El Jinete de la Muerte

17 de mayo, 2012 0
Director de Inversiones en Metagestión. Inversor "value" y seguidor de la Escuela Austriaca de Economía.
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Finalizamos, por fin, la serie dedicada a explicar los cuatro factores que más influyen en la formación de los ciclos económicos y que hemos caracterizado como los "Cuatro Jinetes del Apocalipsis". 

En la primera entrada de esta saga, vimos que el sector público es el "Jinete de la Victoria", por ser el que más se beneficia de la recurrencia de los ciclos económicos. Después, aprendimos que el sector bancario es el "Jinete de la Guerra", por tratarse del "arma" favorita de los gobiernos para conseguir sus objetivos de mayor tamaño y poder. Por último, descubrimos que nuestro "Jinete del Hambre" es el sector privado, por ser el que se endeuda más en el proceso.

Hoy conoceremos al último de los jinetes. Un jinete que, en cierta manera, encarna el principio y el fin de cada ciclo: los bancos centrales. A los que caracterizaremos como "El Jinete de la Muerte"

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"Miré, y vi un caballo bayo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía: y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra." Apocalipsis, 6.8

Antes de entrar en materia, empecemos por definir qué es un banco central y cuáles son sus objetivos oficiales o mandatos. Haciendo uso de la wikipedia, encontramos que un banco central es "la entidad responsable de la política monetaria de un país, o de algunos aspectos de la misma". 

Veamos a continuación, cuáles son los principales mandatos de los dos bancos centrales de referencia mundial.

En el caso de la Reserva Federal, la política monetaria está dirigida a "alcanzar los objetivos de máximo empleo, estabilidad de precios y tipos de interés de largo plazo moderados". Mientras que el Banco Central Europeo (BCE), tiene como objetivo primordial "mantener la estabilidad de precios" en la Eurozona. Y, como objetivos secundarios, conseguir "una tasa de empleo elevada y un crecimiento no inflacionario y sostenible"
Me dirá que hasta aquí no ve nada fuera de lo normal. Sin embargo, vamos a ver que no hay nada lógico en todo lo que acabamos de aprender. Los bancos centrales únicamente tienen razón de ser dentro de modelos de teoría económica y, no se engañe, su verdadero objetivo no es otro, que garantizar la supervivencia del sistema bancario tal cual lo conocemos.

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Edificio de la Reserva Federal


Friedrich von Hayek, uno de los grandes economistas del siglo XX, acuñó el término de "fatal arrogancia" para descalificar cualquier intento de planificación central. Y es que, como ya demostró Ludwig von Mises con su "Teorema de la Imposibilidad del Socialismo", la planificación central es un ejercicio imposible porque, entre otras cosas, el ente planificador no puede conocer toda la información existente en una economía. Con lo cual, siempre errará en su intento de organizarla.

Veamos si nuestros banqueros centrales sufren o no de esta fatal arrogancia.

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Portada de 1997 de revista BusinessWeek


En el año 1997, una de las portadas del semanario de inversión y economía BusinessWeek, estaba dedicada a Alan Greenspan (anterior presidente de la Reserva Federal). Greenspan aseguraba que la sociedad estaba entrando en una nueva era. De hecho, se atrevía a hablar de una "Nueva Economía", de un periodo de crecimiento sin parangón, donde la llegada del internet iba a revolucionar el mundo tal como lo conocemos. Cuando se le preguntaba por la posibilidad de una burbuja bursátil en el mercado tecnológico, Greenspan se mostraba convencido de que no había motivos para creer en ello. Porque se trataba según él, de una "verdadera revolución". Ya sabemos cómo terminó la película...

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El actual presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, no ha resultado ser menos arrogante que su antecesor. En el año 2005, cuando en una entrevista de la CNBC se le preguntó por una posible burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, dijo literalmente que "el precio de las casas nunca ha bajado en términos agregados" en ese país. Y que, por tanto, era absurdo pensar que existiese siquiera esa posibilidad. En 2006, se congratuló por la fortaleza del sector inmobiliario y del conjunto de la economía. En 2007, cuando  empezó a aflorar el problema de las hipotecas basura, aseguró que en cuestión de meses la economía volvería a resurgir con fuerza. También conocemos el final de esta película, mucho más terrorífico que el de Greenspan...


Si sospecha que la fatal arrogancia también la sufren el resto de bancos centrales, está en lo cierto. Sirva de ejemplo el comentario de Jean-Claude Trichet en 2010: "Grecia convencerá a los mercados de su solvencia". Poco más que añadir.

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Jean-Claude Trichet (anterior presidente del BCE)


Este cúmulo de despropósitos, no dejaría de ser una mera anécdota, si no fuera porque condiciona la política monetaria de estas instituciones. Lo que, obviamente, tiene desastrosas consecuencias.

Sólo con lo que acabamos de ver, tendríamos argumentos suficientes para plantearnos la disolución de estas instituciones. Pero, por si alguno de ustedes necesita de más motivos, vamos a asumir que el banco central conoce perfectamente toda la información existente y que, por tanto, no peca de arrogante al tomar sus decisiones. ¿Estaría entonces resuelto el problema? Me temo que no. 

Ya hemos visto que el principal mandato de los bancos centrales es conseguir una estabilidad de precios. En concreto, el objetivo de la Reserva Federal y del BCE es mantener la inflación por debajo del 2%. ¿Hasta aquí todo bien? De nuevo, tengo que disentir. 

¿La inflación es causa o consecuencia de la forma de funcionar de nuestro sistema económico? Porque si es consecuencia, la política monetaria podría mitigar el problema pero no solucionarlo. Ya vimos en la entrada anterior del blog, que la expansión crediticia genera una competencia por los recursos y desencadena la inflación. Por lo tanto, la inflación es un síntoma de la enfermedad, no el virus que la genera. Esto implica que la necesidad de que existan políticas monetarias, vuelve a estar en entredicho. 

Sin embargo, hay gente que podrá decir que si, al menos, contribuyen a controlar la inflación, no hacen ningún daño a la sociedad. Así que, vayamos más lejos y asumamos también que la inflación es causa y no consecuencia de la marcha de la economía. Entonces, tenemos que preguntarnos: ¿por qué una inflación del 2%? Es más, ¿por qué la inflación tiene que ser un objetivo? Seguramente ha leído o escuchado a periodistas, economistas como Krugman (pronto le dedicaré un post...) o al propio Bernanke, hablando del fantasma de la deflación y de sus efectos perversos sobre la economía. Sin embargo, no entienden (o eso nos quieren hacer creer) que no existe un único tipo de deflación.

Se nos habla siempre de la terrible deflación sufrida por Japón en los 90. Sin embargo, nadie nos explica que esa deflación fue consecuencia natural del pinchazo de las burbujas inmobiliaria y bursátil que padeció este país en los 80. Ni mucho menos nos cuentan que existe otro tipo de deflación. La que surge por el aumento de la productividad. Ejemplo de ello es la industria de los ordenadores. Un mismo ordenador nos cuesta menos después de unos años, porque las empresas que lo fabrican consiguen mejorar este producto constantemente. ¿Acaso este tipo de deflación no es deseable? ¿Es mejor que nuestro dinero pierda valor año tras año, como desean los banqueros centrales? Está claro que no.

Pero vayamos más lejos aún, hagamos la última concesión e imaginemos que el objetivo de una inflación menor del 2% es un objetivo sano para la economía. ¿Serían entonces capaces los banqueros centrales de realizar una buena política monetaria? El siguiente gráfico tiene la respuesta.

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¿De qué nos sirve que el banco central de turno vigile de cerca la evolución de la inflación si, por el camino, se está formando una burbuja en algún sector de la economía? De nada. Los banqueros centrales y todos los economistas, a excepción de los economistas austriacos, ignoran la importancia de los precios relativos. No importa el agregado. Lo que importa es dónde se destina el nuevo crédito. Y esto es algo que los bancos centrales, gobiernos y economistas ignoran. Y, en muchos casos, de manera deliberada.

¿Cuál es, por tanto, la razón de ser de que existan estas entidades, si ni asumiendo lo inimaginable pueden hacer un trabajo útil para la sociedad? Ya contestamos a ello anteriormente. El verdadero objetivo de los bancos centrales es garantizar la viabilidad del sistema bancario

Murray Rothbard, otro gran economista austriaco del siglo XX, escribió un libro titulado "Los Orígenes de la Reserva Federal". En este libro demuestra que la creación de esta institución fue demandada por un sistema bancario incapaz de sobrevivir por sí mismo, al operar con reserva fraccionaria. 

Si aún no me cree, le dejo un gráfico que disipa todas las dudas.

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El escalón del año 2008, nos muestra la brutal expansión de balance que la Reserva Federal realizó para salvar al sistema bancario americano de la quiebra. Hablamos de cientos de miles de millones de dólares destinados a salvar un sector inestable, que volverá a verse en la misma situación dentro de unos años.

Por eso decía al principio de la entrada, que los bancos centrales encarnan el principio y el fin de cada ciclo económico. El ciclo suele iniciarse cuando los tipos de interés se sitúan, durante un tiempo prolongado, artificialmente bajos. Y termina con el rescate del sistema bancario. Ambas tareas las realizan nuestros bancos centrales o, mejor dicho, nuestro Jinete de la Muerte

No todo son malas noticias. Algo está cambiando en la mentalidad de los políticos americanos. Recientemente, el congresista Ron Paul consiguió organizar unas jornadas en el Congreso de los Estados Unidos, en las que se debatió el papel de la Reserva Federal y su posible disolución. Seguramente se quede en una mera anécdota. Pero el simple hecho de que se celebren, demuestra que hay esperanza y que el cambio todavía es posible.

Hasta pronto!
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