La Euforia no es Nueva, tampoco las Promesas de hacerse rico fácil

8 de abril, 2014 0


No warning can save people determined to grow suddenly rich., Lord Overstone

 

Como en toda crisis que ha existido, las semillas fueron sembradas tiempo antes, durante el auge y los tiempos de aparente prosperidad absoluta. En 1820 Argentina de pronto se convirtió en la atracción de moda para los inversores y especuladores de la City de  Londres. Trecientos nueve años después de su descubrimiento en 1515 por el explorador español Juan diaz de Solis y 14 años después de su proclamación de Independencia en 1810, la City se dio cuenta de la existencia de argentina. En el Parlamento Lord Russell había dicho: “Cuando personas con buenas razones toman las armas contra el opresor, es un acto de justicia y generosidad asistir a los hombres valientes en defensa de sus libertades”.

 

La City interpretó estas palabras idealistas (que Lord Russel había tomado prestadas de Emmerich von Vattel, el campeón suizo de los derechos del hombre) en su particular forma materialista. Para los financieros las palabras significaron que cualquier persona con una “buena razón” podría obtener un préstamo y de hecho casi todos lo obtuvieron. España, Guatemala, Nicaragua y Grecia fallaron en cumplir el pago de sus intereses al vencimiento. Colombia cayó en default desde el primer pago de intereses. La gente comenzó a especular con préstamos gubernamentales y después pasaron a especular con dudosas acciones de mineras de oro. Tentadoras y elocuentes circulares (las ahora llamadas newsletters) prometían riqueza de los Andes y sus cordilleras. Un prospecto de inversión apuntaba que esto “no era una operación especulativa ni problemática ni un esquema ingenioso.” Era prometido que “las perlas se podían encontrar a la orilla de las costas de Colombia”, que había tantan plata en Perú “que todos los utensilios de uso diarios estaban hecho de ella.” Las personas escépticas decían que “una mina es un agujero en la tierra que pertenece a un mentiroso.”

 

El primer préstamo argentino, a 6%,  de un millón de libras fue ofrecido a 85 por los Barings en 1824. Cuatro años después cayó en default y se pudo consolidar hasta 1857. A pesar de esta primera experiencia incumplida, los financieros serios y los escépticos especuladores consideraron a Argentina una maravillosa inversión. Por qué? Nadie lo sabe. En vez de pagar el interés de los cupones al vencimiento, los argentinos ofrecieron promesas de un mejor futuro para todos. En los 1870s el país sufrió una crisis severa y fue salvada por los Barings, quienes tenían más poder y más recursos que muchos gobiernos.

 

De repente la marea cambió y Argentina comenzó a prosperar y tener auge, como si tratara de cumplir las promesas hechas de un mejor futuro. En 1870 llegaron 40 mil emigrantes; para 1889 260 mil esperanzados mas llegaron. En 1878 Argentina comenzó a exportar trigo y tres años después introdujeron el patrón oro. Parecía como si los Barings una vez más habían hecho una fortuna en el mercado. Por toda Europa, los inversores estaban fascinados por la “Segunda América”. Entre 1881 y 1889, los bancos británicos hicieron préstamos a Argentina por 85 millones de libras. En la mayoría de estos préstamos Barings era la casa líder.

 

El flujo constante de dinero desde Londres creó un placentero sentido de euforia en Argentina. La gente comenzó a creer que este feliz estado de las cosas iba a durar para siempre. La confianza seguía inquebrantable incluso cuando Argentina suspendió el patrón oro en 1885, cuatro años después de haber sido establecido. La defectuosa planeación fiscal creó inflación y la inestabilidad política causó problemas, pero aún así la prosperidad continuó y gradualmente se convirtió en un boom incontrolable. En 1888, Argentina recibió 36 millones de libras en préstamos desde Europa.

 

La euforia se convirtió en el estado mental nacional de Argentina. Los precios de la tierra subieron a las nubes; ferrocarriles fueron construidos para un tráfico que nunca existió; se establecieron bancos para clientes que todavía no llegaban. Todos vivían del dinero de alguien más; a su debido tiempo los inevitables estafadores y tiradores astutos aparecieron en la escena. El oro subió a un Premium de 320%.

 

En Londres algunas personas cautelosas comenzaron a preocuparse. Un periódico escribió en diciembre de 1888 que muchas emisiones extranjeras en Londres habían causado salidas de flujos de oro, lo cual debería poner a pensar a los líderes dentro del negocio de las emisiones. En los 6 años anteriores Barings había recaudado 95 millones de libras destinados a deudores extranjeros. Argentina estaba al principio de la lista, seguida por Uruguay. Recientemente un préstamo para Buenos Aires había resultado imposible de colocar.

 

Para detener la fuga constante de oro el Banco de Inglaterra subió su tasa de interés de 3 a 4% en junio de 1890, y semanas después a 5%. Para finales de octubre había un sentimiento de nerviosismo en Lombard Street, que pronto se esparció por todo el distrito financiero. Se suspiraba el nombre de cierta Casa financiera que se había dicho tenía grandes compromisos en Argentina. Se rumoraba que esta Casa había incrementado recientemente la cantidad de sus letras en circulación.

 

En noviembre 7, la tasa del Banco de Inglaterra fue subida a 7%. No fue un viernes negro pero sí uno bastante gris. William Lidderdale, el Gobernador del banco, estaba tratando de proteger las reservas menguantes de oro contra las continuas remesas hacia América del Sur. Los rumores comenzaron a crecer acerca de cierto Banco de Inversión. Los rumores iban siendo más preocupantes a cada hora. Lidderdale cogió coraje para recibir malas noticias, pero hasta él se sorprendió cuando supo que Barings podría quebrar.

 

Aparentemente la filosofía conservadora acerca de los riesgos y la regla de la casa de “Seguridad ante todo” que las generaciones previas habían desarrollado con tanta perfección, habían sido abandonadas.

 

Se comenzó a susurrar y un sábado por la mañana se vio al director de Hambros (otro gran banco de inversión) dirigirse a la Casa Rothschilds, quienes habían estado en Barings la noche anterior. Corre el rumor que después de la reunión con los Rothschilds Sir Everard Hambro fue a por el Gobernador del Banco, Lidderdale, y le dijo que Barings estaba muy involucrado y que sólo hasta el lunes podrían saber si ellos pueden seguir o no. Barings Brothers tenía obligaciones por  21 millones de libras y necesitaban ayuda urgente, de lo contrario suspendería pagos. La crisis argentina los había dejado con grandes bloques de deuda sin valor e invendible. Su negocio seguía siendo fuerte, pero sus activos estaban parcialmente congelados.

 

El primer pensamiento de Lidderdale fue que la caída de Barings arrastraría a muchos bancos más y sumergiría a la City en el mayor pánico de la historia. Esto no debe pasar bajo ninguna circunstancia. Lidderdale estaba convencido que Barings no era una causa perdida. Lo único que necesitaban era tiempo. Él habló poco pero mando una nota al Exchequer pidiéndole que viniera a la City el Lunes.

 

Más tarde esa misma mañana de sábado hubo una reunión top-secret en Hambros. Lidderdale había ido seguido por dos de los socios de Barings. Los Barings le enseñaron al Gobernador su balance que según las notas de Lidderdale era lo suficientemente negro, pero no era claro ni decisivo. Hasta el lunes tendrían cifras mas exactas. Pco mas se dijo en la reunión. Al dejar Hambros, Lidderdale decidió que no dejaría que los Barings arruinaran el resto de su fin de semana. Así que se fue a casa y pasó el domingo con su hijo pequeño en el Zoo.

 

Mientras tanto, el Exchequer había recibido la nota de Lidderdale, la cual encontró muy alarmante según lo escrito en su diario. Él pensó que el dilema era entre Barings o la fuha de oro del Banco Central. Si era Barings, la crisis de 1866 donde otro banco de inversión, Overend-Gurney&Co, cesó los pagos sería insignificante comparada con la de ahora.

 

El lunes cuando el Exchequer llegó al Banco de Inglaterra y se entrevistó con el Gobernador Lidderdale, le dejo claro que por ningún motivo el Banco de Inglaterra podía interferir para salvar a un banco insolvente. Pero si Barings comprobaba que era solvente, entonces prometió todo el apoyo en su poder.

 

“Dije, las grandes Casas deben juntarse y dar las garantías necesarias”, escribió el Exchequer Goschen en su diario. Todavía un poco alterado, Goschen dejó el Banco y fue a consultar al Primer Ministro y a WH Smith First Lord del Tesoro.

 

Mientras tanto Lidderdale se cercioró que las reservas del Banco de Inglaterra fueran 10,815,000 libras, totalmente inadecuadas en caso de que hubiese serias dudas de la solvencia de Barings, pero él estaba seguro que le Banco debía ser protegido. Le pidió al Exchequer que utilizara sus influencias con los Rothschilds para obtener varios millones del Banco de Francia y al mismo tiempo hablar con el gobierno Argentino acerca de los valores desprestigiados. Él sabía que la segunda tarea sería difícil, probablemente imposible.

 

Goschen habló con los Rothschilds, quienes a su vez hablaron con el Banco de Francia en París. El Banco de Francia prometió prestar al Banco de Inglaterra 3 millones y medio de libras en oro.

 

El miércoles noviembre 12, Barings presentó su balance con obligaciones por 21 millones de libras, de las cuales 16 millones eran aceptaciones bancarias. Había activos por 24 millones de libras. Sin embargo, y esto era el quid de la cuestión, los activos incluían 750 mil libras en deuda argentina y dos millones en deuda de Uruguay, los cuales no tenían precio de mercado en ese momento. Aun así, si daban suficientemente tiempo y ayuda a Barings de urgencia y antes de que la crisis empeorara y explotara, todo podría terminar bien.

 

En su diario Goschen escribe como de una forma muy astuta y energética Lidderdale había hecho arreglos con los Rothschilds. Un comité argentino fue formado con Lord Rothschild a la cabeza. Para las 12 del día del miércoles, 3 millones de libras en oro habían llegado de París. Y 1,150,000 libras fueron compradas a Rusia.

 

Sólo aquellos tras bambalinas sabían las razones detrás de la compra de oro a Francia y a Rusia. Sigilo no era una palabra vacía para los Victorianos. El viernes 14, John Daniell, importante figura de la City y miembro de Mullens&Co llegó a con Lidderdale y le pidió al gobernador que hiciera un pronunciamiento. “Dicen que algo terrible está sucediendo”, dijo Daniell. “Y están hablando de las Casas grandes, las mas grandes”.

 

Lidderdale no dijo nada. Y el Exchequer Goschen negó absolutamente ayudar a Barings. Mencionó que un acto así tendría que ser llevado al Parlamento quien solo echaría mas leña al fuego.

 

No se sabe quién fue el primero que mencionó una garantía colectiva. Casi todas las partes involucradas mencionan esta idea en sus respectivos diarios. El propio First Lord del Tesoro le prometió a Lidderdale enviar un cheque por cien mil libras de su bolsillo para demostrar que Barings sólo podría ser salvado con garantías privadas. “Pienso que habría sido una desgracia nacional si Barings hubiese caído”, escribió WH Smith.

 

El viernes noviembre 14 por la noche, Lidderdale pudo ver las cifras finales de Barings que mostraban que el banco era solvente pero que necesitarían 8 o 9 millones de libras para cubrir sus obligaciones inmediatas. Visitó al Primer Mininstro y le pidió que le gobierno incrementara su balance con el Banco de Inglaterra. El Primer Ministro titubeó.

 

Lidderdale le respondió bruscamente que si el gobierno no ayudaba al Banco de Inglaterra a aliviar algunas de las posibles pérdidas derivadas de los reembolsos que se demandaban sobre las notas de Barings, entonces el Banco tendría que comenzar de una vez a devolver y desechar todas las notas de Barings. El Primer Ministro accedió entonces a que el gobierno asumiría la mitad de cualquier pérdida que resultará entre las 2pm del viernes y las 2 pm del sábado. Eso era todo lo que Lidderdale quería escuchar. Había tomado la decisión de crear el fondo privado de garantía para que la garantía del gobierno fuese únicamente superflua. Aun así, era bueno tener el apoyo del Primer Ministro.

 

Lidderdale había recaudado 3,250,000 libras en el fondo de garantía privada, de los cuales un millón habían sido aportados por el Banco de Inglaterra. Pagando así generosamente la deuda moral que tenía con Barings quienes habían rescatado a la vieja dama de Threadneedle Street 51 años antes.

 

En la lista de contribuyentes al fondo de garantía para Barings estaban los nombre mas prominentes de la City. Lo mas sorprendente fue que la transacción de llevó a cabo en tan solo 40 minutos. La alternativa era obvia y no muy agradable.

 

Lidderdale también llamó a los bancos comerciales quienes quedaron estupefactos al conocer la crisis de Barings porque sus notas eran ampliamente usadas y de la mejor reputación. Los bancos comerciales sugirieron que duplicarían el fondo de garantía, algunos de ellos incluso aportaron más que los Rothschilds. Uno de los representantes sugirió dejar que las cosas siguieran su curso, a lo que Lidderdale respondió que en ese caso él cerraría la cuenta de ese banco con el Banco de Inglaterra y lo anunciaría en los periódicos. Esa amenaza hizo que el representante reacio se volviese a alinear.

 

La mañana del sábado Lidderdale ya tenía un fondo de garantía privad para Barings por 6 y medio millones de libras, suficiente para liberar de toda obligación al Tesoro. Goschen recibió muy bien la noticia y supo que todo estaba resuelto. Al final de ese mismo día Lidderdale había logrado aumentar el fondo a 14 milllones de libras en total.

 

Al final la City, en una notable demostración de unidad, logró recaudar 17 millones y medio de libras para Barings. Ayudar a Barings se convirtió en algo así como un símbolo de status. Barings sin duda alguna había demostrado la diferencia entre un buen nombre y un gran nombre dentro de la banca de inversión: un buen nombre es bueno en tiempos normales, pero un gran nombre es bueno incluso en las crisis.

 

No hubo pánico en los bancos. Lo que pudo haber sido el peor pánico en la historia de la City fue evitado.

 

Tiempo después y con las aguas tranquilas la opinión de la City fue expresada muy bien por Sir John Clapman: “la acusación que se puede hacer contra Barings es que en su afán de hacer negocios no consideraron todos esos proyectos mas fría y sabiamente”. Barings había ido mas allá de los límites de la prudencia escribió el Times.

 

El Mercado de Valores de Londres reconoció que fue gracias a la habilidad magistral de Lidderdale que la crisis pudo evitarse. La City también expresó su reconocimiento por la admirable y efectiva forma en que Lidderdale condujo la situación.

 

 

El texto arriba es un extracto de traducción libre basado en el genial libro “The Merchant Bankers” de Joseph Wechsberg. Podemos ver que la historia sí que rima y rima muy bien. Cada quien puede sacar sus conclusiones y relaciones, pero algo es obvio, conocer la historia y leer más acerca del pasado como periódicos o libros viejos, a veces da una imagen más clara sobre el presente y el futuro.

La historia me gustó tanto y me divertí tanto al leerla que quise compartirla con vosotros. El libro lo recomiendo totalmente, tiene grandes historias de los grandes bancos de inversión ingleses. Excelente para entender un poco mas este mundillo, porque muchas cosas cambian, pero todo permanece igual.

 

 

 

 

 

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