Recuerdo perfectamente como en la
facultad me explicaron al detalle las limitaciones técnicas de algunos
indicadores como el PIB o el IPC. El análisis de era lo suficientemente exhaustivo
como para entender las limitaciones de medición de estos indicadores que tanto
se empleaban en el mundo de la economía. Se comenta a veces el problema que
tienen los economistas con la calidad de los datos e indicadores y se trata
desde luego de una discusión muy pertinente. Pero no creo que sea ese el
principal problema de este tipo de indicadores. Las técnicas de elaboración
mejoran y los métodos de recogida de datos se perfeccionan.
Creo sin embargo, que el mayor
problema detrás de estas herramientas es de tipo conceptual. Después de haber
dado mi opinión sobre lo que significa el PIB, es turno de hablar de otro de
esos indicadores clave: el Índice de Precios al Consumo.
El IPC
La Encuesta de Presupuestos Familiares
sobre la que se elabora el IPC trata de realizar una estimación de sobre cómo
es el reparto del gasto de las familias. De modo que en el IPC, los sectores o
productos que más se consumen tienen una importancia mayor. Lo realmente
importante sobre el IPC es que es un índice construido sobre los precios de
los bienes finales, es decir, los que adquiere el consumidor final. El
objetivo del IPC es medir la evolución del “coste de la vida” y por este motivo
quedan excluidos conceptos como la vivienda (todos los activos), al
considerarse bien de inversión y por tanto que no afecta al coste de la vida.
Al construirse sobre los bienes finales o de consumo quedan por tanto excluidos
también todos los bienes intermedios (hay índices de precios al por mayor) en
el proceso de producción como pueden ser los componentes de un automóvil. Según el INE:
“El Índice de Precios de Consumo, que se publica mensualmente, tiene como
objetivo medir la evolución del nivel de precios de los bienes y servicios de
consumo adquiridos por los hogares residentes en España […] El gasto de consumo
es el flujo monetario que destina el hogar y cada uno de sus miembros al pago de determinados bienes y
servicios, con destino al propio hogar o para ser transferidos gratuitamente a
otros hogares o instituciones”
El problema del coste de la vida
tiene que ver con la larga tradición de inflacionismo en los diversos sistemas
monetarios modernos. En algunos casos esta justificación de la inflación tenía
como objetivo la bajada de los salarios reales sin reducir los nominales,
simplemente depreciando el valor de la moneda.
Ante este escenario, los grupos
interesados reaccionaron rápido exigiendo la indexación de los contratos. Se
trata de una defensa frente a ciertas políticas inflacionarias. Al tratarse de
un acto de defensa, los índices incorporados trataban de ser pragmáticos y por
tanto se tenían en cuenta los bienes que los trabajadores compraban, lo que
consumían. A los sindicatos el precio de los activos de una compañía no le
interesaba demasiado, sino más bien el poder de compra de los trabajadores.
El IPC usado en un ámbito erróneo
Como hemos visto el contexto del IPC
y de los índices de precios tiene que ver con un acto de defensa cargado de
pragmatismo. Los que perciben ciertas rentas no quieren ser estafados. Sin
embargo, la incorporación de este índice al análisis económico me parece una
trampa mortal.
Antes de explicar por qué es un
grave error considerar al IPC representativo de los precios observemos un
ejemplo práctico:
Podríamos concluir después del
gráfico que no hay demasiada inflación en España. Normalidad absoluta. Los
precios (en realidad sólo los de consumo) crecían a un ritmo del 3%, al 4%
algún año, nada comparable con algunas tasas de inflación correspondientes a la
época de la peseta. Si el IPC representa la evolución de los precios no hay
ninguna anomalía, y como bien decían los principales bancos centrales no había
inflación de la que preocuparse. ¿Por qué se iba a preocupar el banco central
que está observando el IPC en 2004?
Echemos un vistazo a la evolución
del precio de la vivienda, el activo de inversión por excelencia en España.
Desde 2002 hasta 2006 el precio del
m2 de la vivienda crecía al 10-15%. Desde el año 2000 hasta el año
2008, el precio de uno de los activos que más pesa en el gasto de los españoles
acumuló una subida del 143% y un 100% desde el año 2002. De forma contraria,
desde 2008 acumula una caída del 30% mientras que el IPC ha crecido un 7,79%.
¿Es una cuestión exclusiva de la
vivienda? En realidad el precio de los activos tuvo un comportamiento muy
diferente al IPC, y que como ya hemos comentado, quedan excluidos del índice.
Para comprobarlo basta con echar un vistazo a la evolución de la bolsa desde
2002 hasta 2008. La realidad es que mientras el IPC crecía al 3%, la masa
monetaria en España lo hacía a más del 10%.
El IPC está sesgado
Como ya hemos visto el IPC se
propone calcular el “coste de la vida” y está sesgado a propósito: los precios
al por mayor y de los activos no importan en este caso (aunque a lo mejor
deberían). El IPC está centrándose justo en la parte de la economía menos
sensible al ciclo que es el consumo y por tanto está sesgado desde el punto de
vista de los precios. Es por eso que no refleja ni la intensidad del ciclo ni
adelanta ninguna señal de aviso, es más bien retardado.
Muchos economistas toman el IPC como
proxy de los precios pero como hemos visto nada tiene que ver la evolución de
unos precios con otros. De hecho, son estas relaciones las que verdaderamente
importan, el por qué unos precios suben más que otros, o por qué unos bajan y
otros suben. Lo más curioso es que uno de los precios que mejor refleja el
ciclo económico (fenómeno que pretendo explicar en otro artículo) está fuera
del índice: la vivienda.
Lo peor de todo es que no solo está
sesgado como indicador económico sino también como indicador del coste de la
vida. Por ejemplo, los españoles se dieron cuenta del encarecimiento de la vida
con la entrada en el euro sin que las tasas de inflación fuesen demasiado
elevadas. En el fondo, los consumidores también percibían el precio de la
vivienda que no estaba incluido en el IPC (en el caso de España) así como
cualquier otro activo que tuvieran pensado adquirir. De hecho, la inversión en
vivienda o en cualquier otro activo es uno de los “gastos” más importantes de
las familias.
Dos aproximaciones a la inflación
De forma tradicional se consideró la
inflación como el aumento de la masa monetaria a lo largo del tiempo. Los escolásticos
españoles se dieron cuenta ya en el siglo XVI de que la revolución de los
precios de la que estaban siendo testigos tenía su origen en la llegada masiva
a Europa de la plata americana empujando de forma sostenida los precios al
alza. Es por eso que tradicionalmente se denominó inflación al aumento de la
cantidad de moneda o masa monetaria.
La concepción moderna de inflación
que se estudia en los manuales de macroeconomía se centra exclusivamente en la
evolución de los precios, y se le denomina inflación a toda subida de precios,
ya sea provocada por una mala cosecha o por un aumento de la masa monetaria.
Lo que provoca confusión según
Hayek:
Gran parte de la confusión que reina en todo esto se debe al constante empleo
erróneo del término "inflación". En su significado originario y
propio designa un aumento excesivo de la cantidad de dinero que normalmente
conduce a un aumento de precios. Pero incluso una subida general de los
precios, por ejemplo una subida causada por una escasez de géneros alimenticios
debida a malas cosechas, no es necesariamente inflación. Ni tampoco podría
llamarse inflación en sentido propio a un aumento de los precios determinado
por la escasez de petróleo y otras fuentes de energía, que llevaría a una
reducción drástica del consumo, a no ser que esta escasez se transformara en un
pretexto para aumentar ulteriormente la cantidad de dinero.
F.A Hayek - Campaña contra la
inflación keynesiana
¿Cómo resultan ambas aproximaciones
al analizar el ciclo?
En España, los precios al consumo
crecieron al 4% anual y la masa monetaria lo hizo al 15%. En términos acumulativos
en el periodo 2002-2008 los precios al consumo crecieron un 21,67% y la M3
(principal agregado monetario) un 91%. Estamos ante tasas positivas del IPC
pero que ni de lejos reflejan la intensidad y la falsa sensación de crecimiento
que tuvimos en España en ese periodo. De forma contraria, desde julio 2008
hasta julio de 2013 el IPC acumula un crecimiento del 7,79% mientras que la M3
ha descendido, concretamente un 7,66%.
Tras el crash de 2008 el IPC sigue en
positivo y por tanto sin dar señal de deterioro hasta (según parece) verano de
2013 a excepción de la clara señal de deflación en 2008, mientras que el
agregado monetario M3 señala la profundidad de la recesión que sufre España.
Según indica la M3, en España hubo contracción monetaria durante 4 años
prácticamente con tímidas señales de recuperación en 2013. Otra observación que
se puede obtener es que el IPC señaló recesión en 2008 pero de forma tardía
cuando la bolsa ya había empezado a caer de forma importante. Resultados
similares se obtienen para el ciclo europeo.
En mi opinión, centrarse en la
evolución de un índice de precios (una simple media ponderada) no nos va a
decir mucho del ciclo. Como ya expliqué, los precios son afectados por muchas
circunstancias muy diversas que no tienen por qué estar relacionadas entre sí.
La mayoría de los ciclos de auge y
recesión han sido fundamentalmente fenómenos monetarios y es allí donde hay que
buscar las explicaciones. Dado que allí están las causas y que por el
contrario los precios son el resultado final, los indicadores monetarios son
claros y adelantados, mientras que los indicadores de precios son tardíos y
difusos. Un agregado muy útil que señala el deterioro de la liquidez adelantando generalmente los problemas es la M1.
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