Vamos a imaginar que nuestro mal operador compra debido a que se supera una resistencia o incluso que compró poco tiempo antes. Como el mercado lleva tiempo subiendo y está rompiendo resistencias, nuestro inmaduro especulador se siente eufórico ¡el mercado está subiendo y no puede dejar de hacerlo!. Cada punto que el mercado va más arriba, la euforia aumenta y apenas puede dormir y se levanta a las 5 de la mañana para seguir contando sus ganancias virtuales. Si la operación sale bien se embolsará un buen pellizco y en la siguiente operación nuestro operador seguirá actuando bajo la influencia de la euforia.
Pero sabemos que muchas operaciones salen mal, así que antes o después una de esas operaciones realizadas cuando el mercado subía se dará la vuelta y empezará a ir ligeramente mal. Aquí, el mal operador muta su euforia por esperanza. Tiene fe en que el mercado se gire de nuevo al alza y la operación resulte finalmente ganadora. Malas noticias, la esperanza es siempre una mala emoción porque ya no se está juzgando con la razón sino que la operación se ha convertido en algo puramente emocional y lo que se debería cerrar se acaba manteniendo. Nuestro operador empieza a ponerse cada vez más nervioso, incluso vuelve a abrazar la fe cristiana y le promete a Dios que cambiará si la operación empieza a ir bien. Seguro que algunas veces "la esperanza" dará resultados, pero, a la larga, lo más probable es que esas operaciones sigan yendo mal, y nuestro operador vuelva a renegar de Dios por no haberle ayudado y entre, de menos a más en pánico hasta que no puede más con su carga y venda toda su posición. Normalmente esto ocurre en el suelo del mercado, porque el operador solo es una gota de una masa enorme que siente y padece parecido. Y cuando todos tiran la toalla, el mercado deja de tener presión bajista y rebota.
Ahora vamos a imaginar que nuestro operador introduce una nueva posición alcista en el mínimo del 13 de junio y que la operación va bien desde el comienzo. Como es un mal operador, nada más ir bien se acuerda de las últimas operaciones y cuando va ganando un 2% le entra el miedo de perder sus ganancias virtuales. Va de un lado para el otro de la habitación volviéndose loco y finalmente decide cerrar con una ganancias pobres.
El resultado final de esta forma de sentir es tomar pérdidas enormes y beneficios muy pequeños lo que hace que a largo plazo sea una estrategia desastroza. La euforia le llevó a poner su fe en una operación que en el mercado de acciones tiene pocas probabilidades ya que las tendencias sostenidas son fenómenos raros. Luego sintió esperanza que le hizo mantener una operación perdedora. Y finalmente, cuando fue a peor, sintió pánico y vendió en el peor momento, justo cuando el mercado rebotó. Y después, en otra nueva operación que le fue bien, se acordó del pasado y cuando debería haber sentido un correcto optimismo solo sentía miedo.
Ahora, vamos a ver lo que debería sentir un buen operador en las mismas circunstancias de mercado:
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