El necesario cambio de modelo productivo y de
tejido industrial en España se está haciendo lentamente pero, ¿quién nos
prometió que convertir dos millones de viviendas en una industria exportadora
se haría de la noche a la mañana?
Para entender cómo ha fluctuado el capital en
nuestra nación hemos de estudiar, en primer lugar, cómo ha funcionado desde que
este ciclo económico comenzó al inicio de los años 2000.
En el periodo 2001-2008 el crecimiento del PIB
en casi todos los países del mundo fue positivo, además, con un crecimiento superior al 1% cuatrimestral
también en la gran mayoría de las economías. A partir del tercer trimestre
del año 2007 los agentes económicos descubrieron que las inversiones que habían
realizado se habían tornado en ruinosas y comenzó la Gran Recesión en la que
hoy estamos sumergidos. Los crecimientos cuatrimestrales han titubeado con el ciclo en forma de W de la variación del
PIB y parece que será este 2013 en el que finalmente veremos confirmar esta
característica forma del ciclo.
El problema español durante los años de orgía crediticia no fue sólo un gran
endeudamiento interno para acometer industrias que a la postre han resultado
ser un fiasco, sino un gran endeudamiento
externo que a su vez mantuvo la fiesta del ladrillo en pleno apogeo en el
panorama español.
Es importante, para conocer la fortaleza
actual de nuestras exportaciones, pararse a pensar en lo que hemos tenido hasta
la fecha. Hasta la fecha hemos tenido durante 10 años consecutivos un déficit (monstruoso) en nuestra balanza
por cuenta corriente y de capital que resulta la base fundamental para entender
el problema que tiene la estructura de capital española.
Por otro lado, la regulación monetaria del BCE también ha hecho posible que nuestra
estructura de capital se encuentre como se encuentra en la actualidad,
particularmente dos aspectos que señala en esta entrevista brillantemente Pedro
Schwartz: la continua actualización del Euro en base a la inflación medida en
variación de los precios al consumo y el funcionamiento del sistema de
compensación de créditos conocido como “Target Two”:
En tercer lugar, todo esto fue posibilitado
por el sistema de descalce de plazos
y el crédito barato que introdujeron
los bancos centrales –imprimiendo desde el año 2001- lo que, por un lado generó
el ciclo económico degradando la liquidez hasta tal punto (y aquí os
remito a Menger y a la teoría
de la degradación de la liquidez puesto que no entraremos en esos aspectos
en el presento artículo). Pero, a su vez, el descalce de plazos y la
posibilidad de, con un crédito muy barato, satisfacer
necesidades presentes con contraprestaciones futuras, muy alejadas en el
tiempo, y alargar dicho ciclo durante varios años de manera artificial,
permitió que el capital español se comportase como se ha comportado: a través
de industrias endeudadas masivamente con
el exterior y con el interior, con una propensión marginal a consumir
superior al 100% (por
el efecto del apalancamiento privado interno) y un déficit comercial que en
2007 alcanzó los 100.000 millones de
Euros, el 10% del PIB.
Finalmente, también habremos de analizar qué tipo de estructura de capital y
estructura productiva hemos tenido en España y qué tipo de tejido industrial y
empresarial hemos de generar para recomponernos de los errores cometidos, siendo esta la parte más complicada del presente artículo y la que, por ende, mayor profundización
conllevará.
1. Evolución
importaciones y exportaciones en España:
Como decíamos, el primer punto de nuestro análisis
debía pasar inevitablemente por un
análisis coyuntural del saldo neto de exportaciones en España. Nuestra
nación ha vivido, como ya habíamos adelantado, endeudada tanto internamente como externamente. El problema del
endeudamiento externo (como vemos reflejado en la gráfica de evolución de
exportaciones e importaciones en términos constantes y corrientes) ha sido que,
debido al descalce de plazos y al
crédito barato (como debido a la configuración del Euro) el necesario
ajuste de nuestra estructura de capital se
ha ido postergando hasta que, desde hace dos años, la balanza comercial
española se ha ido ajustando, en primer lugar porque no había más remedio
que pagar todos los bienes y mercancías que habían entrado los últimos años en
nuestras fronteras colocando bienes y mercancías en el extranjero y, en segundo
lugar, debido a un retroceso de la
demanda agregada a nivel privado y del mercado exclusivamente interno español.
Como podemos observar, tenemos en nuestro
flujo de exportaciones e importaciones dos
buenas noticias y una mala noticia. La primera gran noticia es que hemos
conseguido superar en gran medida las
exportaciones (tanto en términos nominales como reales) que alcanzamos en el
momento más alto de la burbuja. A su vez, la segunda gran noticia es descubrir
la diversificación
que tienen nuestras exportaciones, ya que al no estar vinculadas (o no tan vinculadas) en época de burbuja al modelo constructivo o financiero de
crecimiento español no se vieron tan resentidas, transformando una caída
más vinculada a la grave recesión que sufrió la demanda agregada en términos
globales. Sin embargo, la mala noticia es la
interpretación en términos de poder adquisitivo que debemos dar al gráfico.
Y es que, en términos de demanda interna, consumimos menos productos de fuera,
lo que es claro reflejo de la caída de la demanda agregada. Pero no sólo eso,
sino que deflactadas las importaciones
estas son muy inferiores a aquellas que vemos en términos nominales, es
decir, el efecto inflacionario se está dejando notar también en la balanza por
cuenta corriente y de capital, lastrando –una vez más- nuestra capacidad
adquisitiva. Por si fuera poco, cabe preguntarnos dos cosas más al respecto de
nuestras exportaciones (que es la macromagnitud que goza de mayor salud de
nuestro Producto Interior Bruto) y es si soportarán
un recrudecimiento de la crisis global (o se verán resentidas de nuevo como
en el 2007-2008) tal y como se anticipa este 2013 que ha comenzado (si bien la especialización y diversificación de
nuestros productos en mercados emergentes puede que nos salve de tal
circunstancia) y qué habría pasado de tener un Estado que hubiera
liberalizado más los sectores (volviendo más líquidos a nivel interno el
capital exportador) y una Hacienda que hubiera sido menos voraz con el ahorro
privado.
En primer lugar, el crecimiento de nuestras
exportaciones ha sido de un 20% desde el
pico de 2007 y un 50% desde que comenzase a rebotar en 2009. Es un
fantástico ritmo de crecimiento que, como comentábamos antes, da cierta
tranquilidad y estabiliza nuestra balanza comercial no haciendo que su signo
sea positivo por una mera caída en las importaciones. Sin embargo, fijándonos
en mercados más libres y con una
Hacienda menos voraz (o, mejor dicho, fijándonos en modelos económicos que
tomaron la vía de la reducción del Estado y de dar oxígeno a su tejido
productivo privado contra la crisis) como son Estonia, Letonia y Lituania.
Allí, tras
una política económica orientada a fomentar el libre intercambio de bienes y
servicios y a generar valor añadido, las
exportaciones han crecido un 50% desde 2007. Estamos hablando, como siempre
argumenta Paul Krugman, de tres economías muy pequeñas y con un tejido
industrial que no se había especializado hasta fechas muy recientes en capital
exportador, luego en el caso español, ¿cuánto
podrían haber variado nuestras exportaciones siguiendo sus reformas? Sólo
podemos especular al respecto, pero con una rebaja de la fiscalidad y una
apertura del mercado que hubiera atraído capitales, desde luego, la variación
podría ser también un 50% desde 2007 en España, lo que sería más del 80% de
aumento desde 2009 y tendríamos un PIB positivo y un capital productivo
reespecializado en un sector boyante.
En definitiva, tal y como habíamos visto
antes analizando nuestra balanza por cuenta corriente como hemos visto ahora, el
increíble aumento de importaciones no compensado por unas exportaciones a la
par supuso un fuerte endeudamiento exterior. Sin embargo, la diversificación de las exportaciones, su constante crecimiento y una
menor influencia en las mismas de la inflación son pautas que marcan un claro
giro de nuestro capital productivo.
2. Configuración
del Euro como moneda y sistema bancario:
El siguiente punto que conviene analizar para
entender el capital productivo español y cómo
ha variado en el último lustro es nuestro sistema monetario y el sistema
bancario.
Como bien decía Pedro Schwartz en la
entrevista que tenéis más arriba, el sistema Target Two flexibilizaba sobremanera la capacidad de endeudamiento exterior de los
países que formaban parte de la moneda común. En la conferencia que dio el
propio Schwartz en el Instituto Juan de Mariana estuvo debatiendo conmigo sobre
el sistema Target Two y el patrón oro.
Yo le recordaba que, con el patrón oro, las crisis financieras que vivió el
imperio inglés a finales del siglo XIX se
transformaron en un endeudamiento de sus bancos para con el exterior, de
manera que necesitaron comprar mucho oro (sobre todo a bancos francesas) para
poder pagar en oro a sus clientes que exigían su dinero en dicho metal
precioso. Ello provocaba que, en cuanto había
una crisis de liquidez y se generaba un masivo endeudamiento exterior –como
ocurre ahora en España- el ahorro
privado supusiera en seguida mayor oro con el que devolver lo prestado a los
bancos extranjeros y reequilibrar la balanza comercial. Sin embargo, para
Pedro Schwartz, tal sistema de ajuste no es comparable con el Target Two. El
brillante economista defendía que el
desequilibrio generado por la moneda única acababa produciendo una masiva
monetización de deuda por el Banco Central Europeo distorsionando cada vez más
las economías (tanto aquella que tenía un derecho de crédito como aquella
otra que tenía una obligación de pago).
En primer lugar, el problema como bien fija
Schwartz es de configuración del euro.
El euro se va actualizando conforme al IPC.
Las críticas
al IPC como medidor de la inflación son de sobre conocidas y podrían ser
resumidas en que el IPC es un indicador muy
retrasado de la actividad económica de una nación. Siendo así, cuando
fijamos la actualización de una variable
en base al IPC, lo único que logramos es consolidar la distorsión que refleja el IPC en la economía y alargarla ad eternum. Un ejemplo de ello sería
el mercado de alquileres. Si yo, obligatoriamente por la Ley de Arrendamientos
Urbanos, tengo que actualizar la renta a mi inquilino en función del IPC y no en función de la variación de los precios en el
mercado de alquiler o de otra variable que pactásemos, vamos distorsionando
la renta a pagar en función de los precios que se cobran en el mercado. El
ejemplo más sangrante se produce con los salarios.
Fijando, vía
convenio colectivo estatutario, la
variación de los salarios de la práctica totalidad de los sectores en función
al IPC lo que se está produciendo es una realimentación de la inflación a nivel
agregado, entrando en un ciclo destructivo de poder adquisitivo.
Sin lugar a dudas, dicha distorsión es
todavía mayor si es la moneda la que se va actualizando
en base a la inflación –medida en términos de precios al consumo- y no en base
a la cantidad de dinero que hay en circulación en cada momento, lo que
conocemos como M3. Incluso existe el viejo debate de fijar la cantidad de
dinero en función a un tipo establecido
de onzas de oro (es decir, ir actualizando la masa monetaria en base a la
fluctuación del oro en la economía, lo que sería un patrón oro sui generis) que analizó
ya el Instituto Juan de Mariana hace seis años.
Esta configuración del euro provoca que, una
vez que una economía se endeuda con otra de la zona euro, pueda el BCE imprimir dinero tomando como medidor la inflación en una
crisis típicamente deflacionaria para alargar la capacidad de endeudamiento del
país con déficit exterior en años de burbuja (como fue España). Si a ello
le añadimos el efecto nocivo del descalce de plazos posible a su vez gracias al
BCE y a sus estímulos monetarios, estamos sosteniendo promesas de pago en base a unas expectativas futuras de generación de
valor añadido que eran, a todas luces, inalcanzables en el medio plazo y
requerían un gran cambio en el tejido productivo.
Este razonamiento (que el target two funciona como el patrón oro en el sentido de que te acaba
forzando a reequilibrar tu saldo de exportaciones) fue el que traté de
hacer ver a Schwartz en nuestro pequeño debate en el IJM. Él decía que se había
alargado demasiado esa capacidad de
ajuste y que con el oro ni habríamos podido mantener el apalancamiento exterior durante tanto tiempo ni
hubiéramos tardado tanto en ajustar
nuestra balanza por cuenta corriente. Sin embargo, se olvidaba tal vez
Schwartz de que el problema de nuestro déficit comercial estaba, sobre todo, en la industria que generaba dicho déficit:
la inmobiliaria. El capital inmobiliario es uno de los más ilíquidos (si ya
de por sí el capital es poco líquido) que podemos encontrar en el mercado con
lo que, el proceso, incluso con patrón oro
hubiera sido muy lento. ¿Tan malo es el Target Two? ¿O no lo sería tanto si
el Euro no se actualizase con el IPC?
Finalmente, en el largo plazo inevitablemente
el ajuste de nuestro tejido de capital tenía
que llegar debido a la Ley de Say (la oferta posibilita la demanda) que no
debemos confundir con artificios mercantilistas. Pero no nos centramos en
ese tipo de análisis dinámico para el largo plazo en esta ocasión, sino que el
propio target two posibilitaba un ajuste
en el medio plazo, tan sólo que el capital español tarda más en ajustarse
que otro tipo de capital. Puesto que, ¿quién
nos prometió que transformar dos millones de viviendas en una industria
exportadora potente lo íbamos a lograr de la noche a la mañana?
3. Teoría
del capital y tejido productivo español:
Y es precisamente en el análisis del capital
productivo español a través de la teoría
austríaca del capital (que tanto criticó Hayek a Keynes no elaborar una
teoría del capital) lo que hace que mantenga mi postura sobre el Target Two.
El capital es ilíquido, un recurso productivo difícilmente convertible, rígido, que requiere de mayor tiempo para ajustarse. Además, cuanto
más homogéneo sea el capital en una economía más difícil puede volverse
dicho proceso de reconversión. Si en España hubiéramos tenido un periodo de
auge económico con un capital
muy heterogéneo –es decir, invertido en muchas industrias, no confundamos
aquí la teoría de heterogeneidad del capital con variabilidad del mismo- y,
tras la gran recesión, sólo el mercado
financiero y el inmobiliario estuvieran afectados, sólo una parte del
tejido industrial tenía que ser reconvertido
en sectores más rentables.
Sin embargo, en España nuestro capital estaba en un sector muy rígido, muy
especializado, en definitiva, muy homogéneo. Un sector que, además, ha
entrado en crisis. Lo que ha saturado el mercado de dicho capital (pinchando
bruscamente la burbuja en un principio)
y ha acabado por lograr que los intercambios
fueran deficitarios para los propietarios de dicho capital. O de aquellos
que han podido reconvertir su capital en
líquido para llevar sus recursos a otro sector.
Es decir, siendo el capital español un
capital muy homogéneo y particularmente rígido como es el inmobiliario, y
habiendo entrado éste en crisis, el reajuste ha sido muchísimo más lento, por lo que los mecanismos que con el patrón
oro defendía Pedro Schwartz eran más flexibles (sic rápidos) que con el Target Two, con un patrón oro la capacidad de devolución del oro prestado
hubiera sido también lenta puesto que desinvertir en capital inmobiliario y
transformar nuestra producción en una orientada al extranjero también habría
sido largo. Más aún con una crisis global.
Respecto del capital especializado en el
sector financiero, por lo pronto este sector sí tiene razón Schwartz. Las continuas monetizaciones y programas de
aumento de masa monetaria del BCE ha permitido que el fuerte ajuste de desapalancamiento
del sistema financiero español no se haya producido aún. Ello, unido
a los rescates con dinero del contribuyente, ha provocado que los muchos
recursos (humanos y de capital) que el sector utiliza en España, hayan quedado bloqueados en dicho sector cuando
reportan, a todas luces, mucho mayor utilidad en otras partes de la economía.
4. Conclusión
El ajuste en nuestra balanza comercial era
inevitable que se produjera en el largo plazo debido a la crudeza de la Ley de Say como ya se encargó el
Doctor Juan Ramón Rallo en anticipar. Sin embargo, el ajuste está siendo necesariamente lento por la rigidez del
capital productivo y del tejido industrial español en términos de industria
y de generación de valor añadido. Nuestra industria exportadora, que ha crecido
con fuerza en época de crisis, ha visto a su vez mermada su capacidad de crecimiento debido a una voraz Hacienda y a una
intensa regulación que no le ha dejado ningún tipo de espacio para crecer. A
todo ello le añadimos que el efecto de la inflación (provocada por la
subida de precios de materias primas y las subidas tributarias) hace que en
términos nominales la balanza comercial no
sea aún ampliamente positiva y no estemos pudiendo, todavía, reducir nuestro
endeudamiento exterior. Sin embargo, nuestras exportaciones crecen y poseen
unas expectativas a futuro de crecimiento mucho más optimistas que las de la economía francesa, la economía noruega o
la economía italiana (por poner algunos ejemplos).
La industria exportadora española ha sabido
diversificar el destino de los productos, ver la crisis actual como una
oportunidad de crecimiento y centrar el destino de nuestros bienes y servicios
en aquellas economías emergentes que gracias a producir más nos están volviendo
más ricos a nosotros.
Necesitamos más de nuestras exportaciones. Los
Presupuestos del año 2013 están diseñados y calculados para unas exportaciones
que crecen un 6%, tan optimistas predicciones sólo pueden ser cumplidas (e,
incluso, superadas) si el Estado deja
más oxígeno a la industria exportadora, si termina de liberalizar el
capital inmobiliario sin cortapisas y si libera los recursos bloqueados en el
sector financiero, lo que unido a una menor tributación, nos convertirá en un referente exportador a nivel mundial.
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