Los amigos de InBestia me han invitado
a compartir algunas reflexiones sobre el estado del sistema
financiero chino que difieren, en buena medida, con muchas de las
predicciones que se pueden leer estos días en los medios.
Apocalipsis, “momento Lehman” o crash financiero son
términos que se vienen utilizando con bastante frecuencia para
definir el futuro económico de China a corto-medio plazo. Pero mi
tesis, y la de todos los analistas chinos sin excepción que he podido entrevistar en
Pekín, pasa por descartar cualquier escenario catastrofista.
La teoría del colapso económico en
China es una falacia que se viene repitiendo desde hace décadas.
Tras la terrible represión militar de Tiananmen en 1989, un año
después, el PIB chino creció menos del 4%. Muchos previeron
entonces la primera caída del gigante asiático, y hubo presiones
internas para frenar las reformas, pero Deng Xiaoping acabó
reanudándolas tras su célebre gira por el sur en 1992. Luego, a principios del presente
milenio, muchos medios hicieron suyas las tesis de Gordon Chang, para
quien China ya tenía que haber colapsado
(http://www.foreignpolicy.com/articles/2011/12/29/the_coming_collapse_of_china_2012_edition).
En aquellos años, Asia-Pacífico venía de sufrir la terrible crisis del 98.
China, que llevaba creciendo una media de casi dobles dígitos desde
1980, se desaceleró por debajo del 8%. Además, por si todo esto
fuera poco, los bancos comerciales habían acumulado NPLs o préstamos
en mora equivalentes al 25% del PIB. La inversión pasó de crecer un
55,8% en 1993 a superar apenas los cuatro puntos porcentuales tan sólo cinco
años después. Y, por si todo esto fuera poco, China cerró el
ejercicio 1998 con una deflación del 0,8%.
¿Colapsó China? En absoluto. Tras ser
aceptada por la OMC en 2001, China creció nuevamente una media de
dobles dígitos, adelantó a Japón como segunda potencia económica
del mundo y, desde este año, exporta e importa más que nadie.
“China ya estaba colapsada en 1949 y 1979”, me suele decir la
gente aquí, “hoy estamos viviendo un milagro económico sin
precedentes históricos”. China es una economía con muchos
problemas actualmente. Todos los analistas, sin excepción, sabemos
cuáles son, pero discrepamos en sus efectos a medio-largo plazo.
Para unos, China camina irremediablemente hacia un colapso inminente.
Otros piensan que puede experimentar una crisis como la occidental de
2008. Y los propios chinos, por su parte, no dejan de reiterar que
son una economía en desarrollo. Esto último es verdad e implica
considerar las características diferenciales de una economía como la
China.
Aquí existe un problema fundamental
que se llama exceso de inversión. El estado, a través de los bancos
estatales, invierte masivamente en industria e infraestructuras. La
inversión china equivale hoy al 40% del PIB pero los retornos son
cada vez menores. Es más, al ser el gobierno quien maneja los fondos
de inversión, la corrupción emerge como una preocupación a tener
muy en cuenta. El menor retorno de las inversiones, como es lógico,
se está traduciendo en tasas decrecientes del PIB. Las inversiones
de hoy son la riqueza del mañana salvo que, como está ocurriendo,
éstas sean improductivas. Las industrias sobredimensionadas, como
su propio nombre indica, exigen un ajuste cuantitativo a la baja. O,
dicho de otra forma, muchas empresas tendrán que ser liquidadas. Un
ejemplo claro puede ser la fotovoltaica china Chaori, declarada
oficialmente en default, en una industria con mucha más oferta que
demanda. Sin embargo, Bank of America y Bloomberg comparaban este
hecho con el hundimiento de Bear Sterns en EEUU, una analogía
objetivamente absurda pero bien pensada para generar titulares. Para
empezar, el impago asciende a 11 millones de Euros, una cantidad
bastante inferior al presupuesto anual del Real Club Deportivo
Espanyol. Y, para terminar, se trata de una empresa del sector
fotovoltaico que debe reducir su tamaño. Como en tantas otras
industrias sobredimensionadas, los cierres y defaults serán
inevitables, pero no constituyen riesgo sistémico alguno. En China, los
mercados de bonos tienen un tamaño insignificante (4% sobre
depósitos). Y los fondos obtenidos vía financiación bancaria
siguen siendo superiores al 80%.
“¡Se cerrarán los grifos del
crédito en China! ¡Crisis de deuda!”, señalan algunos analistas.
Sin embargo, por muy elevada que sea la inversión china, el ahorro
nacional lo es todavía más. China no tiene nada que ver con Grecia,
entre otras cosas, porque el PIB griego es casi cuatro veces inferior
al fondo soberano chino CIC. Porque una economía con depósitos
iguales al PIB de Estados Unidos, cautivos, no necesitará nunca
rescates del FMI. Porque, si bien la inversión es una tercera parte
del PIB chino, su tasa de ahorro anual se sigue situando en el 50%. Por 3,3
billones de dólares acumulados como reservas internacionales etc...
Se dejarán caer empresas, sin duda,
porque mantenerlas artificialmente con sus respectivos empleos sería
seguir aumentando las pérdidas. Pero esto no significa, ni mucho
menos, que éstas caigan debido a una crisis nacional de liquidez. Ni
que Chaori, marginal en comparación con Suntech o Yingli Solar, sea
tan grande como para desencadenar un crash financiero. Para
ello se necesitarían unos cuantos miles de empresas como Chaori,
aunque ahora hay solamente 256 compañías con una deuda sobre fondos
propios superior a 2. Con un ratio por encima de 4 dicha cifra desciende
hasta 64.
Del sector bancario preocupa la
conocida como “banca opaca” o shadow banking. Fuera de
balance, la banca comercial ha prestado fondos a los gobiernos
locales para financiar inversiones que pueden acabar siendo
deficitarias (no todas). Y también han canalizado fondos para la
promoción inmobiliaria generando una posible burbuja en los precios.
Digo “posible” porque un país como China, donde unos setecientos
millones de personas deberán pasar del campo a las ciudades,
presenta una demanda potencial interesante. Muchos piensan que los
chinos no pueden comprar al precio actual y es verdad. Pero una
economía más orientada al consumo interno, con un stock importante
de riqueza privada derivada del ahorro, afectará positivamente a la
demanda. En cualquier caso, los precios inmobiliarios en algunas
ciudades deben caer y esto repercutirá también sobre la banca.
Oficialmente, el ratio actual de NPLs en China es del 1%. Los cuatro
bancos comerciales, de titularidad estatal, tienen un CAR medio del
13%. Sin embargo preocupa, lógicamente, lo que puede haber fuera del
balance.
Según JP Morgan, los créditos
off-balance sumarían unos 5,6 billones de dólares, un 80%
del PIB. Pero ¿Cuántos de estos préstamos son NPLs? ¿El 100%?
¿El 50%? ¿El 25%? Lamentablemente, nadie puede dar una cifra exacta
y aquí es donde se abren las vías para la especulación. Si todos
los créditos off-balance son NPLs, entonces China tiene una
tasa real de mora del 36%. Dicho esto, el problema no parece tanto la
capacidad real que tiene China para absorber las pérdidas de todos
esos NPLs vía rescates públicos, quitas o refinanciaciones. El
problema, o riesgo moral, son todos los ahorros que se pueda comer. Ahora bien, atendiendo a fundamentales, China parece tener
herramientas de sobra para minimizar ese impacto. Como hemos
comentado antes, y con muchos menos recursos que ahora, ya logró
neutralizar un 25% de NPLs en 1998. La deuda, además, es
fundamentalmente nacional (ahorro propio). Y, lo fundamental, la
intervención sobre sus capitales le permite tener una liquidez ingente además
de controlar su divisa (que, como bien apuntan desde Washington DC, está artificialmente
devaluada).
¿Puede China seguir viviendo con estas
tensiones de forma indefinida? No. La ausencia de riesgo sistémico
hoy no significa que China sea inmune. Todas estas
tensiones monetarias y estructurales reflejan una necesidad de
reformas, como la financiera, que ya están en marcha. Liberalizar
los tipos de interés
(http://www.chinadaily.com.cn/business/2014-03/11/content_17337888.htm),
permitir un mejor acceso al crédito y mejorar la eficiencia del
sistema financiero son medidas clave para erradicar sus
ineficiencias. Ello se hará también liberalizando la cuenta de
capitales y permitiendo, gradualmente, una fluctuación libre del
RMB. Eludir estas y otras reformas sería lo mismo que perpetuar una
situación de tremendos desequilibrios para el país. No sólo económicos, también políticos y sociales, más peligrosos aún. Es renovarse o morir, sin duda, pero el régimen ha optado ya por lo primero.