Los europeos. Movimientos pendulares

6 de julio, 2020 2
Treinta años Economista Titulado del Banco de España. Economía internacional. Autor del blog "Decadencia de Occidente", blog sobre los estragos... [+ info]
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El libro de Orlando Figes, “Los europeos” nos ofrece una visión fascinante del momento en que Europa fue más consciente de sí misma en su historia, mediados del XIX. La base de salida del tal movimiento espiritual y cultural fue el desarrollo del ferrocarril, que en torno a 1830 comenzó a tener un fulgurante crcimiento de líneas, que, como se ve en la carta adjunta, en 1880 había alcanzado una casi completa cobertura de los paises más avanzados.

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Por cierto, se nota un considerable retraso de España en esta movimiento, en parte inconsciente, hacía una conciencia de Europa. 

Los ferrocarriles acercaron vertiginosamente los centros culturales más conspicuos, y las inmensas economías de escala que supuso este acercamiento se notó en todos los niveles de la vida de entonces, pues el arte y la cultura dejaron de ser privilegio de la clase regia y se difundieron con una velocidad y profundidad inimaginable a las clases medias, que accedieron a una expresión cultural más asequible en precio y diversidad, hasta el punto que se hizo común coger el ferrocarril para ir a ver una ópera en una ciudad a la que llegar antes del tren era excesivamente caro y largo; o aficionarse, gracias a los marchantes de pintura, a ser compradores de arte para su casa, lo que no dejó de traer profundos cambios en la moda y los estilos, en el criterio de la belleza, en el rompimiento de moldes antes sagrados... Lo mismo sucedió en todos otras variantes del arte, desde el bel canto hasta la literatura. La difusión de partituras, de instrumentos musicales asequibles, permitió una profusión de sesiones familiares y de amigos al atardecer, o, hacia las guías turísticas recién creadas, programas viajes de días - o en el día - para asistir a una exhibición operística de Pauline Viardot-García, hija de un español - Manuel García- que fue un pionero de aquella fiebre cultural. Pauline fue una deslumbrante estrella adorada en la ópera que entonces empezó a ser europea de verdad, pues el ferrocarril permitió la estrecha unión de ciudades de distintas naciones al permitir a los performers desplazarse con celeridad de ciudad en ciudad.
La industria de la cultura tuvo un impulso excepcional, se convirtió en una verdadera industria con sus derivaciones en partituras, traducciones de libros, exposiciones, ventas de cuadros o libros a gente de clase media... todo lo que se puede imaginar es poco. Como los mismos Marx y Engels decían en el Manifiesto comunista (no deja de ser irónico) 

“Frente a la antigua autosuficiencia y al aislamiento local y nacional, irrumpen un tráfico en todas direcciones y una dependencia general de las naciones las unas respecto de las otras. Y al igual que en la producción material, en la intelectual. Los productos intelectuales de las diferentes naciones se convierten en patrimonio común. La limitación y el exclusivismo nacionales se vuelven cada día más imposibles, y a partir de las múltiples literaturas nacionales y locales se configura una literatura universal.”

Este movimiento tuvo sus ideólogos y promotores, como Ivan Turguénev, sin duda el personaje más emblemático del libro. De origen ruso, escritor excepcional, siempre tuvo in mente “integrar Europa, y su Rusia en Europa”. No tuvo reparos en gastarse su volátil fortuna, cuando la tenía, en impulsar el movimiento, desde un punto de vista europeo. Rusia debía occidentalizarse, en su opinión, y llegó a ser sospechoso para el rígido régimen zarista, que llegó a encarcelarle por sospechoso de liberal...
Ahora bien, si éste movimiento favoreció más integración europea, también despertó un fervor bien distinto, contrario en realidad, como fue la búsqueda del una identidad cultural, por falsa que fuere, de los territorios como Polonia o Hungría, pasando por naciones anegadas bajo la bota de otra, lo que sin duda despertó esas pasiones nacionalistas que tan nefastas han sido para Europa. Rusia fue un ejemplo de ello,  cuando se rechazó a Turguenev como ídolo de los desheredados en favor de Expresiones más raciales.
Esos sentimientos de independencia  y de fervor nacionalista no fueron efímeros. Fueron creciendo y reforzándose, hasta que desencadenaron la I Guerra Mundial...


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Este artículo tiene 2 comentarios
antiguo usuario
El tren demuestra que España es un país muy,muy conservador de forma genetica reacia a los cambios,cuando quiere cambiar solo reacciona...jsjajs seguramente al ferrocarril sería cosa del demonio....jajajs
08/07/2020 08:07
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