.
La cuestión de fondo sobre la regulación (pública) son los
efectos perversos morales que traslada al individuo. La saga MiFID promete a
los inversores un mundo perfecto donde
el Estado garantiza una protección total en función de los conocimientos
bursátiles, best execution, el fin de
los monopolios, la persecución de la información privilegiada… y todas estas
promesas solamente pueden ser satisfechas en el papel o mundo perfecto. El
desenlace es el opuesto. El individuo no toma las precauciones necesarias. No
necesariamente porque sea confiado, sino porque en última instancia será el
mismo Estado quien le venga a rescatar tras haber invertido sus ahorros de
forma imprudente. El escenario es
penoso, el daño colateral de lo sobrerregulación es castigar a quien analiza
fríamente sus posibilidades a la hora de tomar la decisión de comprar un valor
u otro; y premiar a quien ni se toma la molestia de sopesar las consecuencias
de sus actos, sabedor que en última instancia alguien vendrá a rescatarlo.
En España, el efecto perverso es aún mayor y no es extraño
oír: “Eso te pasa por confiado”. La confianza es un pilar fundamental de la
sociedad y por lo tanto del mercado. Sin ella, las relaciones tanto personales
como impersonales, serían prácticamente imposibles al ser la desconfianza el
paso previo a la paranoia. Así, el confiar en otra persona (o institución) no
es el problema sino que es la intervención del Estado la responsable última de
pervertir los incentivos de los inversores.
La simple idea de
pensar que los burócratas europeos puedan legislar sobre todos los productos
financieros – en la MiFID I no avistaron el problema de las titulizaciones
hipotecarias y el credit crunch-, los avances en la negociación de valores –
High Frequency Trading la MiFID II fracasará con los HFT’s, dark pools - es de necios.
Y para rematarlo,
categoriza el perfil de riesgo de 500 millones de personas en cuatro grupos:
muy conservador, conservador, moderado y dinámico. Los test de las revistas
juveniles recogen información más relevante.