En "La destrucción creadora (I) - Lo que se ve" vimos en qué consistía la
“destrucción creadora”:
Hay empresas, sectores enteros a veces, que desaparecen y son sustituidos por otros. De manera continua hay empresas que cierran porque dejan de ser viables… y son sustituidas por otras. Y digo bien “sustituidas”, porque el cierre de una empresa significa que ya no tiene clientes para los productos que fabricaba o los servicios que proporcionaba. La gente ha decidido libremente gastar su dinero en “otras” cosas (los “sustitutos”).
Pero la descripción del triste caso de la “emblemática empresa” a punto de cerrar ya nos hacía dudar de si la “destrucción creadora” es o no una buena idea. “Lo que se ve” es cómo centenares de personas van a ir al paro, y que existe la posibilidad de evitarlo. Pero ya intuíamos que había algo oculto, “que no se ve”, como en el caso de Juan Pérez y el cristal roto. Veamos los problemas que surgen si tratamos de hacer caso a D. Maleconomista Bienintencionado y pedimos al gobierno que evite que tan emblemática empresa cierre.
1. Salvamos a “Empresa emblemática A” ¡y luego piden lo mismo muchas más!
Si salvamos a “Empresa emblemática A”, lo lógico es que “Empresa B”, también en riesgo, pida lo mismo. Sería lo justo. Y después “C”. Y después “D” y después…
Es cierto que podríamos decir a “Empresa B” arbitrariamente que no, que ya se acabó lo que se daba. ¡Para eso somos el gobierno! Pero que podamos no transforma esa decisión en justa. Así que el primer problema que nos encontramos es qué empresas vamos a salvar y cuáles no. No se escapa que todas no van a poder ser…Por muy larga que sea la lista que queramos salvar (y dejando aparte el "pequeño problema" de si hay dinero para ello) en algún momento habrá que cortar. Así que el problema está ahí, sí o sí.
2. ¿Cómo decidimos a qué empresa salvamos... y a cuál no?
Una primera aproximación sería que hubiera alguien independiente que decidiera. Un observatorio o algo así (después de todo desde hace unos años eso parece ser la panacea-bálsamo-de-fierabrás para resolver los problemas). Pero...¿en qué criterios debería basarse? ¿Qué sea “emblemática” debe ser un factor? ¿Qué pensarían los trabajadores de “Empresa B”, que no es “emblemática”?
- A ver si lo entiendo. ¿¿O sea que a mí me mandan al paro porque no soy emblemático?? ¡¡¿¿Y qué más da??!! – se quejaría el empleado de “Empresa B”, indignado por lo que consideraría una evidente injusticia.
Y tendría razón. No parece un argumento muy sólido visto así… Tampoco que los trabajadores de “Empresa emblemática A” sean “buenas gentes”. ¿No lo son acaso los de “Empresa B”?
Quizá un posible criterio pueda ser que lo que haga “Empresa emblemática A” sea más o menos “útil” a la sociedad que lo que haga “Empresa B”.... Suena mejor ¿no?
Pero para eso no hace falta un observatorio. Si “Empresa emblemática A” va a cerrar es porque no encuentra clientes para lo que vende. Los mismos que se entristecen por su desaparición son los que no quieren comprar sus productos, y por tanto están decidiendo que desaparezca la empresa. No hay más…No hay una conspiración planetaria en contra de “Empresa emblemática A”… Es solo que no hay suficientes personas en la sociedad que consideran que merece la pena comprar sus productos. No los consideran suficientemente útiles frente a otras alternativas para usar su dinero.
Ya no hay televisores con tubos de rayos catódicos. Las empresas que los fabricaban ya no existen. Ya no hay radios de galena. Las empresas que las fabricaban ya no existen. Ya no hay serenos. Ya no hay locomotoras a vapor. Ya no hay…
Este criterio no es otro que la “destrucción creadora”. “Empresa emblemática A” tiene que transformarse en algo que sí sea útil para la sociedad. No hay otro remedio.
Atención. ¡Esto no quiere decir que no sea duro que “Empresa emblemática A” cierre! Lo es y mucho. Pero los esfuerzos deben ir dirigidos a que sus empleados encuentren cuanto antes un nuevo trabajo. Pero eso ya forma parte de otro artículo.