El RPG-7 es un lanzacohetes antitanque portátil de origen soviético cuya robustez, versatilidad, simplicidad, bajo coste y eficacia lo han convertido en el arma de este tipo más usada en el mundo. Dependiendo del tipo de cohete que se emplee como munición puede penetrar el blindaje de un tanque y destruirlo de un solo disparo. A una distancia de 50m su efectividad es del 100%, a 100m del 96% y a 200m del 51%. Puede ser usado en todo tipo de escenarios, desde el desierto a las montañas pasando por el laberinto de la guerra urbana. Esos 10 polivalentes kilos de acero y madera son, además, mortales contra vehículos sin blindaje o con blindaje ligero, como los transportes blindados de personal, y sirven también para destruir edificios y búnkers. Utilizado hasta la saciedad por los insurgentes en Irak y Afganistán, este artefacto es el responsable del derribo de dos Black Hawk en la Batalla de Mogadiscio. La OTAN respeta al AK-47. Pero a quien realmente teme es al RPG-7.
Es posible que la fama se la haya llevado el famoso fusil de asalto diseñado por el hábil Míjail Kálashnikov pero lo cierto es que puestos a incordiar a las fuerzas de la Alianza Atlántica la combinación de combate que mejor funciona en un escenario atroz de guerra urbana es la formada por cuatro o cinco insurgentes, de los cuales uno o dos actúan como distracción o cobertura usando sus AK-47, mientras que los otros se dedican a lanzar cohetes con el rústico pero eficiente RPG-7. Puede que la indexación haya demostrado grandes virtudes en la Guerra Financiera Asimétrica. Pero por sí sola no es suficiente. Precisa de un apoyo táctico que constituya una regla de funcionamiento eficiente y eficaz que permita al pequeño inversor/ahorrador operar con seguridad en el medio y largo plazo.
El complemento indispensable de la inversión indexada se llama promedio del coste monetario.Éste es el RPG-7 del inversor. Con él sobre el hombro y la indexación de fondo, no hay escenario, por muy brutal que éste sea, capaz de derribar la voluntad de victoria del inversor en la atroz y desigual Guerra Financiera Asimétrica.
El promedio del coste monetario
El promedio del coste monetario es una técnica de inversión que consiste en destinar de forma periódica una cantidad idéntica en términos monetarios a la compra de participaciones en un fondo índice. Quien dice un fondo índice dice también un ETF del tipo que sea o fondos de inversión de gestión activa o acciones individuales. No obstante, es en la inversión indexada donde esta técnica ofrece una mayor simplicidad y una mecánica que funciona en piloto automático, algo que no puede hacerse de la misma manera con otro tipo de instrumentos de índole activa.
La combinación de un fondo índice con esta técnica constituye la mejor opción para el inversor defensivo, pasivo o conservador. El caos que supone la evolución cotidiana de los mercados financieros queda así sujeta a un orden. El inversor gandul, haragán, vago, indolente pero astuto renuncia a mostrarse activo y, sobre todo, a predecir el futuro respecto a cuál va a ser la evolución que sigan las cotizaciones o a la tarea de tratar de identificar qué sectores del mercado y qué acciones en concreto van a conseguir los mejores resultados. Pero es que, además, de la mano del promedio del coste monetario se evita el riesgo de destinar más dinero al mercado justo en el momento en que parece más atractivo, cuando en realidad es más peligroso, al mismo tiempo que se continúa invirtiendo después de una crisis de mercado que haya hecho que las inversiones sean realmente económicas aunque, en apariencia, parezcan más arriesgadas.
La indexación combinada con el promedio del coste monetario supone una gran liberación psicológica para el inversorperezoso, aliviado de la estresante sensación de que invertir consiste en predecir a todas horas lo que están a punto de hacer los mercados financieros. El indexador adopta una postura escéptica respecto a todos aquellos que dedican ingentes cantidades de tiempo, esfuerzo y medios a la adivinación bursátil y a la anticipación especulativa. El objetivo del inversor vago es obtener la mejor combinación esfuerzo/rentabilidad bajo el principio de conservación del capital. Ni el Expansión ni el Cinco Días ni El Economista ni los suplementos dominicales ni las noticias económicas y financieras diarias que sobresaltan y excitan a mercados e inversores le interesan a este gandul que prefiere leer el Marca o El Jueves y asignar su tiempo libre a otras actividades que no incluyen ni la bolsa ni las finanzas.
Vamos, pues, a explorar el funcionamiento del promedio del coste monetario en combinación con un instrumento indexado a través del ejemplo que nos muestra el IBEX35 a lo largo de 20, 15, 10 y 5 años.
Promediando a muy largo plazo
En la exposición que vamos a realizar utilizaremos de referencia el IBEX35. No obstante, iremos añadiendo notas importantes al respecto para que las tenga en cuenta porque la indexación al IBEX es tan sólo un ejemplo y todo lo que se va exponer aquí no tiene pretensiones de exactitud matemática sino de principios generales de inversión.
Empezaremos por contemplar la rentabilidad del IBEX35 sin dividendos y con dividendos a 20 años vista, desde 1995 hasta 2014:
Lo primero a destacar en este cuadro es que la rentabilidad basada en la reinversión de los dividendos marca una gran diferencia a largo plazo. Por un lado, amortigua los daños que los períodos bajistas provocan y, por otro, hace mejores los años alcistas. La capitalización y el interés compuesto precisan de un aliado fundamental: el tiempo. La diferencia entre una rentabilidad acumulada del 233%, un 6.2% compuesto anual y otra del 602%, un 10.2% compuesto anual, es muy significativa.
Ahora bien, esa rentabilidad mínima del 6.2% y la otra máxima del 10.2% no responden en ningún caso a la rentabilidad real que el inversor hubiese obtenido. La razón evidente es que participar en los mercados tiene un coste. Cada ejercicio habría que contar con la erosión que los gastos de gestión del fondo ocasionan al inversor así como los errores en la replicación del índice. Por tanto, el 10.2% compuesto anual lo es como máximo. De ahí que para el inversor de principios de 1995 probablemente su rentabilidad haya sido menor, entre un 8%-9% compuesto anual. Pero esto es lo que se puede esperar del mercado a largo plazo. Es a lo que tiende la eficiencia del mercado y el plus de rentabilidad sobre otros activos que se refleja en la bolsa, donde están presentes siempre las mejores empresas o las más grandes o las más innovadoras, entrando unas y saliendo otras a medida que el ciclo económico prosigue su avance y los cambios de paradigma se suceden unos detrás de otros.
Por otro lado, la rentabilidad del índice sufre una segunda pero importante corrección, que son los impuestos. Aquí siempre hablaremos de rentabilidad brutay no vamos a perder el tiempo con simulaciones tributarias por un doble motivo: primero, la fiscalidad cambia, y puede hacerlo de manera radical, de un momento a otro según el capricho de los gobernantes de turno y, segundo, porque cada contribuyente reúne características tributarias diferentes que hace que finalmente unos paguen más y otros menos según las circunstancias fiscales que les afecten.
PRIMERA OBSERVACIÓN.Las rentabilidades que se ofrecen aquí, como metáfora o ejemplo de la indexación, corresponden al índice sin dividendos y con dividendos. Entre ambas rentabilidades se moverá lo que obtenga el inversor porque estará afectado por dos variables que no puede evitar, los gastos de intermediación del fondo de inversión u otro instrumento financiero utilizado y la tajada fiscal. De ahí, que la rentabilidad máxima del índice, que es la que corresponde al mismo con dividendos, constituye un tope máximo mientras que la que marca el índice sin dividendos constituye un tope mínimo, siendo lo más probable un término medio entre ambas más próximo al tope máximo que al mínimo puesto que aunque pueden variar mucho los gastos de gestión de un instrumento a otro e incluso entre instrumentos del mismo tipo también es cierto que la indexación presenta costes de intermediación menores que la gestión activa.
¿Cómo funcionaría entonces el promedio del coste monetario para el inversor/ahorrador? Observemos el siguiente cuadro:
En la columna donde dice INVERSIÓN se recoge una cantidad X que se aporta a 1 de enero de cada ejercicio. En 1995 asciende a 1.200€, esto es 100€ mensuales. El inversor aumenta esa cuota anual un 3% compuesto como medida de precaución contra la inflación. Así, en 1996 aportará 1.236€ para finalizar 2014 aportando 2.104€. En total habrá ahorrado e invertido 32.244€, que no es mucho dinero, unos 1.612€ al año, es decir, poco más de 134€ mensuales. Si estamos tratando de un mileurista permanente, eso supone un 13.4% de sus ingresos. Aquí vamos a suponer que nuestro inversor, mileurista o no, decide aportar solamente esos 1.200€ anuales incrementados en un 3% compuesto cada año, bien porque no puede ahorrar más bien porque no le apetece. En la tercera columna se reflejaría el resultado de su inversión tomando como referencia el IBEX35 sin dividendos mientras que en la última la inversión reflejaría la rentabilidad ofrecida por el IBEX35 con dividendos. En el primer caso sus 32.244 euros ascenderían a 41.252€ y en el segundo a 67.732€, con una rentabilidad acumulada del 28% y otra del 110%, que no son las reales por los motivos antes expuestos y por el siguiente:
SEGUNDA OBSERVACIÓN.La rentabilidad calculada aquí es aquella que responde a la siguiente pregunta: a lo largo de 20 años he aportado de media 1.612€ anuales así que al final del período ¿tengo más o menos dinero del aportado?Lo que queremos destacar es la virtud de la indexación acompañada del promedio del coste monetario como herramientas de protección del capital.De ahí, que esas rentabilidades del 28% y del 110% sólo representen la rentabilidad total acumulada para la cantidad invertida y no refleja, pues, la rentabilidad anual real de la inversión, que es más elevada obviamente. Algo que dejamos al lector averiguar porque en este post sólo nos interesa remarcar lo que realmente al inversor/ahorrador ciudadano le importa al final: ¿tengo más o tengo menos de lo aportado?
Por otro lado, habrá quien piense que en el largo plazo todos estaremos muertos y etc etc. En el largo plazo, la verdad, es que la mayor parte de nosotros vamos a estar bien vivos y coleando. Son pocos los que la van a palmar porque cada vez vivimos más y mejor (esto último será opinable, lo primero no) así que no se suba al carro nefasto del “que me quiten lo bailao” o “total, ahora puedo salir a la calle y me puede atropellar un coche” y haga el favor de comportarse como un verdadero soldado de la Guerra Financiera Asimétrica, así que espabile, no diga ni contribuya a divulgar ese tipo de memeces y preste atención a la siguiente observación:
TERCERA OBSERVACIÓN.La inversión indexada ofrece su mejor cara en planes que tengan sentido a largo plazo. ¿Qué tiene sentido a largo plazo? A muy, muy largo plazo tiene sentido su jubilación puesto que en el caso español, vayan bien las cosas o no vayan tan bien, lo cierto es que el sistema de reparto le condena a percibir una pensión que va a distar mucho de su último salario y no es plan, cuando se es viejuno, el andar por los ultramarinos mirando con lupa lo que se puede comprar o no. Un plan a largo plazo es, por ejemplo, un hijo. Imagine que en lugar de abrirle una cuenta corriente en el banco del cual es director uno de sus colegas decide ahorrar e invertir la cantidad arriba señalada en aras a ofrecer una mejor educación a su retoño o facilitarle el acceso a la vivienda o la apertura de su propio negocio. Dejarle a su pupilo entre 41.000€ y 67.000€ es la diferencia entre acabar como su padre, hipotecado como un Belcebú, o hipotecado de manera más razonable. Es la diferencia entre pagarse un buen máster o emprender un pequeño negocio sin la soga asfixiante de la financiación bancaria o bien cualquier otro proyecto.
Respecto al plan hijo, la verdad es que con 20 años nosotros no le daríamos la pasta. Por dar no le daríamos el derecho al voto, por lo menos hasta que no tenga un trabajo. Pero piense: vale se lo doy a los 25 años, donde ya debería haber terminado los estudios o estar trabajando. (Si no es así no mencione jamás lo del dinero y fúndaselo con su señora en juergas. O con otras señoras. O señores). Aún tendría 5 años más para aportar y beneficiarse de las maravillas del interés compuesto y la capitalización para dejarle al nene un dinerillo que por lo menos lo aleje de una vida de esclavitud hipotecaria. Que no es poco. Eso sí que es ser unos buenos padres. El amor y el cariño son lo más importante pero sin hipotecas sadomasoquistas aún saben mejor.
Los peores años de nuestra vida
Son los comprendidos entre el 2000 y el 2014. Quince ejercicios de traca. Si nos retrotraemos a 1995 veremos que el 35% de los años han sido negativos. Algo por encima de la media de lo malo pero tampoco demasiado. El 2012 con dividendos fue positivo pero por menos del 3%, razón por la cual cuenta como negativo. No obstante, los 7 ejercicios malos de bolsa presentes en los últimos 20 años se concentran amargamente entre el 2000-2014, o lo que es lo mismo, un período donde el 46% de los años han sido de pura pena. Vean si no:
En 15 años un 3.28% compuesto anual en el mejor de los casos o una depreciación del -0.83% en el muy peor. Llama no obstante la atención que, a pesar de lo que ha llovido, la cosa no sea tan mala. No nos malinterprete. Es mala, muy mala. Infrecuente, además, para un período que es lo suficientemente largo. Sin embargo, tampoco es un desastre. No es un hundimiento civilizatorio o el fin de los tiempos. Es altamente mediocre y malo. Pero no espantoso. La bolsa española ha sido patética desde el 2000. Pero es que sigue viva. Por tanto, al igual que en el ejemplo anterior, ¿cómo le habría ido al inversor indexado?
Al cabo de 15 años nuestro segundo inversor, un poco más joven que el anterior, ha aportado 22.319€ y suma ahora entre 24.111€ y 35.424€. Una vez más, la inversión indexada cumple su misión principal de conservación del capital acumulando entre un 8.8% o un 58% de rentabilidad total. El inversor ha aportado de media anual 1.488€, esto es, 124€ mensuales, el 12.4% de unos ingresos mileuristas. De todo lo cual habría que añadir aquí algunas importantes observaciones:
CUARTA OBSERVACIÓN.No es frecuente que un período de mercado de 15 años ofrezca unos resultados tan pobres. Cierto es que España ha atravesado un par de baches peores que la media de países de nuestro entorno. Por eso, la indexación debe estar diversificada, esto es, el inversor no debe usar solamente un sólo fondo índice sino una combinación de ellos. ¿Cómo debe ser esa diversificación? Pues sencilla y no excesiva. Usted, si es español y vive aquí pues uno al IBEX35, que es su mercado local pero al mismo tiempo uno de los más importantes de Europa y lo suficientemente representativo, otro fondo índice de índole regional, por ejemplo, referenciado al EUROSTOXX50 o similares, y finalmente un tercero de índole global, bien al S&P500, que es lo que marca la tendencia en las bolsas mundiales, o bien al MSCI World. Con eso va que chuta. No hace falta que le hierva la cabeza con BRICs o ASEANs o nada parecido. Local, regional, mundial. Grande, que tienda a la eficiencia con el tiempo. Y asunto arreglado. Es la manera más sencilla de evitar que circunstancias anómalas, fuera de la norma general, como las de España, emponzoñen sus resultados indexados.
QUINTA OBSERVACIÓN.El promedio del coste monetario tiene la inmensa virtud y sabiduría de evitar que el inversor comprometa su capital en el momento más inoportuno, que suelen ser los períodos alcistas, al mismo tiempo que le anima a seguir invirtiendo cuando todo el mundo está buscando papel higiénico, que suelen ser los períodos bajistas. El promedio del coste monetario combinado con la indexación adquiere su mayor y mejor utilidad no cuando todo va viento en popa sino cuando llueven “chuzos de punta”, esto es, cuando “pintan bastos.” Ni siquiera un período como 2000-2014 es capaz de destruir el principio de conservación del capital.No es el tema de “me voy a forrar” sino el de “no me voy a arruinar” donde la indexación, su AK-47, y su fiel secuaz, el promedio del coste monetario, su RPG-7, cumplen realmente su función. En la cruel y bárbara Guerra Asimétrica los insurgentes no buscan la victoria en el campo de batalla porque no tienen nada que hacer contra el poder de la OTAN. Lo que buscan es sobrevivir al enemigo porque en eso basan su victoria. Haga usted lo mismo. No puede derrotar al ciclo y a los cisnes negros del mercado pero puede sobrevivirles perfectamente adoptando las tácticas y estrategias adecuadas.
¿Quién dijo década perdida?
Pues un montón de gente. Pero la cosa no es para ponerse nerviosos. No ha sido, ni de lejos, para tanto. ¿Qué los últimos 10 años han sido decepcionantes? Evidentemente sí. Hombre, comparados con los últimos 15 habría que decir otra cosa:
Durante la última década el 40% de los ejercicios ha sido malo o muy malo. Pero una vez más, no un desastre. La sociedad sigue avanzando y, si bien es cierto que muchas veces es difícil ver mejora, tampoco es verdad que hoy no estemos mejor que ayer en líneas generales. Quizá no en España. Pero es que España no es el centro del Universo, por suerte para el Universo. ¿Qué habría pasado con el inversor indexado en estos 10 años? Lo siguiente:
Pues habría aportado 13.757€, esto es, 1.375€ anuales o 115€ mensuales de media. Para este inversor, puede que mileurista con más probabilidades que los otros dos, eso hubiese significado un 11.5% de sus ingresos. Al final tendría entre 13.863€ y 18.360€. Otra vez más, la indexación y el promedio del coste monetario cumplen sus funciones. El principio de conservación del capital prevalece. Ahora bien, si vuelven la vista atrás, al aciago 2000-2014, verán que el índice lo hace mal pero el inversor bien, apoyado en su lanzacohetes preferido RPG-7, financieramente conocido como promedio del coste monetario. Aquí ahora, a 10 años, es el índice quien lo hace mejor y el inversor peor. Esto y otras cosas nos sugieren lo siguiente:
SEXTA OBSERVACIÓN.No es ningún problema ni inconveniente el enfrentarse a períodos bajistas prolongados porque éstos constituyen una ocasión de comprar más con lo mismo y las recuperaciones bursátiles, que no tienen por qué ser muy fuertes, colocan tarde o temprano la balanza del lado del inversor siempre y cuando éste haya establecido previamente que su perspectiva de inversión es a largo plazo. 20, 15 y 10 años son plazos largos y deben obedecer por tanto a proyectos a largo plazo, del tipo que sean. Es el inversor quien debe determinar para qué quiere el dinero y perseverar en el ahorro e inversión a tal fin.
SÉPTIMA OBSERVACIÓN. La mayoría de las personas reciben sus ingresos de manera mensual. No obstante aquí hemos realizado la simulación de manera anual aunque en todos los casos informando al lector de la media de lo que habrían supuesto mensualmente las aportaciones. El promedio del coste monetario puede realizarse con la frecuencia que al inversor le venga en gana: mensualmente, trimestralmente, semestralmente, anualmente, …pero debe efectuarse de manera regular. Aquí no partimos de un tipo llamado X a quien le arriba de repente un dinerillo y que va diciendo por ahí “si te doy tanto ¿cuánto me puedes sacar a esto y cuándo lo tendría?” en plan “busco momentazo para cargarme hasta las trancas de lo que sea.” Pues no. En toda esta exposición de lo que tratamos es del ciudadano normal que decide ahorrar mensual o anualmente cierta cantidad e invertirla en un proceso adscrito a un plan de futuro. Y un proceso es una sucesión de actos en el tiempo. No una apuesta al 22 rojo hoy que tengo en manos la herencia de la abuelita.
Terror en el medio plazo
¿Y qué nos ha deparado el IBEX35 en el último quinquenio aparte de sustos y terror a espuertas? Vamos a verlo:
Unos resultados malos sin dividendos y pasables con ellos. Hay que tener en cuenta que el 60%, o si quiere el 50%, de los ejercicios han sido negativos. Es el porcentaje de fallo más elevado de todos. Sólo a 20 años, donde el riesgo de la inversión bursátil está prácticamente diluido al 99% en casi todos los escenarios del mismo tipo y ámbito que el español, presenta un porcentaje digamos “más normal” de ejercicios malos. El último quinquenio mete miedo. Veamos entonces cómo se las arregla el más joven de los inversores echándose al hombro su RPG-7:
Pues parece que nada mal. Ha aportado 6.371€, 1.274€ al año o 106€ mensuales de media y se encuentra con 6.900€ o, sonando todas las flautas y timbales, con 8.103. No está nada mal. En un período aciago y decrépito a más no poder de la economía nacional donde a punto están de enviarnos a los Black Men para que el gobierno de turno se ponga las pilas, cosa que no está nada claro que haya hecho, la inversión indexada y su Robin, el promedio del coste monetario vuelven una vez más, de manera terca y empecinada, a mostrarnos la bondad de su uso combinado. De ahí que:
OCTAVA OBSERVACIÓN.A medio plazo el promedio del coste monetario sigue ofreciendo garantías remarcables de protección del capital y de rentabilidad. El principio sigue siendo el mismo que a 20, 15 o 10 años, esto es, nada de mojarse a lo bestia en ningún ejercicio. Siempre igual. Una vez tras otra. Level 99 de aburrimiento. Cátedra de Aburrimiento en la Universidad de los Aburridos. Probablemente los que han ido con intención de pasárselo bien y han salido escaldados del infierno español no han terminado del todo de comprender en qué consiste la diversión. En bolsa, diversión es igual a rentabilidad y no a emociones y subidones y “vamos pa’rriba.” Huya de todo eso como de la peste bubónica. La inversión es una cosa muy seria porque en ella subyacen las claves de su independencia financiera y, por tanto, de su libertad personal. No es una competición acerca de quién tiene más bemoles en el parqué y de quién lo flipa más sino un procedimiento de carácter individual adscrito a unos fines concretos.
Conclusión tras las ruinas humeantes
Muchos se niegan a invertir de manera indexada no porque crean que lo van a hacer mejor que el mercado, cosa de la cual no deben dejar de persistir si lo que les gusta es el mundo de la inversión, sino porque la gente, hastiada, sale con el cuento de que “a ver quién aguanta 10 años indexado o 15 o más” y que “yo quiero el dinero ahora” y cosas por el estilo. Si un inversor no es capaz de tener la disciplina de aguantar el tipo 5 años, al menos, sin pestañear mejor entonces que se centre en el trading o que se dedique a otra cosa porque todo esto le viene grande. Si la excusa es “para invertir y obtener lo mismo que el mercado para eso no invierto o me lo como y lo guiso yo solo” pues que se eche un paseíllo porMorningstar a ver cuántos profesionales lo consiguen hacer de forma consistente. La indexación exige una actitud ascética y mucha humildad. Que es lo que falta en la comunidad inversora. Humildad.
Además, la indexación no está reñida con la gestión activa. Ambas pueden ser complementarias o accesorias y servir al inversor en niveles diferentes. No son enemigos ni excluyentes. Se puede hacer de todo y con todo. De lo contrario no estaríamos trabajando en un servicio de información financiero dedicado al inversor activo como es la Cartera Value.
Lo que es excluyente es la estupidez y el orgullo. Eso es veneno para la rentabilidad.
¿Es posible invertir de una manera más agresiva y al mismo tiempo segura en los índices? Pues claro que sí. ¿No ha oído hablar nunca de los IED? Los fabricantes de prótesis y ortopedistas sí. Pronto se lo enseñaremos.