Ya le he advertido de los peligros de la inflación y de la
necesidad de invertir. Hoy doy un pasito más. Le doy dos motivos por los que
soy un firme defensor de la inversión en renta variable:
1)
La Bolsa no es un juego de suma cero
2)
Históricamente, ha sido el activo más rentable
La Bolsa no es un
juego de suma cero
El
genial articulista Rafa Paz ya se encargó de desmontar la falacia asentada en
el subconsciente popular de que en la Bolsa toda ganancia tiene como
contrapartida una pérdida (ver artículo aquí). Déjenme que les dé mi punto de
vista invitándoles a una reflexión. Observe la siguiente foto:
Sí,
un billete de lotería correspondiente a un sorteo extraordinario de Navidad. Piense
ahora en las características del juego:
1.
Las papeletas de que le toque el gordo son de 1
entre 100.000. Lo que viene siendo un 0,00001%
2.
Se reparte en premios el dinero recaudado –menos
lo que se queda el Estado, claro–, por lo que estamos ante un juego de suma
cero: para alguien gane, alguien tiene que perder.
3.
Puro azar. La acción humana poco pinta aquí,
salvo el impulso que le dan al bombo los niños de San Ildefonso.
Otra foto:
Bien,
tenemos claro que se trata de una quiniela. ¿Y las características del juego?
1.
Jugando una columna simple (sin dobles ni
triples), las probabilidades de acertar la combinación ganadora (15 resultados)
son de 1 entre 14.348.907 millones. Esto es, un 0,0000069%
2.
Al igual que la Lotería de Navidad, sigue siendo
un juego de suma cero.
3.
Pero la gran diferencia con respecto a la
Lotería es que aquí sí puede entrar en juego los conocimientos que, en materia
de fútbol, posea el apostante. Así las cosas, si uno dispone de contactos en
todos y cada uno de los campos de fútbol en los que se entrenan diariamente los
equipos involucrados para pulsar el hambre y la motivación de los jugadores; si
tiene acceso a todas las estadísticas de jugadores, entrenadores y árbitros; si
conoce el estado de todos los terrenos de juego; si es capaz de anticipar la
alineación que dispondrá el entrenador en el terreno de juego; tal vez, y sólo
digo tal vez, pueda jugar con cierta ventaja sobre el resto de apostantes.
Tómese
ahora cuatro minutos para disfrutar de uno de los fragmentos más excitantes de
una de las pelis de James Bond, la de “Casino Royale” (pinche en la imagen para ver el vídeo):
Póker,
que palabra más bonita… Pero, ¿qué esconde detrás? Veamos:
1.
Al igual que los otros dos, es un juego de suma
cero: las fichas que recoge el ganador son las que él puso… más las de los
demás.
2.
Otra característica de este juego es que te
permite modular la apuesta conforme avanzan las rondas de una mano.
3.
Pero la gran diferencia aquí es que las
probabilidades de ganar dependen, no sólo de las cartas que el azar tenga a
bien repartir, sino de la habilidad del jugador para defender su jugada. El
jugador con la peor de las combinaciones puede ganar la mano tirando de
“farol”. La psicología es determinante.
Una última foto. Este es uno de los “juegos” que podemos
encontrar en la Bolsa. Se llama Nike:
Características:
1.
No es un juego. O, al menos, no tiene por qué
serlo. Depende de cómo se lo tome uno. Para mí, la Bolsa es un medio que me
permite alcanzar unos objetivos de rentabilidad para mi capital.
2.
No es un juego de suma cero. Dicho de otro modo:
¡TODOS PODEMOS GANAR! Mire el gráfico de cotización otra vez: los que compraron
en 1993 vendieron con fuertes plusvalías a los compraron en 2003, y los que
compraron en 2003 venderán –salvo que los Mayas tengan razón y el mundo se vaya
por el desagüe este 21 de Diciembre– con fuertes plusvalías a los que comprarán
en 2013.
Y esto es posibles gracias a que cada año, globalmente, somos
más y cada vez más ricos. En el caso de las zapatillas de Nike, cada vez más
personas alcanzan el umbral de riqueza suficiente para convertirse en
potenciales clientes.
3.
Cada “apuesta” o “boleto” es una acción. Por el
mero hecho de comprar esa acción usted se convierte en uno de los propietarios
de la empresa. Y comprar una parte de un negocio, es comprar una parte de su
crecimiento y expansión.
Pasemos, ahora, al segundo motivo o evidencia.
Históricamente, las
acciones han sido el activo más rentable
A veces, es mejor callarse y que hablen los datos:
Un
dólar de finales de 1925 invertido en acciones de empresas del S&P 500
–cuando se creó el índice, en 1923, sólo constaba de 233 empresas, ampliándose
a 500 en 1957– se ha convertido, ajustado por la inflación, en 242 dólares a
finales de 2011. La rentabilidad otros activos, dado el fuerte diferencial con
respecto a las acciones y la escala lineal del gráfico, no se aprecia bien.
Cambiemos, pues, la escala:
Se hace evidente lo siguiente para el período 1926-2011:
a) Las acciones no tienen rival
b) Los bonos a largo del tesoro norteamericano –se
muestra el comportamiento del bono a 20 años– logran la medalla plata, pero a
una distancia de unos 232 dólares (242$ vs 9,47$)
c) En tercer lugar, el oro, pisándole los talones a
la deuda a largo plazo estatal.
d) Ya fuera del podio, tenemos la deuda a corto de
los USA (los famosos T-Bills), que permite que un dólar invertido en ese activo
a finales de 1925 alcance ahora un valor de 1,63.
e) Y, por último, el rezagado de la cola: el
dinero. 86 años de inflación han provocado que un dólar de 1925 tenga un poder
de compra en 2011 equivalente a 8 céntimos. Es lo que hay…
Ahondando en la comparativa acciones vs. bonos, me
permito extraer el siguiente gráfico del libro “Los 12 principios de Value
Investing”, editado por Bestinver:
Cada
barra azul representa la rentabilidad anual media, en términos reales, que han
arrojado las acciones en distintos países para un amplísimo horizonte temporal.
En blanco, las rentabilidades de la renta fija.
Sobran
las palabras.
Posibles críticas
Las
cosas como son: hay argumentos en contra.
El
primero sería éste: “Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades
futuras”.
Una verdad
como un templo. Pero a mí me gusta mucho más una propia versión de esa frase
que también tiene atisbos de verdad: “Rentabilidades pasadas en empresas bien
gestionadas y que disfrutan de una ventaja competitiva tienen muchas papeletas
de garantizar rentabilidades futuras”. A lo que podríamos añadir: “Y si cotizan
a precios con un importante descuento, las rentabilidades futuras pueden ser importantes”.
Una
pregunta: ¿Apostaría a que el Real Madrid o el Barcelona se mantendrán entre
los 5 primeros en, al menos, 7 de los próximos 10 años?
El
segundo argumento en contra, relacionado con el primero, vendría dado por el
siguiente gráfico:
Efectivamente,
si nos centramos en los últimos 20 años, es la deuda a largo del Tesoro
norteamericano la ganadora. Por lo tanto, un inversor que hubiera iniciado su
periplo bursátil en el año 1991 animado, precisamente, por el excelente
comportamiento histórico de las acciones, vería, con cierta resignación, como
la renta fija cruza la meta en primer lugar.
Ante
esta crítica, le respondo con lo siguiente:
1. Las acciones no lo han hecho nada mal: un dólar
invertido en 1991 vería casi triplicado su valor en 20 años.
2. La renta fija es el peor aliado en escenarios
inflacionistas. Y cuando una subida de precios toma cuerpo, ya saben quién es
el siguiente invitado a la fiesta: una subida de tipos. Huelga decir que una
subida de tipos supone todo un bofetón a la renta fija en circulación, que ve
como su precio, ante el tirón de las nuevas emisiones de deuda a tipos más
altos, se cuela por el inodoro. Y con Ben Bernanke en modo helicóptero no veo
yo tan lejana una nueva era inflacionista…
3. Y es ahí, en los períodos inflacionistas, donde
la renta variable se erige como la mejor cobertura posible: las empresas verán
como se incrementan sus costes, pero también sus ingresos.
4. Hablamos de deuda norteamericana, con un riesgo,
hoy por hoy, bajo. Pero no olvide que apostar por renta fija es ligar su futuro
a la disciplina fiscal y monetaria de un país. Esto es, su dinero está en manos
de la Administración, o en manos de aquellos a los que ha designado la
Administración –léase, gobernador del banco central de turno. Yo, con las
cajas, ya he tenido suficiente. Allá usted.
5. En los distintos gráficos que les he mostrado,
la renta variable está representada por las acciones de un índice (en este
caso, el S&P 500). Pero queda un espacio para la elección, un espacio para
incorporar a nuestra cartera valores cuyo comportamiento supere al comportamiento
medio del mercado.
Y no les hablo de quimeras. Les hablo de datos contrastados.
Vean, si no, los resultados cosechados, por ejemplo, por conocidos gestores “value”
–con Francisco García Paramés, de
Bestinver, entre ellos:
¿Te
gusta invertir? Entonces, compra acciones…